Domingo, 16 de septiembre de 2012 | Hoy
HISTORIETA > VITAMINA POTENCIA, DE FIERRO A LA NOVELA GRáFICA
Pensada por sus autores a fines de los años ’90, cuando en Argentina directamente no se editaban historietas, Vitamina Potencia fue publicada en Fierro y ahora tiene su merecida edición completa. Bajo la influencia de Titanes en el ring, Bagdad Café y algo de los Cuarteles de invierno, de Osvaldo Soriano, Federico Reggiani y Angel Mosquito cuentan la historia de Milton y Lagartija, dos ex luchadores de catch que vagabundean de pueblo en pueblo, sobreviven y, a veces, se divierten.
Por Martín Pérez
Una de luchadores, pero en serio. Así fue como nació la idea que llevó al dibujante Angel Mosquito y al guionista Federico Reggiani hasta Vitamina Potencia. A partir de una película vista de casualidad en el cable, un drama en blanco y negro en el que un joven Martín Karadagian sufría por haber matado a un colega en el ring. “El asunto es que las historias no sucedieran arriba del ring, sino debajo”, explica Mosquito, que según Reggiani es el que comienza todas las historias que han hecho juntos. Por eso hay que prestarle atención cuando el dibujante agrega que hay otro punto de partida además del titán en el ring. “Bagdad Café”, menciona, algo enigmáticamente. “Quería dibujar historias con personajes y ritmo como en la película Bagdad Café. El desierto. O la pampa. Y los personajes raros.”
Titanes en el ring y Bagdad Café, entonces. Esa es la extraña ecuación que da como resultado Vitamina Potencia, una historieta que es casi un mundo, llena de personajes y de épocas, un universo del que Mosquito y Reggiani ya han completado –después de publicarlas en la revista Fierro– una cantidad de páginas suficientes para publicarlas en el formato de libro. Pero saben que pueden ser muchas más. “Hay algo fantástico en el Borges de Bioy, que es cuando los dos se burlan de las historias que no están totalmente imaginadas”, señala Reggiani. “Antes de empezar a escribir Vitamina Potencia pensamos mucho cada uno de los personajes. Contamos mucho menos de lo que sabemos, y por eso es que siempre hay una historia más para mostrar.”
Cuando comenzaron a imaginar Vitamina Potencia, a fines de los ’90, el mundo de la historieta local era un páramo. Reggiani y Mosquito se habían conocido leyendo sus fanzines, Sangre, sudor y lágrimas y Morón suburbio, respectivamente. “Me gustaban los diálogos”, dice Mosquito del fanzine de Reggiani. “¡Por fin una historieta alternativa de verdad!”, dijo Reggiani ante Morón. Se empezaron a cartear –“cartas de verdad”, aclara Reggiani– y a hacer historietas juntos, que mandaron a todos los concursos que pudieron encontrar. “Nunca ganamos nada, pero siempre nos mencionaban”, cuenta.
Vitamina Potencia fue la primera de esas historietas pensadas realmente para ser publicadas, aun cuando haya pasado casi una década antes de que encontrara su lugar en las páginas de Fierro. Todo el guión estuvo listo desde entonces, así como las primeras treinta páginas. Las últimas sesenta recién las dibujó Mosquito cuando empezaron a ser publicadas. “En el tiempo que pasó entre unas y otras, ilustré libros escolares, completé las historietas El otro y El granjero de Jesú y estudié una carrera”, enumera Mosquito. Tal vez por eso Vitamina Potencia completo sea como presenciar un curso de historieta en tiempo real. Cada historia es mejor que la anterior, no sólo en el dibujo o los diálogos, sino en la forma de contar. “Mosquito es un maestro en el arte de las secuencias”, aplaude Reggiani.
Con la lección bien aprendida de los hermanos Hernández y su Love & Rockets, pioneros del comic alternativo norteamericano, que han construido un universo propio contando sus vidas a partir de historietas de todos los tamaños y formatos, Reggiani y Mosquito construyen la historia de Milton Kovadonga y Lagartija Gómez a partir de capítulos cortos. Para que se pudieran publicar, explican sus autores, en una época sin revistas de historietas. Podían ser unitarias. Podían ser una serie. Todo era posible. La historieta inicial es ejemplar: muestra a los dos protagonistas siendo estafados en un pueblo chico, ya al final de su carrera. Fracasados, pero felices. “Es que depende lo que quieras decir con fracasados”, explica Mosquito. “Porque los tipos parecen ser más felices en ese ocaso de su carrera, que en su momento de mayor fama.”
Alrededor de Milton y el Lagartija va apareciendo un mundo. Lleno de mujeres con personalidad, además. Primero es el que habita esa localidad perdida en medio de la nada, un Bagdad Café que es también Colonia Vela, la ciudad donde van a perderse los boxeadores que Osvaldo Soriano imagina en Cuarteles de invierno. Pero las historias, minimalistas, van y vienen en el tiempo, recorren toda la vida de los luchadores. Ese pasado supuestamente exitoso. El presente –ambientado en los ’90, cuando sus autores imaginaron originalmente la historia– que los encuentra deambulando de pueblo en pueblo. Y como el desfasaje temporal les permite imaginar un nuevo presente aún más decadente, han agregado a modo de prólogo y epílogo gags en los que sus luchadores ya ancianos recuerdan sus aventuras.
“Lo que más me gusta de Vitamina Potencia es que la terminamos”, se ríe Mosquito. “El triunfo es lograr que pasen cosas”, dice Reggiani. “Porque si fuese por mí, yo los pondría a los dos protagonistas hablando y hablando.” Sin nada que envidiarles a cualquiera de sus referentes –titánicos, cinematográficos o historietísticos–, Vitamina Potencia es una obra admirable y querible, que se disfruta tanto página a página como en su totalidad. Cada personaje, incluso el más secundario, puede tener su historia. Y a pesar de que amenaza con un mundo de disfraces, máscaras y tomas de catch, cuenta la historia de luchadores que pelean por sus vidas con algo más que los puños. Aunque saben dar unos buenos bifes cuando hace falta.
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