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Hay un adagio que circula por Internet y dice así: “Si no estás pagando por el servicio, no sos el cliente, sino el producto”. Tal es el caso de Gmail, que da correo gratis a cambio de que sus ojos informáticos lean todos los mensajes y sugieran avisos.

En Facebook las cosas no son muy distintas. El sitio de levante más grande del mundo, disfrazado de red social, no es más que una gran operación de recolección de datos. Destinado a captar ese tipo de información personal por la cual los marketineros se babean, el gigante social ha sido acusado una y otra vez de infringir leyes sobre la privacidad de sus usuarios. Facebook no ve el problema y no le falta razón; sus verdaderos clientes no se han visto ofendidos jamás, el que se queja es el producto.

Eben Moglen, un abogado que se especializa en el tema de la libertad dentro de Internet, describió a las redes sociales centralizadas como “espionaje gratis”. Esto inspiró a un grupo de programadores de Nueva York para escribir Diaspora, un software de red social de código abierto y totalmente gratuito.

El proyecto fue anunciado en abril de este año y juntó diez mil dólares de contribuciones en apenas 12 días; uno de los que aportaron dinero fue Mark Zuckerberg, el dueño de Facebook.

La idea es que cualquiera pueda bajarse una copia de Diaspora e instalarlo en un servidor online. De esa forma, en vez de que haya un solo servicio con todos los datos, habrá miles y miles de “semillas” (así llaman a cada instancia de Diaspora) que conecten entre sí para intercambiar información.

La semana pasada salió a la luz un primer vistazo del código y del proyecto, dejando en claro que, mal que les pese a los inevitables escépticos, la idea no se iba a quedar en un pizarrón. Al igual que las cooperativas telefónicas, que sacan del medio el concepto de ganancia y en cambio se dedican a la verdadera satisfacción del cliente, Diaspora (www.joindiaspora.com) es una feliz tendencia: basta de que las personas sean nada más que un producto.