Domingo, 23 de octubre de 2011 | Hoy
VALE DECIR
Cuando el taxista británico Alan Billis falleció el pasado enero de cáncer de pulmón, su última voluntad fue clara: Billis quería volverse una momia. Y nada de disfraces. El hombre de Torquay, Inglaterra, no se dejó enrollar por ningún artificio: lo suyo fue un tributo a la investigación. “La gente ha donado sus cuerpos a la ciencia durante años; si las personas no acceden voluntariamente jamás se descubrirá nada”, declaró antes de morir quien habilitase a un equipo de científicos a practicar los mismos procedimientos de momificación que se usaban 3 mil años atrás con los faraones del Antiguo Egipto. “Si no funciona, no es el fin del mundo. Para mí, no cambia nada. Ni siquiera lo voy a notar”, bromeó.
El experimento, vale aclarar, es parte de un documental televisivo que será emitido el próximo lunes por el canal 4 en el Reino Unido. El protagonista es el mismísimo Alan “la momia” Billis, quien –meses atrás, ya enfermo– accedió a participar tras ver un anuncio en un periódico que decía: “Se precisan voluntarios con enfermedades terminales dispuestos a donar su cuerpo para una momificación”. Clarísimo. Con el apoyo de su familia, Alan no solo dio el “sí”; también se autobautizó “Tutan-Alan”, en referencia al faraón Tutankamón, y se entregó de lleno a las manos del patólogo Peter Vanezis.
¿Qué se verá? Pues, cómo Vanezis remueve todos los órganos de Billis, salvo su corazón y su cerebro, antes de sumergir el cadáver durante mes y medio en un baño de sales especiales. Luego, se mostrará cómo el cuerpo se seca en una sala especial del centro forense de Sheffield y es cubierto con tiras similares a las de las momias egipcias. El proceso, que duró tres meses, pareciera haber sido exitoso. En tres mil años, lo sabremos con certeza.
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