PáGINA 3
La revuelta piquetera
Por Toni Negri
¿En qué consiste la experiencia argentina? ¿Hablan estas situaciones de una nueva configuración de sujetos revolucionarios? ¿Estamos en presencia de una nueva Comuna de París? Y el parangón siempre tan peligroso: ¿Será ideología aplicada a la realidad? Pero quizás aquí sí valga la pena. Aquí hay algo nuevo: el hecho de que la violencia del choque con el poder haya permitido deconstruir la continuidad de las relaciones sociales y políticas que habían detenido el desarrollo argentino y abrir nuevos dispositivos singulares y subjetivos que construyen una nueva composición de resistencia y de deseo, de contrapoder. La Argentina –las luchas de su proletariado, las paradójicas confluencias de estratos de sus capas medias hacia este último– conmovió el cuadro de análisis tradicional de la lucha de clases y sobreimprimió a los ritos habituales de la izquierda la invención de comportamientos nuevos, inesperados e intempestivos. Así como Marx oponía los comunardos a la sinagoga socialista, así nos llega hoy de la Argentina un ejemplo de nuevas constituciones de la multitud. Es el ejemplo que puede localizarse esencialmente en las luchas documentadas por Piqueteros: la revuelta argentina contra el neo-liberalismo, el libro del Colectivo Situaciones.
A una radical crisis institucional (“Que se vayan todos” era un grito que denunciaba y registraba la condición minoritaria a que habían quedado reducidos los partidos políticos tradicionales), a una consecuente caída de la legitimación de la función representativa (que participaba de una corrupción pública y privada general), a una crisis política (probada por la imposibilidad de reponer los habituales modelos de alianza constitucional entre clases sociales y de hegemonía burguesa sobre el sistema), a una crisis financiera (de pago de la deuda y de inversión de los flujos de la periferia al centro) y –por último– a una profundísima crisis social que destruía la capacidad productiva (desocupación extrema, precarización salvaje del empleo) y reproductiva (crisis de la instrucción pública, de la salud), a todo esto respondía un contrapoder multitudinario que se organizaba en sistemas autónomos de producción, intercambio y organización política, en formas totalmente originales. De la autogestión obrera de las fábricas a la ocupación masiva de edificios públicos por parte de las asambleas barriales, de la construcción desde abajo de una nueva moneda (y de un nuevo mercado y de nuevas modalidades de cambio) al ejercicio revolucionario de la fuerza legítima por parte de los piquetes, lo que se evidencia es una constitución autónoma de las multitudes que lleva consigo una energía de convicción universal y recomposición social igualitaria.
El martirio de las generaciones destruidas por la dictadura militar de los años 76-83 y la desesperación de las poblaciones insurgentes contra la globalización neoliberal de los años ‘90 encuentran aquí la verdad de una experiencia nueva en la radical construcción social. Cuando hoy se dice que “un mundo nuevo es posible”, si no queremos ser sicofantes que nos acariciamos el ombligo diciendo mentiras debemos tener el coraje de imaginar la posibilidad de imaginar de una manera nueva, de no temblar ante las amenazas de los apologetas capitalistas, de inventarnos la posibilidad de una nueva moneda, de pensar que es posible organizar el trabajo, un “trabajo digno”.
No sé qué sucederá en América latina en la próxima década. Sólo sé que el continente está desarrollando su actividad en un laboratorio social extremo y eficaz. Sea cual fuere, y por subjetiva que se la piense, la distancia que hay entre los piqueteros argentinos y el brasileño Lula resulta mínima: el laboratorio América latina se levanta de manera eficaz contra el unilateralismo del capitalismo norteamericano global. Mutatis mutandis, América latina está metiendo una cuña subversiva dentro y contra la globalización, y esta cuña corresponde a lo que los movimientos están produciendo en Europa. La experimentación social y política en laArgentina –con sus increíbles coaliciones entre desocupados organizados y elementos de las clases medias empobrecidos por el Fondo Monetario Internacional– muestra por un lado la construcción de la multitud y por otro la imposibilidad de oponer resistencia dentro de los espacios del Estado-nación. Así, en un Sur con coraje civil pero paupérrimo y un Norte rico pero socialmente desintegrado, se forman piquetes de resistencia. El libro del Colectivo Situaciones compone fragmentos de un discurso global, fundando en la experiencia de lucha argentina, una investigación que es directamente organización de lucha. Los contenidos políticos comunistas de estas luchas son evidentes (como es evidente que los medios europeos no informan al respecto). Lo cierto es que se puede y se debe tomarlas como un punto de partida. Cuando enfrentamos el problema del contrapoder y lo referimos, fuera de experiencias anárquicas y/o espontaneístas, a la crisis actual y al modo en que el éxodo (que es una de las figuras del contrapoder) puede desarrollarse; cuando nos damos cuenta de la enorme disimetría entre los medios de represión y el desarrollo insurreccional de las multitudes; cuando el problema del “dualismo del poder” se replantea en condición biopolítica, entonces empezamos a entrar “en situación”. Gracias a los piqueteros argentinos, que inventaron formas extraordinarias de protesta y de organización desde abajo; gracias a las asambleas populares, que están reinventando medios de intercambio y de gestión de los servicios sociales; gracias a los militantes, que organizaron las nuevas redes de comunicación subversiva; gracias –finalmente– al Colectivo Situaciones, que en el vital intercambio con la multitud sabe darnos información crítica y reflexión esperanzada.