PáGINA 3
CHAU, CACHIVACHE 3
Desde Barcelona)
Por Rodrigo Fresán
UNO
El jueves pasado, antes de salir de la casa/prisión/set del Gran Hermano made in Spain, el argentino Matías Fernández Monteverde, alias Tone alias Cachivache, se agachó junto al borde de su querido jacuzzi, humedeció la punta de sus dedos, se santiguó y con esos ojitos brillosos y esos dientecitos siempre feroces, dijo: “Gracias a esta agua que tanto me ha dado”. Es verdad: nunca un hombre le debió tanto a una piletita burbujeante. Pero en ocasiones las bendiciones mutan a condenas. Ahí adentro –ya lo informamos– Cachivache se apretó a Ana, a Judith, a Rocío, y el apretarse a Inma(culada) mientras cantaba “Salud, Dinero y Amor” de Andrés Calamaro probó ser la gota que desbordó el jacuzzi: el argentino potencia de la Madre Patria salía expulsado con el 66% de los votos de la audiencia. “Un campeón a veces cae”, canta también Calamaro, y algunos no podían creerlo. Otros se la veían venir. Injusticia o castigo –“se patinó cincuenta millones de pesetas por un jacuzzi”, dictaminó su amigo, el parco y casi malevo Ramón, poniendo cara de pensar “Pero ¡qué nabo el Cachivache!”–, lo cierto es que nuestra cruza de surfista zen con Lando Buzzanca pasaba a mejor vida. Y hay algo de experiencia estilo Más Allá en ese rito de salir de Gran Hermano: uno se despide de sus seres queridos, atraviesa un túnel, va hacia una luz y se reencuentra con todos esos otros seres queridos que murieron antes que él y que lo estuvieron mirando desde el otro lado. ¿Qué fue lo que dijo Cachivache al llegar a estudios centrales y/o el cielo? Cachivache –juro– entró y dijo: “Guaguaguaguagua”. Estaba claro: Cachivache ya extrañaba el agua.
DOS
Cachivache llegó sonriendo a estudios centrales y dijo: “Extraño el mar... Pero en Madrid no hay, ¿no?”. “El pájaro ha volado”, comentó emocionado Pedro, español y profundo, uno de los cuatro que quedan adentro y –si me preguntan– quien debería ganar la final por haber demostrado ser un tipo fuera de serie y, sobre todo, muy diferente al monstruo habitual de estas monstruosidades catódicas. Cachivache lo define como “un mago, un Copperfield”. Por algo será. El resto de los “habitantes” –la sueca-gallega Desi, su novio-narciso Nacho y el ex seminarista-romántico Rafa– la verdad que me importan poco y nada. Ojalá que gane Pedro; y ayer España toda tembló con la expulsión de Cachivache, que es un truhán y un señor y un bon vivant bohemio y minimalista. Todo eso y mucho más es Cachivache, y así se lo hizo saber a una audiencia entregada con la siguiente frase en el siguiente idioma: “¡Cómo me gustaría que me clonaran! Que hubiera un Matías y un Tone y un Cachivache... Porque a mí un solo cuerpo no me alcanza para disfrutar esta vida tan hermosa. Una vida que ió me la bebo como si fuera un juguito, eh, ah, uh, guau, un zumito, ¿sáe?”. Su novia Rocío –en estado de duda sentimental después de que lo vio comerse a Inma en el jacuzzi– lo miraba arrobada. “Perdón, mi cachetona”, le dice Cachivache, y Rocío es una especie de, sí, clon de Selena –aquella mesiánica cantante tex-mex asesinada– con star clase Z de cine porno. Seguro que Rocío lo perdona, porque aquí todas pero todas están calientes con Cachivache. Hasta la conductora del programa –Mercedes Milá, una especie de Mónica Mihanovich Cahen D’Anvers Mascetti pero que dice algo más que onomatopeyas monosilábicas, por lo que casi siempre extraño a Mónica– lo miraba arrobada mientras le daba al rewind y al replay una y otra vez para que viésemos hasta el hartazgo o el orgasmo los tapes de las conquistas acuáticas de este animal anfibio y argentino for export metiéndole la lengua hasta las respectivas nucas de chicas ibéricas. Cachivache –también fascinado por verse in fraganti, devorándose a todas las hembras como aquel cacharadoon carcharias o como se escriba, da igual, en Tiburón– sólo atinaba a decir, susurrando, sonriendo, ojos húmedos: “La verdad que ió me la pasé de puta madre, ¿sáe? Y... uy... ¿ésa que estoy besando quién es?”
