Y un día, la suerte de la norteamericana Olga Horvat cambió: los hijos empezaron a portarse mal y fallar en las materias, sus seres queridos comenzaron a padecer dolencias, el marido tuvo un accidente automovilístico (se salvó, pero después le pronosticaron una rara enfermedad), su propia casa se infectó con chinches y el exterminador le cobró siete mil dólares. Cualquiera diría que la fortuna de esta mujer de Nueva York palideció; cualquiera menos ella. Para Olga, la explicación era otra: su recién adoptada perrita caniche toy —traída de Nebraska a NYC— estaba poseída y, como cualquier fuerza demoníaca que se jacte de tal, perjudicaba su hogar.

“En los cuatro meses que la tuvimos, de mayo a septiembre de 2006, no comió, durmió ni aprendió simples comandos. Era feliz, pero algo la estaba manipulando”, contó Horvat sobre el can al que le ha dedicado el libro Paranormal Pooch, donde relata las (difíciles de creer) experiencias y al que ha definido como una cruza entre Twilight Zone y un thriller de Stephen King, pero basado en un caso real y con un final verdaderamente shockeante e inspiracional. Allí, además de culpar al animalito por la mala racha, Olga asegura que Princesa (tal es el nombre de la perra) parecía embrujada, no entraba a ciertos cuartos pero miraba fija su puerta y caminaba por la arena ¡sin dejar huellas!, como si flotase, entre otros detalles.

Conmovida por su propia realidad, una Horvat “benefactora” ahora quiere evitar que otros atraviesen su traumática situación; por eso provee a crédulos de colgantes que —al parecer— bloquearían la energía electromagnética y los malos espíritus. Como artista que es, los crea ella misma y tiene dos versiones: bijouterie antidemonios para seres humanos a 197 dólares; para mascotas, a 11. Una ganga. Y aunque muchos se mantienen escépticos ante la historia y los micro-emprendimientos montados a su alrededor, la mujer no se preocupa: “No trato de convencer a nadie. No van a cambiar sus ideas hasta que no pasen por una situación similar”.