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La Parca no sólo es difícil de engañar, también tiene un humor mordaz. Si no, ahí está el motoquero neoyorquino Philip A. Contos como ejemplo.

Ocurre que dos semanas atrás, el hombre de 55 años, natural de Parish (NY), decidió participar, junto a otros 550 motociclistas, de una manifestación contra la ley estatal que obliga el uso de casco sobre las dos ruedas, en la ciudad de Onondaga. En una maniobra poco feliz, Contos perdió el control de su Harley Davidson, voló por encima del manubrio y se golpeó la cabeza contra el pavimento. Aunque intentaron asistirlo en el hospital, ya estaba muerto. Y aquí va la ironía: según los médicos, si hubiera tenido el casco puesto, Philip hubiera sobrevivido.

Organizada por American Bikers Aimed Toward Educacion (Abate), un grupo de entusiastas que hacen lobby por la libertad de los motoqueros, la marcha –que se realiza cada 4 de julio– no siempre cuenta con tamaños accidentes (y tanta antipublicidad). Y aunque Christine Rathbun, una de sus integrantes, expresó su desazón frente al hecho (“Estamos muy tristes y shockeados por haber perdido otro rider como Philip; todas nuestras plegarias están con él”), la organización sigue sosteniendo que cada motociclista debería elegir si lleva casco o no.

En la web de su sede en Nueva York (uno de los 20 estados que reclama su uso obligatorio), la entidad asegura que “no hace nada para prevenir accidentes”. Jim Hedlund, del Governors Highway Safety Association, no cree lo mismo; en su opinión profesional (y estadística), el casco reduce las chances de una fatalidad en caso de accidente en más de un 40 por ciento. Ya lo decía “Luchemos por la Vida” en esos spots inolvidables de los ‘90: “Pará la moto. No te mates. Vos que tenés cerebro, usa casco”. Si Contos hubiera escuchado no sólo estaría vivo; tampoco estaría nominado a los Premios Darwin, galardón para muertes absurdas.