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Domingo, 30 de marzo de 2003

La tormenta de arena

“Ningún ataque terrorista puede amenazar de verdad a ningún Estado estable y con bases firmes, pero el número de países estables no es tan amplio como creemos.”
Eric Hobsbawm

Por Walter Oppenheimer

Eric Hobsbawm (1917) lleva en sus venas la historia de Europa. Accidentalmente nacido en una Alejandría de la que no tiene más noción que lo leído en los libros, este historiador inglés y judío que nunca ha renegado de su fe en el comunismo bien entendido pasó su niñez en Viena, su adolescencia en Berlín y su vida adulta en Londres, con largas estancias en Nueva York y frecuentes viajes a Francia, Italia y España. Acaba de publicar la traducción castellana de su autobiografía Años interesantes. Una vida del siglo XX (que el mes que viene se distribuirá en Buenos Aires), un texto en el que apenas asoma su propia familia y que complementa su anterior obra sobre un siglo que Hobsbawm data de 1914 a 1991.
Su formación, sus vivencias, sus inquietudes, su edad y su clarividencia hacen de él un tertuliano reposado y reflexivo en estos tiempos de acelerado trasiego político. En esta entrevista, en su acogedora casa del norte de Londres, junto a las suaves colinas de Parliament Hill, Hobsbawm rezuma una enseñanza: hay que huir del corto plazo para comprender el porqué de las cosas. Sobre todo de las cosas de estos días.
Usted sostiene que no es el 11 de septiembre, sino la posición adoptada desde entonces por el gobierno de Estados Unidos lo que está cambiando el mundo.
–Sí, así lo veo. Lo básico, lo estratégico y otras situaciones del mundo no han cambiado. Estaba muy claro para mí, para todos, desde los días de la guerra del Golfo, que ninguna amenaza militar desde el Tercer Mundo ni nada podría de verdad amenazar a Estados Unidos. Las potencias occidentales, y en particular Estados Unidos, eran capaces de ganar todas las batallas. Quizá exceptuando su conflicto con China. Ha habido también un largo período en el que algunos países han tenido que convivir con el terrorismo. España e Inglaterra, por ejemplo, han vivido durante mucho tiempo en una situación en la que los grupos terroristas han existido, han podido ser controlados pero no han podido ser eliminados. Sin embargo, hemos vivido sin perder la calma. Creo que la novedad no está en el 11 de septiembre, sino en que hay un grupo muy concreto de políticos estadounidenses que tienen el objetivo de proclamar la hegemonía de Estados Unidos en el mundo como superpotencia y han utilizado esta oportunidad para empezar.
¿El mundo sería muy diferente con Al Gore?
–Sí. Pero las tendencias a largo plazo hacia la proclamación de algún tipo de hegemonía estadounidense se hubieran mantenido, porque la superioridad económica, política y sobre todo militar de Estados Unidos es enorme. No hay otra potencia. Pero, si Al Gore hubiera sido el elegido, ahora no estarían abocados a una guerra con Irak.
Pero es difícil imaginar que el gran poder de Estados Unidos no se manifieste ya de una manera u otra, con Gore o con Bush.
–Estados Unidos ya era un gran poder con Clinton. Pero una de las razones por las que el gobierno norteamericano es capaz de hacer esto, y en particular este gobierno, a pesar de que no tiene una mayoría fuerte —de hecho no tuvo la mayoría de los votos– y de que hay una considerable oposición a ello, es la gran despolitización de la gente, que hace que en Estados Unidos no intervenga en el proceso político.
Europa ve cómo crece el poder estadounidense al tiempo que vive su propio y constante declive. ¿Qué es mejor en ese caso: el enfrentamiento directo de Francia o el intento de Tony Blair de calmar el radicalismo e influir en Estados Unidos?
–El peligro para los políticos es ver las cosas a corto plazo o como mucho a mediano plazo. Y pensar de manera pragmática a corto plazo. Hay mucha gente que ahora piensa que hay un solo poder mundial y que si no podemos batirlo hay que unirse a él, o por lo menos llegar a un entendimiento. Estar en el lado de Estados Unidos evita problema y permite conseguir ventajas. A largo plazo, en realidad, uno se pregunta cuál será la situación del mundo. Quizá porque he vivido bastante, no creo que hayademasiadas posibilidades de que ninguna potencia sea hegemónica mucho tiempo. Es imposible decir cómo va a acabar la hegemonía norteamericana, pero es imprudente pensar que va a ser permanente a largo plazo.
¿Cómo imagina que será el mundo dentro de 60 u 80 años? ¿Habrá otra superpotencia que sustituya a Estados Unidos? ¿Será de nuevo un mundo multipolar?
