Domingo, 17 de julio de 2011 | Hoy
PERSONAJES > DICK HAYMES, EL ARGENTINO QUE LE HACíA SOMBRA A SINATRA
Ocupaba las orquestas que dejaba el ascendente Frank Sinatra y muchos creían que era mejor que el reemplazado. Su carrera era rutilante, vendía cientos de miles de discos y la implacable columnista Louella Parsons consideraba que era el único a la altura de Sinatra y Bing Crosby. Filmaba películas con directores y estrellas de primera línea, incluida Ava Gardner. Se casó con Rita Hayworth y se ganó el odio del magnate de Hollywood Harry Cohn. A partir de su divorcio con Hayworth, en 1955, su vida y su carrera se deslizaron por un desbarrancadero de alcohol y olvido, hasta que murió, en 1980, a los 62 años, sin nada de aquella gloria, aunque habiendo grabado un par de discos memorables más. Esta es la historia de Dick Haymes, el hombre que, también, zafó de combatir en la Segunda Guerra por ser... argentino.
Por Diego Fischerman
Podría hablarse de un misterio. O de una historia trágica. Sería posible comenzar por el final, por ese extraño personaje del que su yerno Bernie Taupin le hablaba a Elton John. Por ese cantante ex alcohólico (o eso es lo que decía, y la duda, por supuesto, se refería a su condición de ex y no a la otra) que, con afinación, fraseo y dicción impecables, actuaba en hoteles europeos de discreto anonimato. Por aquel cuya vida había empezado a fracasar cuando, tantos años antes, se había casado con Rita Hayworth, despertando las iras y la venganza de Harry Cohn, cabeza de la Columbia y, según se dice, enamorado perdidamente de la actriz. O, antes, por el que había comenzado a cosechar desprestigio y enemistades cuando, valiéndose de su extranjería, no había querido ir a la guerra. Pero no sería justo. Porque Dick Haymes, ese olvidado que había nacido en Buenos Aires en 1918 y que, todavía en 1976 y 1978, grababa dos discos excelentes (aunque inadvertidos casi por todos), había sido un elegido: ni más ni menos que uno de los grandes cantantes de una época y un lugar en que había muchos extraordinarios y, según Louella Parsons –la famosa columnista de espectáculos–, el único capaz de compartir el sitial con Bing Crosby y Frank Sinatra.
Haymes tenía todo para desplazar a Sinatra, empezando por una mayor apostura física y por una voz de barítono de una belleza sobrenatural. Y, de hecho, en algún momento llegó a ser más popular que él. En sus comienzos cantó con las mismas orquestas que Sinatra abandonaba –las de Harry James y Tommy Dorsey– y, para muchos, el reemplazante era mejor que el reemplazado. Por ejemplo, su versión de “A Sinner Kissed an Angel”, registrada en 1941 con James, es una verdadera obra maestra. Y en 1943, con “You’ll Never Know”, grabado junto al grupo vocal The Song Spinners, traspasó la barrera del millón de copias vendidas. Y la cantidad de películas que protagonizó en esos años es un indicio de su renombre: Irish Eyes Are Smiling, de 1944 y con June Haver, Billy Roses Diamond Horseshoe, con Betty Grable, y State Fair, con Jean Crain y Dana Andrews (ambas de 1945), Do You Love Me, con Maureen O’Hara (1946), The Shocking Miss Pilgrim, nuevamente con Grable y Carnival in Costa Rica, con Vera Ellen (ambas de 1947) y Up in Central Park, junto a Deanna Durbin, y One Touch of Venus, con Ava Gardner (las dos en 1948). Incidentalmente, en una de esas películas, State Fair, aparecía una canción que se convertiría más adelante en un clásico del jazz y que Haymes grabaría por primera vez. “It Might as Well Be Spring”, con música de Richard Rodgers y letra de Oscar Hammerstein II, ganó el Oscar de ese año a mejor canción original. En la película la cantaba el personaje actuado por Jeanne Crain, que, en realidad, estaba doblada por Louanne Hogan. Haymes actuaba allí pero no cantaba. Sin embargo, ese mismo año registró la canción para Decca, junto a la orquesta de Victor Young, uno de los directores del sello. Y volvería a hacerlo en 1955, con arreglos de Johnny Mandel, en la que sería una de las dos mejores versiones jamás grabadas de esa canción (la otra sería la de Sinatra en Sinatra with Strings, de 1962 y con arreglos de Don Costa).
