Domingo, 19 de septiembre de 2010 | Hoy
MúSICA > CROWDED HOUSE LO HACE DE NUEVO
Neil Finn volvió a casa: Crowded House edita su séptimo disco en 25 años y él vuelve a mostrar por qué lidera una banda a la que llaman “Los Beatles de Oceanía”. Melodía, lírica, arreglos, experimentos sonoros: todo al precio de Intriguer.
Por Rodrigo Fresán
Cuenta la leyenda que, una vez, en una entrevista, le preguntaron a Paul McCartney qué se sentía ser el mejor escritor de canciones de toda la historia. Cuenta la leyenda que una vez, en esa misma entrevista, Paul McCartney respondió: “No sabría decírtelo. En realidad esa pregunta tendrías que hacérsela a Neil Finn”.
Neil Finn –bautizado como Cornelius Mulane Finn, nacido en Te Awamutu, Nueva Zelanda, en 1958 y hoy con una orden del Imperio Británico clavada en su solapa– es el líder y compositor casi absoluto de Crowded House. Y –recapitulemos– Crowded House es esa banda que abrió sus puertas en 1987, que amenazó con conquistar el mundo en 1987 con “Don’t Dream It’s Over” (aunque no le interesaba particularmente ser U2 o R.E.M.); que cerró con candado y tiró la llave en 1996, luego de cuatro títulos irreprochables (Crowded House, Temple of Low Men, Woodface y Together Alone); que después del suicidio de su baterista Paul Hester decidió, en 2007, convertirse en casa retomada y que –desde entonces y ahora mismo y para siempre, más allá de lo que diga o pudo haber dicho McCartney– es considerada algo así como Los Beatles de Oceanía.
Y Crowded House acaba de sacar nuevo y sexto disco, si no se cuentan un par de live y greatest hits y rarities. Y no sé si Finn está por encima de McCartney (la verdad sea dicha: en Neil comulga tanto la dulzura de Paul como la acidez de John), si será el mejor songwriter de toda la historia. Está claro que él no se toma en serio lo de los laureles, llegando a querer titular a Temple of Low Men –luego del exitoso Crowded House y para desesperación de su compañía– como Mediocre Follow-Up (“Secuela mediocre”).
Pero una cosa es segura: nadie podría prohibirle la entrada a esa mansión en la colina o a esa torre de la canción donde se juntan los grandes a contar y cantar versos y estribillos.
INTRIGA EN CASA El nuevo disco de Crowded House se llama Intriguer y es la continuación natural de aquel otro del reencuentro, Time on Earth (2007), que en realidad había comenzado siendo un proyecto solista de Finn rápidamente crowdedhouseado cuando se comprendió que había ganas de volver a destapar muebles y barrer habitaciones y prender el horno y a ver qué pasa.
Y lo que pasó –no podía ser de otro modo– fueron catorce canciones marca Finn que sonaban un poco a sus álbumes solistas y otro poco (en especial a la altura de “Don’t Stop Now” o “She Called Up” o en la sepulcral y elegíaca “Silent House”) a casa atiborrada con esa mezcla distintiva y reconocible de buen humor, oscuridad, tarareo y melancolía. Pero, en cualquier caso, nunca fue muy fácil precisar dónde terminaba el hombre a solas o el tipo en banda. Desde Together Alone (de 1993, el último trabajo del primer Crowded House) o el magnífico Try Whistling This (estreno en singular de 1998 donde giraba una de sus canciones más redondas y crowdedhouseras: “She Will Have Her Way”), Finn se ha preocupado muy especialmente por no preocuparse demasiado a la hora de diferenciar esto de aquello. Y así los nuevos diez tracks de Intriguer suenan como diez flamantes habitaciones en la misma casa de siempre, descubiertas al tirar abajo un tabique o al bajar al altillo o al subir al sótano. Diez nuevas letras y músicas que no hacen más que reafirmar la respuesta de McCartney, sea cierta o no, especialmente en esa relectura de “Blackbird” con glándulas de “Happiness is a Warm Gun” que es “Fallen Dove”.
En Intriguer vuelven a reunirse los de Time on Earth (Neil Finn, el bajista Neil Seymour y responsable de imagen y gráficas y uniformes de Crowded House, el multiinstrumentista Mark Hart que ya había estado en Together Alone y Matt Sherrod, como reemplazo del irremplazable Paul “Italian Plastic” Hester) acompañados por Sharon Finn (esposa), Liam Finn (hijo) y varios músicos amigos entre los que figuran Lisa Germano y Jon Brion y Jim Scott.
