Domingo, 17 de julio de 2011 | Hoy
TELEVISIóN > SE ESTRENA TERRIERS, LA TAPADA DEL AñO PASADO
Está bien: están Mad Men, Breaking Bad, Boardwalk Empire y está Rubicon, pero en las listas de las mejores series del año pasado asoma siempre una que fue levantada al final de su única temporada: Terriers. Con título equívoco, disfrazada de policial, con trasfondo de negociados y recesión, homenajes a Los Profesionales y a Los Siete Magníficos, esta serie del creador de The Wire ofrece, por 13 capítulos, la amistad rabiosa, cómica y melancólica de dos tipos en desgracia romántica devenidos detectives y nadando en aguas demasiado peligrosas.
Por Martín Pérez
Primero, la cuestión del nombre. Después de todo, Terriers parece el título de un show dedicado a los perros. Más si en el afiche promocional se puede ver, bien grande, a un animal, y los protagonistas recién aparecen allá al fondo. ¿Sería una suerte de ER, pero en una veterinaria? La creatividad televisiva puede dar para todo. La otra cuestión es la de los protagonistas, justamente. Porque en Terriers no hay ningún nombre rutilante, de los que llaman la atención y convocan espectadores. Ni siquiera en la letra chica, ya que su creador apenas si puede ostentar en su currículum la serie The Shield. O el guión de la remake de Ocean’s Eleven. Demasiado poco. Demasiado insustancial. Por eso es que, incluso para los que suelen tomarse el trabajo de curiosear cada año entre los más bizarros estrenos de la televisión norteamericana, Terriers logró el año pasado pasar casi totalmente desapercibida. Pero, por suerte, hacia el final de la temporada llegaron las primeras señales, cuando en las listas de los mejores del 2010, mezclada entre nuevos clásicos como Mad Men, la rescatada Breaking Bad, y Boardwalk Empire y Rubicon, las dos novedades más mimadas, la serie con nombre de perro asomaba siempre la cabeza.
“Donal Logue y Michael Raymond-James comparten la mejor química en pantalla del 2010”, se pudo leer en la revista Time. Y agregaba: “Terriers es un programa hecho a medida para tiempos de recesión, y una gran exploración de una raza clásica: la del perro de la calle”. “Una combinación entre comedia cómplice masculina, thriller conspirativo, drama policial y terapia de relaciones”, enumeró un site dedicado a la televisión, que aseguro que se iba a extrañar “su visión mugrienta, su particular humor y su inmenso corazón” luego de su cancelación tras de una temporada de 13 capítulos, a causa de su escaso rating (sí, también al público norteamericano le costó descubrirla).
Cuando se supo la noticia, un especialista en el tema dijo que había sucedido algo extraordinario. No porque se hubiera cancelado una serie con creciente buena prensa y destino de culto. Después de todo, es algo que sucede todo el tiempo. Lo extraordinario fue que John Landgraf, el responsable del canal de cable FX, haya dado una conferencia de prensa para anunciarlo. “Cuando nos enteramos del fracaso de Terriers, quisimos averiguar qué había pasado”, explicó Landgraf, que aparentemente es un fanático de la serie. “Lo que descubrimos es que era menos espectacular que otras del canal, y con un poco menos de suspenso. Pero también que tenía un encanto sutil, que iba creciendo con el tiempo. Y creo que la sutileza no es algo que el público norteamericano vaya a comprar en manada. Mirando series como Jersey Shore o Walking Dead, no me parece que los matices formen parte del más exitoso contenido actual en de la televisión norteamericana”, opinó el ejecutivo mayor de un canal –hogar de series como Padre de Familia, Bones o The Office– que desde el primer lunes de este mes se está dando el lujo de programar la única temporada de Terriers en su señal latina.
Antes que nada, la sutileza y los matices de Terriers encarnan en un actor como Donal Logue. Con ascendencia irlandesa, nacido en Ottawa pero criado en Boston y en una pequeña localidad fronteriza con México como El Centro, y además graduado en Harvard, Logue es un actor versátil y que transmite instantánea simpatía. Y en el papel del ex policía y ex alcohólico Hank parece sentirse a sus anchas, dentro de una historia ambientada en San Diego, cerca de la playa y también de México. “Hay una canción en Corazón Rebelde, que canta Jeff Bridges, que habla del parecido entre volar y estar cayendo. Ahí es justo donde está Hank, un tipo que ha perdido todo, por lo tanto no tiene ningún problema en jugarse entero”, explica Logue, que creció en un entorno similar, por eso cuando la gente de vestuario quiso vestirlo para el papel, pidió que lo dejasen a sus anchas. “Ya verán como me aclimato rápidamente”, anunció, y en cada capítulo luce perfecto, canchero y melancólico a la vez.
Pero Logue no podría alcanzar ese nivel sin un aliado como Michael Raymond-James en el papel del ex ladronzuelo Britt, con el que completa una pareja protagónica de una química tan admirable y contagiosa, que con sólo verlos en el prólogo del capítulo inicial –mientras se preparan para robarle el perro a un hombre recién separado– el espectador ocasional deseará acompañarlos donde sea que quieran ir. “Cuando nos ve, la gente dice: conozco tipos así”, se entusiasma su protagonista. “Y lo importante es que tampoco son brutos, y pueden entablar conversaciones con mujeres. No son idiotas que no saben cómo hablar de sus emociones”, dice Logue, que en su papel de Hank debe lidiar con una ex mujer a la que aún ama, mientras que Britt convive con una hermosa joven a la que le cuesta tomárselo en serio.
Aunque el eje de Terriers sea la labor de seudodetectives privados sin licencia de Hank y Britt, dos buscavidas que de pronto se verán involucrados en un caso demasiado grande para ellos, la profusión de personajes secundarios –tanto femeninos como masculinos– y su humanidad hacen que la serie no sea apenas un policial de un caso por episodio, sino que evolucione de manera natural, y que recuerde –también naturalmente– lo mejor del cine y la televisión de los ’70. Tal vez porque las referencias más repetidas por sus responsables sean series como The Rockford Files, protagonizada por un encantador James Garner maduro, o una película como Midnight run, una olvidada buddy movie de Robert de Niro y Charles Grodin. No es casualidad, después de todo, que los nombres de sus protagonistas homenajeen al Burt Lancaster de Los Profesionales y Lee Marvin en Los Siete Magníficos.
Con una trama mayor vinculada a las bienes raíces –algo curiosamente habitual en los policiales californianos, ya sea el clásico Chinatown o la flamante novela Vicio propio, de Thomas Pynchon–, Terriers es una serie con vida propia, que aunque encarna un espíritu clásico es bien actual, y aunque resulta divertida no es humorística, sino profundamente humana. “Lo que admiro de las series televisivas actuales es que son algo así como las nuevas novelas”, ha dicho Ted Griffin, creador de Terriers, y admirador confeso de series como The Wire. “Cada temporada de las mejores es de alguna manera como un libro. Y lo que nosotros hemos intentado hacer es una buena novela de 700 páginas”, explica el autor de un show con gracia, acción y emoción. Una serie de esas que cuando se las está viendo, es imposible no pensar: esto viene bien, ojalá que no lo arruinen. Pero aunque es una serie sobre dos tipos arruinados, y dista de ser perfecta, Terriers nunca arruina lo que construye, y siempre termina teniendo todo en su lugar. Y así es como es un gusto acompañar a dos perros callejeros como Hank y Britt hasta el final.
Cada capítulo de Terriers se estrena los lunes a las 13 en la señal de cable FX. Y se repite martes a las 2, sábados a las 12 y domingos a las 4.30 hs.
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