Casi podría hablarse de vidas paralelas. Haymes y Sinatra actuaron con las mismas orquestas y, ya como solistas, tuvieron los mismos arregladores (Haymes grabó a partir de 1946 con Gordon Jenkins, que una década más tarde orquestaría algunas de las mejores obras de Sinatra, Mandel trabajó también con ambos). Los dos tuvieron grandes contratos cinematográficos en la década de 1940, el primero con 20th Century Fox y el segundo con la Metro y ambos se casaron con las actrices más bellas: Haymes con Joanne Dru, en 1941, y con Rita Hayworth, en 1953, y Sinatra con Ava Gardner. Y, sobre todo, ambos tuvieron problemas con el alcohol y ambos vieron, en un momento, cómo se derrumbaban sus carreras. Francis Scott Fitzgerald dijo alguna vez que no había segundos actos en las vidas norteamericanas. No fue cierto para Sinatra pero sí para Haymes, que a partir de 1955, en que incluso intentaron deportarlo a la Argentina, prácticamente desapareció de la escena. Sus padres habían sido un ganadero escocés y una profesora de canto irlandesa que habían llegado a la Argentina a comienzos del siglo XX y se separaron poco después de su nacimiento, luego de una sequía que los llevó prácticamente a la ruina. Su madre puso un negocio de ropa en Río de Janeiro y al poco tiempo se mudó a París, para instalarse finalmente en los Estados Unidos en 1936. “Les debo a mi madre el haber aprendido a cantar, a Harry James la idea de que cada canción debe ser cantada con todo el corazón y a Tommy Dorsey el saber respirar mientras canto”, eran los reconocimientos de Haymes, que comenzó como locutor, cantó también con orquestas como las de Benny Goodman y Artie Shaw y tuvo uno de los programas de radio más exitosos de su época, The Dick Haymes Show, donde actuaba con la cantante Hellen Forrest. Pero todo acabó muy poco después. En el ’55 se separó de Hayworth y sus borracheras lo habían radiado casi por completo del cine, las actuaciones en vivo y las grabaciones. Hacía tres años que no registraba un solo disco y en diciembre recibió, por parte de Capitol, una especie de última oportunidad. Fueron dos sesiones de grabación, en ese mes y en abril de 1956. La vida de Haymes no mejoró pero editó dos discos notables, ambos con arreglos de Mandel y Ian Bernard, Rain or Shine y Moondreams. Lo que siguió fue un larguísimo ocaso, con ocasionales apariciones en televisión, una larga estadía en Europa en los ’60 y un regreso a los Estados Unidos en la década siguiente, en que grabaría sus dos últimos discos, For You, For Me, Forever More y As Time Goes By, ambos con el trío de Loonis McGlohon. El 28 de marzo de 1980, poco antes de cumplir 62 años, murió de cáncer. No lo recordaba nadie.
Nota: Más allá de numerosas entradas en YouTube y de numerosas antologías, se recomienda una edición en 4 CD que Amazon ofrece a partir de 24 dólares a través de sus expendedores, llamada Golden Years of Dick Haymes, con mucho de lo grabado en Decca entre 1941 y 1952, incluyendo sus dúos con Judy Garland, con Hellen Forrest y sus registros junto a las Andrew Sisters. Con el título For You, For Me, Forever More se consigue una edición en la que se incluyen sus dos últimas grabaciones, el álbum que se publicó originalmente con ese título y el siguiente, As Time Goes By. Existía un CD que agrupaba sus discos del ‘55 y del ‘56 para Capitol, pero es hoy inconseguible (puede, desde ya, buscarse algún enlace para bajarlo de la red).
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