Domingo, 1 de junio de 2014 | Hoy
VALE DECIR
Que no todos los trabajos son vocaciones es una verdad cantada. Así y todo, la suerte que han dispuesto las cartas (de los guionistas) ha dejado una marca de agua indeleble en ficcionales personajes, eternizados en tal o cual profesión. Al menos, hasta que dos diseñadores italianos, Benedetto Papi y Edoardo Santamato, pusieran a trabajar la imaginación y, considerando las habilidades demostradas por ciertos protagonistas del cine y la televisión, los destinasen a nuevos horizontes. Con esa idea entre ceja y ceja, llega segundo y definitivo paso: crearles tarjetas de presentación para sus, ejem, trabajos.
Con ese toque realista, la dupla consideró: “¿Qué sería de las Tortugas Ninja de no ser “ninjas”?, y la respuesta les saltó a la vista: maestros pizzeros, dueños de una tiendita a toda masa. ¿Y Sauron, de El señor de los anillos? Pues, dada su fascinación por ciertas joyas, diseñador de alhajas. En el caso de Buscando a Nemo, la imaginación se evidenció negra, negrísima, convirtiendo al film en un sushi bar. Algo similar a su reinterpretación de Titanic, que abandonó su destino trágico y náutico para pasar a ser una escuela de... buceo. ¿Otros iluminados ejemplos? El de Hal 900, un guardia de seguridad de inteligencia artificial, o Alex de La Naranja Mecánica, dedicado a repartir, sí, botellas de leche.
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