TRES
Afuera –junto a sus víctimas y sus victorias– también lo esperaba la que acaso sea la mujer más valiente de la Galaxia Cachivache: su madre, especialmente fletada a Telecinco para la ocasión. La madre de Cachivache es igualita a la inolvidable Cachorra de Locuras de Isidoro, pero unos cuantos años después. Ya saben: tiraron abajo Mau-Mau, el Coronel Cañones no tiene quien le escriba, Isidoro debe ser dueño de varias causas perdidas por cosas que hizo durante el menemato, y se acabó eso de invitar “whiskachos para todos”. Cachivache y Cachorra se fundieron en edípico abrazo, Rocío seguramente pensó que así no se abraza a una madre, y a Mercedes Milá le dio celos y los separó preguntando: “¿A que Cachivache ya es muy famoso en la Argentina?” “Más o menos... Salió algo en algunos diarios”, contestó Cachorra, y yo temí que me insultara en vivo y en directo (no lo hizo) y todos aplaudieron, como si Cachivache se hubiera convertido en el nuevo Lula y próximo presidente de nuestro tan sufrido país, y mejor no lo pienso ni siquiera en broma, ¿sáe?
CUATRO
Pero tengo que reconocer algo: Cachivache creció a la hora de la salida, se lo tomó con gracia y casi en joda, revisó sus pasadas hazañas –a las que resumió con un “¡Cachivache total!”–, dijo que en ocasiones “ió me sentí en un culebrón, ¿sáe?”, no cayó en ninguno de esos arrebatos à la final de Titanic en los que suelen caer los expulsados, tal vez pensando que ése es el momento en que se juegan su continuidad televisiva en otros programas, otros ámbitos, la misma mierda. Cachivache, seguro, se paseará por todos ellos, ganará dinero, pero –me parece, todo parece indicarlo– pasándola de primera, fierita. Porque a no olvidarlo: si la madre de Cachivache es Cachorra, entonces el padre tiene que ser Isidoro. Y los genes no engañan y, bueno, dale, que los raelianos clonen a Cachivache. Y que una banda de Cachivaches surfistas y asaltantes de libidos se desparramen por el planeta. Total, no va a hacer nada peor que lo que está haciendo Bush con sus cachivaches, sus expulsiones, su afán de Big Brother.
CINCO
Después de Gran Hermano llegó el turno de Crónicas marcianas, late show que arrasa en los rankings españoles desde hace siglos y donde los concursantes de pasadas ediciones de Gran Hermano se juntan para insultarse, analizar al presente Gran Hermano y seguir insultándose. Entre tanto grito, llanto y amenaza destaca la figura de Carlos Latre, el imitador más genial que jamás he visto y oído en mi vida. El viernes a la madrugada, para conmemorar la salida de Cachivache, Latre se disfrazó de Maradona. Un Maradona gordo, con una pelota dorada en la mano y una aureola triangular suspendida mágicamente sobre su pelambre caniche. “¿Cómo estás, Diego?”, le preguntó el conductor de Crónicas marcianas. “¿Cómo voy a estar? El Diego está gordo, enorme, desproporcionado”, respondió con esa voz y esa mueca para, ipso facto, zambullirse debajo de la mesa, inspirar ruidosamente, salir con la nariz manchada de blanco, arrojarse sobre una de las pulposas bailarinas del programa, meterle una mano de Dios en el culo y gritar como sólo puede gritar el más poseedor de los poseídos: “¡¡¡POBRE PIBE, LO QUE LE HICIERON, BOLUDO!!! ¡¡¡LE CORTARON LAS PIERNAS A CACHIVACHE!!!”
Sí, sí, sí, argentinos: campeones morales otra vez.