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Domingo, 3 de septiembre de 2006

PáGINA 3

Lo que sé

Estas palabras fueron extractadas de diversas entrevistas que le realizaron a lo largo de su vida.

 Por Glenn Ford

Las migraciones por discriminación racial son una forma de genocidio, tal como lo reconocen las convenciones de Ginebra. La destrucción de la cultura de un pueblo, por acción oficial o vil inacción, es una ofensa contra la humanidad.

Una tradición importante que tenemos en la iglesia negra es la de ir a misa bien vestidos: es para que todos se den cuenta de que estamos adorando.

Hice una película llamada La torre blanca al pie del Mont Blanc. Si algo aprendí de aquella experiencia fue que es más difícil bajar una montaña que subirla. Mucha gente no se da cuenta de eso. No hay que olvidar que cuando uno sube está viendo la montaña. Cuando uno desciende, no está viendo nada.

Nunca pensé que me convertiría en actor. Ni siquiera lo consideraba porque mucho tiempo atrás me dijeron que no daba el tipo. Empecé como asistente del director de escena. Fui el director de escena de Tallulah Bankhead en tres espectáculos, por ejemplo. No sé cómo es ahora, pero el asistente del director de escena tenía que tener preparados varios personajes. Uno debía estar listo para salir al escenario en cualquier momento si el actor no llegaba a tiempo a la obra. No me parecía nada del otro mundo.

Un día me di cuenta de que el tipo que no había llegado, y al que tuve que salir a cubrir, estaba ganando unas cincuenta veces más que yo. Así que pensé: “Esto es tonto”, y me hice actor. Pero nunca pensé que iba a terminar en las pelícuIas. Eso estuvo mucho más allá de lo que yo jamás había soñado.

Yo hice todas mis escenas a caballo. Pero siempre he tenido buenos dobles de riesgo trabajando conmigo. Ellos son los que hacen que las cosas se vean mejores que como realmente son.

Realmente no importa si es el villano o el héroe. A veces el villano es el más interesante. Pero prefiero un personaje que el espectador no sepa qué es hasta el final.

Un actor debería estar listo para interpretar cualquier papel dentro de lo razonable. Por ejemplo, creo que lo más ridículo que podría hacer yo sería tratar de interpretar Shakespeare.

¿Que las mujeres se enamoraron de mí? Querrán decir que todo hombre en el mundo que vio Gilda se enamoró de Rita Hayworth. Como yo.

Creo que Gilda sigue siendo tan popular porque la gente se da cuenta de que es una historia verdadera –que Rita y yo estábamos muy enamorados–. Y seguimos sintiendo un gran afecto mutuo. Creo que la electricidad se vio en la pantalla. No sé. Yo realmente estaba enamorado de Rita.

La gente se ríe cuando digo que no soy un actor, pero no lo soy: hago de mí mismo. Nunca he interpretado a nadie que no sea yo mismo en la pantalla.

Cuando estoy en cámara, tengo que hacer las cosas de una manera bastante parecida a como las hago en mi vida cotidiana. Eso le da al público algo real con lo cual identificarse.

Francamente no veo gran diferencia en la industria del cine. La única diferencia podría ser que ya no se toman tanto tiempo como antes. Por ejemplo, hacen en un día lo que antes nos llevaba una semana.

El western es un mundo de hombres y me encanta.

William Holden y yo no éramos sólo buenos amigos. Fue mi mejor amigo. Todavía lamento mucho su pérdida.

Mi papá era mi héroe. Para mí era lo más grande que había. Lamentablemente, murió en 1940 cuando yo recién empezaba a actuar en las películas, pero creo que murió sabiendo que mamá y yo íbamos a estar bien porque yo estaba haciendo mi quinta película en aquel momento.

Mis padres llegaron a California desde Canadá en 1922. Mi papá trabajaba para el Canadian Pacific Railroad, pero acá en California conducía el tranvía en Venice. Los fines de semana, cuando yo no estaba en la escuela, lo ayudaba. El trabajaba duro y era un hombre orgulloso que se consagraba a su familia.

Si me apuran, siempre digo: sólo tengo una velocidad aparte de ésta, y es más lenta.

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Glenn Ford (1916-2006), en The Sheepman, de Georges Marshall, donde actuó con una jovencísima Shirley MacLaine.
 
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