Pero lo más interesante aquí –otra vez, como siempre– es el modo en que Neil Finn trabaja en conjunto o sin mirar a nadie. El rey del collage y de la libre asociación de ideas (comprobarlo en la sinuosa “Archer’s Arrow”) resultando en temas que nunca se sabe cuándo terminan de desarrollarse o dónde irán a dar. Un verdadero trabajo de artesano (que muchos críticos condenan como preciosista y demasiado cerebral y poco excitante y burgués y, mmmmmh, “digno de un Paul McCartney”) pero que deja amplio espacio para el juego y la improvisación freak y escucharlo y apreciarlo en los dos álbumes “de laboratorio” –7 Worlds Collide (2001) y The Sun Came Out (2009)— en los que Neil Finn invita a su estudio a miembros de Radiohead y Wilco, a Eddie Veder de Pearl Jam y a Johnny Marr de The Smiths, a KT Tunstall y a la ya mencionada Lisa Germano, a un seleccionado de la música del down under, y a toda su familia a armar canciones en un estudio que es cuarto de invitados y habitación de los chicos al mismo tiempo.
Así, escuchar un disco de Crowded House o de Neil Finn no sólo es algo gratificante sino, además, divertido. Y –como dijo alguien– Neil Finn sería millonario si tuviera una hija adolescente y se la vendiera al Disney Channel junto a un paquete de melodías. Pero no. Y Neil Finn sigue en la suya y por la suya que, también, es la nuestra aunque no seamos todos los que se merece. Pero –aun así, consolémonos con aquello de calidad antes que cantidad– disfrutamos de sus canciones que son al mismo tiempo como ese sombrero loco que no nos animamos del todo a ponernos y ese par de pantuflas sin las cuales no podemos vivir.
Párrafo aparte merece el modo en que Neil Finn juega con las palabras –la imagen abstracta fundiéndose con el paisaje figurativo, el nonsense inspirado abrazando la más sentida y nada silly love song– y sabe abrir la puerta para que entremos a jugar con él a esa casa que, por suerte, no está en orden pero sí está embrujada.
¿HAY ALGUIEN AHI DENTRO? Sí. Hay alguien y hay mucho. Y los discos de Crowded House son rebeldes y se van revelando, siempre, de a poco y siguiendo su propio ritmo y, sí, no se agotan a la segunda o tercera oída. Los discos de Crowded House son una excelente inversión psico-inmobiliaria: duran para siempre y siempre se las arreglan para demostrarnos y mostrarnos que nunca arrinconaremos del todo el plano del lugar.
Y hay un rincón mágico de Intriguer –entre los muchos rincones mágicos que incluyen el primer single psicodélico “Saturday Sun”, ese inesperado experimento samba-tropical que es “Either Side of the World”, el viaje mental de “Amsterdam” donde se habla de la desorientación de los tours interminables, el casi pastiche mejorado de Oasis que es “Inside Out”, el todos juntos ahora compuesto por todos juntos que es la bucólica a la vez que turbulenta “Isolation”, la crepuscular despedida de “Elephants” con ese sublime verso/consejo de “Sweet Dreams, make waves, find bliss”— donde la grandeza del genio de Neil Finn queda de manifiesto. Es el séptimo track de Intriguer, se llama “Twice If You’re Lucky”, y habla de esas grandes cosas que sólo se te pasan una vez en la vida “o dos veces si tenés suerte”. Y “Twice If You’re Lucky” –verlo además de oírlo en el imprescindible dvd que acompaña la edición especial de Intriguer donde el cuarteto, en su estudio/sala de ensayo, maravilla mostrándonos cómo apenas cuatro músicos pueden hacer tanta música compleja en directo– es una de esas típicas y afortunadas canciones de Crowded House que empieza con cautela pero anunciando ya desde el vamos uno de esos crescendos sing-along que son marca de la casa, de la Crowded House.
Y ahí Neil Finn sabe perfectamente lo que está haciendo sonar (ah, esa decisiva nota larga y punzante en su guitarra en el coro) y no duda en ponerle las palabras justas: “Esta te va a encantar / Esta te va a encantar”, nos advierte y nos canta sonriendo y en voz alta un más que satisfecho y orgulloso Neil Finn a todos aquellos que jamás soñamos que esto iba a acabarse.
Y tiene toda la razón del mundo.
Nos encanta a todos.
Paul McCartney incluido.
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