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Domingo, 15 de mayo de 2011

VALE DECIR

El anacronópete

Con el pecho inflado de orgullo, el mundillo literario español ha anunciado que, de sus filas, ha salido el verdadero y único inventor de la máquina del tiempo. H. G. Wells ya no carga con el título de pionero: al parecer, fue el escritor y diplomático Enrique Gaspar y Rimbau quien se le adelantó en ocho años al autor de La guerra de los mundos y, en 1887, largó un artilugio capaz de saltearse décadas o siglos: El anacronópete (en griego, ana es atrás; crono, tiempo; pete, el que vuela), una novela con tintes satíricos y políticos y estructura de zarzuela.

¿Cómo era el imaginativo cacharro de este madrileño hijo de actores? Pues ni simplona moto con ventilador ni plateado DeLorean: era una enorme caja de hierro fundido que disponía el rumbo gracias a cuatro grandes cucharas impulsadas por electricidad. Contaba, además, con un compuesto que, bajo el nombre “fluido García”, daba por tierra los efectos de tanta ida y vuelta, al impedir que los “turistas” envejecieran yendo al futuro o rejuvenecieran en un salto al pasado. Y sí que era importante; como lo demuestran unas mujeres coladas que, al retroceder en el tiempo, ven cómo sus trajes de lana se vuelven ovejas.

Con batallas de gladiadores, sitios exóticos, satirización anticlerical y un par de bofetadas a la grandeza española por la conquista de América, el libro recibirá sus merecidas loas en la próxima muestra dedicada al género sci-fi que celebrará la Biblioteca Británica del 20 de mayo al 25 de septiembre. Allí se rescatará la figura del hombre que, también, escribió La teoría de Darwin, humorada cómico-lírica en un acto, dividida en tres cuadros e intentó traducir El Quijote de la Mancha al chino.

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