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Domingo, 9 de julio de 2006

PáGINA 3

Perro que habla no muerde

 Por Temple Grandin

Según un dicho aborigen, los perros nos humanizan. Algunos pensamos que quizá sea cierto. Los humanos no nos habríamos convertido en lo que somos si no hubiéramos evolucionado con los perros.

Yo creo que también es cierto, aunque en un sentido distinto, que todos los animales nos humanizan. Por eso espero que empecemos a pensar en la inteligencia y el talento de los animales de forma más respetuosa. Sería beneficioso para los humanos, porque hay muchas cosas que nosotros no sabemos hacer y los animales sí. Podríamos usar su ayuda.

Pero también sería beneficioso para los animales. Los perros empezaron a vivir con los humanos porque unos y otros se necesitaban.

Ahora los perros siguen necesitando a los humanos, pero éstos han olvidado lo mucho que necesitan a los perros, aparte de por el cariño y la compañía. Probablemente eso esté bien para un perro criado para que sea animal de compañía, pero muchos perros de las razas más grandes y casi todos los mestizos se crearon para trabajar. Tener un trabajo que hacer forma parte de su naturaleza; es su razón de ser. Lo lamentable es que ahora que casi ninguno desempeña su función de pastor de ovejas, casi todos están sin trabajo.

No tiene que ser así. He leído una pequeña historia en Internet, en el sitio de la American Veterinary Medical Association, que demuestra las cosas increíbles que son capaces de hacer los animales, y qué harían si les diéramos la oportunidad. Se trata de la historia de un perro llamado Max que había aprendido él solo a detectar los niveles de glucemia de su dueña, incluso mientras ésta dormía. Nadie sabe cómo lo hacía, pero supongo que el olor de las personas debe variar ligeramente cuando su glucemia es baja, y que Max lo percibía. Su dueña tenía diabetes aguda y, si le bajaban los niveles de glucemia durante la noche, Max despertaba a su marido y no lo dejaba en paz hasta que se levantaba y se ocupaba de ella.

No hay más que pensar en esa historia unos segundos para comprender lo mucho que tienen que ofrecer los perros. Los perros y muchos otros animales.

La gente siempre se extraña de que yo pueda trabajar en la industria cárnica teniendo tanto cariño a los animales. He pensado mucho en ello.

Recuerdo que cuando creé el sistema de contención de riel central miraba los cientos y cientos de animales que se arremolinaban en sus corrales. Me alteraba el hecho de que acababa de diseñar un matadero verdaderamente eficaz. Las vacas son los animales que más quiero.

Mirando a aquellos animales comprendí que ninguno de ellos existiría siquiera si los seres humanos no los hubieran creado. Y desde aquel momento, siempre he creído que traemos aquí a estos animales, así que somos responsables de ellos. Les debemos una vida decente y una muerte decente, y su vida debe ser lo menos tensa posible. Ese es mi trabajo.

Ahora estoy escribiendo este libro porque deseo que los animales tengan algo más que una vida poco tensa, y muerte rápida y sin dolor. Deseo que los animales tengan una buena vida, también, con algo útil que hacer. Y creo que se la debemos.

No sé si la gente será capaz de hablar con los animales algún día como podía hacerlo el doctor Doolittle, ni si los animales serán capaces de contestar. Tal vez la ciencia tenga algo que decir al respecto. Pero sé que la gente puede aprender a “hablar” con los animales y a escuchar lo que tienen que decir mejor que hasta ahora. También sé que muchas veces la gente que puede hablar con los animales es más feliz que la gente que no puede hacerlo. Las personas también fuimos animales hace tiempo y, cuando nos convertimos en seres humanos, renunciamos a algo. Estar cerca de los animales nos lo devuelve en parte.

Este fragmento pertenece al libro Interpretar a los animales (Editorial Del Nuevo Extremo) que acaba de ser publicado en castellano. Su autora,Temple Grandin, es autista y también especialista en la enfermedad, doctora en Ciencia Animal en la Universidad de Illinois. Activista de los derechos de los animales, ha encabezado la reforma de la calidad de vida en la ganadería en su país. La acompaña como redactora Catherine Johnson, especialista en neuropsiquiatría; dos de sus hijos son autistas.

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