Domingo, 6 de febrero de 2011 | Hoy
VALE DECIR
El terrorismo es una excusa perfecta para que las fuerzas de seguridad metan la nariz en todas partes. Uno de los insidiosos argumentos es que nadie puede rechazar que le lean los mails a menos que tenga algo que ocultar; de esa forma automáticamente se culpabiliza al desubicado que todavía no entendió que la privacidad es un privilegio y ya no un derecho.
En el Reino Unido existe una lista de gente que tiene prohibido el acceso al país porque la presencia allí “no conduce al bien común”. Al igual que la no-fly list de los Estados Unidos, nunca se da ninguna explicación al respecto: si alguien está en esas listas negras, no viaja y punto.
Las idas y venidas de la gente están en manos de los oficiales de inmigración que confeccionan esa lista. Ahí fue cuando un hombre vio la oportunidad de librarse de su mujer: ella era paquistaní y, ni bien viajó a visitar a su familia, su marido la puso en la lista negra. Cuando quiso regresar, la pobre mujer no pudo siquiera subirse al avión y nadie le explicó por qué.
Todo se descubrió porque él iba a recibir un ascenso, así que le hicieron una investigación. Cuando encontraron a su mujer en la lista negra, el personal de seguridad interrogó al oficial, que confesó todo. Su esposa finalmente pudo volver –después de tres años anclada en Pakistán– y a él lo despidieron. Al parecer, todavía no se divorciaron.
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