Domingo, 16 de septiembre de 2012 | Hoy
VALE DECIR
Porque nada dice “te quiero” como una experiencia traumática, un sádico empresario ruso de 30 años decidió poner a prueba el amor de su novia simulando su propia muerte. Para semejante momento, Alexey Bykov no escatimó en gastos: contrató a un director de cine, a especialistas en efectos especiales, a maquilladores y a un guionista que recrearon el accidente automovilístico en el que él sería la “víctima fatal”.
Tras poner la parafernalia teatral en marcha, el excéntrico (y desconfiado) ruso citó a Irina, su chica, y la esperó desparramado en el asfalto, falsamente ensangrentado, con un paramédico (léase un actor interpretando a un paramédico) que simulaba resucitarlo. Frente a tan trágico cuadro, la mujer comenzó a llorar y las lágrimas se volvieron torrente al escuchar que su novio acababa de morir. Giro dramático para un final de novela que, como mal culebrón, sumó una falsa resurrección.
Y a un Bykov tan feliz por la reacción de su novia que no pudo más que abrir los ojos y pedirle matrimonio. “Yo quería que ella se diera cuenta de lo vacía que sería su vida sin mí, que no tendría sentido seguir adelante. Creo que funcionó”, explicó luego el hombre, que tuvo que prometerle a su amada que no repetiría la artimaña. “Estaba tan enojada que casi lo mato... pero esta vez, de verdad”, aseguró ella. Aunque, desde Omsk con cariño, le dio el sí a su creativa (y, por qué no, cruel y perversa) media naranja.
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