–No lo sabemos. Creo que el modelo del siglo XX de conflictos entre potencias ya no es verosímil por mucho tiempo. Por todo lado, hay una situación de permanente guerra potencial a subguerra. En parte, o sobre todo, por la creciente desintegración o debilitamiento de los Estados nacionales. Ahora ya no estamos en una situación en la que cualquier país puede dar por descontada la lealtad de la gente y su voluntad de obedecer las leyes y hacer lo que los Estados esperan que hagan. El otro aspecto importante es que, en particular desde la Guerra Fría y debido a ella, el mundo se puede recorrer con armas transportables y muy peligrosas. Eso hace más posible para grupos relativamente pequeños, no diré retar a las potencias porque eso está fuera de duda –en definitiva Al-Qaida no es un serio peligro para Estados Unidos–, pero sí dar golpes que amenazan la paz y la vida cotidiana. Desde luego, y en gran parte por los 20 o 30 años de políticas internacionales neoliberales que han permitido la acumulación de riquezas enormes en manos privadas, es posible para grupos privados financiar ataques militares bastante serios. Ninguno de estos ataques puede amenazar de verdad a ningún Estado estable y con bases firmes, pero el número de países estables no es tan amplio como creemos. La principal huella del siglo XX no es la huella de la guerra mundial, sino la huella de la guerra civil rusa de 1917 a 1920 con la intervención de otros Estados extranjeros. Ése es el peligro y ahí reside la incertidumbre. El verdadero peligro en el mundo es la deliberada desestabilización del orden internacional de la actual política de la administración Bush.
¿Está esa política incitando los ataques, creando el problema del terrorismo?
–No, no estamos creando el problema del terrorismo, pero no lo estamos afrontando de la manera adecuada. El problema del terrorismo, como sabemos en España y en el Reino Unido, no se puede eliminar simplemente de un soplido.
¿Qué está ocurriendo entre el Islam y el cristianismo?
–Las viejas ideologías de progreso e ilustración, incluyendo el socialismo y el comunismo, se han debilitado y ahora hay tres grandes ideologías. Una es la utopía del libre mercado absoluto. La segunda, la xenofobia. Y la tercera, el fundamentalismo, pero no sólo el fundamentalismo musulmán. No deberíamos desestimar el fundamentalismo cristiano que hay en Estados Unidos, ni el fundamentalismo judío, ni el extremismo hindú en la India, muy fuerte en estos momentos. Incluso religiones como el budismo han desarrollado una rama fundamentalista violenta, como en Sri Lanka. En todos los casos se trata de minorías, pero minorías muy bien organizadas y capaces de tomar el control de organizaciones de toma de decisiones, incluyendo gobiernos. Por eso creo que es un error concentrarse en el Islam.
¿Qué puede hacer Europa ante la superpotencia americana?
–En estos momentos, la Unión Europea sólo es poderosa como una unión económica lo bastante fuerte para competir con Estados Unidos. Políticamente no es seria y en términos militares no existe. Una de las razones por las que militarmente no existe es que Estados Unidos ha impedido sistemáticamente que hiciera lo que podía hacer y lo que los franceses pretendían hacer: desarrollar su propia tecnología militar. Ha sido una política norteamericana deliberada conseguir que Europa siga dependiendo de los suministros, los recambios y las herramientas estadounidenses. No creo que la UE pueda hacer mucho más en términos políticos o militares, pero como unidad económica actúa como gran contrapeso de Estados Unidos y creo que seguirá siendo así.
¿Cómo puede esta crisis afectar internamente a la UE, a las relaciones entre Francia, Reino Unido, Alemania...?
–Ése es otro elemento de desestabilización en el mundo actual. Lo que ha estado haciendo la política de Estados Unidos en los últimos meses es destruir la OTAN y dividir a la UE. La destrucción de la OTAN no es una gran pérdida porque ya no tiene ninguna función en el mundo. Dividir la UE es una cosa mucho más peligrosa porque los estadounidenses están debilitando el único contrapeso potencial que tienen. Y al hacerlo están produciendo inestabilidad. Por ejemplo, el intentar azuzar a los nuevos países ex comunistas del Este contra los viejos Estados europeos. Pero hay que distinguir entre el corto y el largo plazo. A largo o incluso mediano plazo, el mundo es demasiado complicado y demasiado grande para que sea controlado por una sola potencia.
¿Cree que Tony Blair puede perder el poder por esta crisis?
–No de manera inmediata porque tiene una amplia mayoría. Pero mucha gente en el Reino Unido no entiende por qué Blair demuestra tanto entusiasmo por esta guerra.
¿Cuál es la alternativa para un primer ministro británico?
–La política británica se basa en no perder nunca contacto con Estados Unidos, en no estar nunca contra ellos. Pero, por ejemplo, en el caso de la guerra de Vietnam, el gobierno británico estuvo siempre a favor del gobierno de Estados Unidos, pero el primer ministro de la época, el laborista Harold Wilson, tuvo mucho cuidado en no enviar ni un solo soldado a Vietnam.
Pero desde la crisis del Golfo la manera de hacer la guerra es formando una coalición internacional.
–Sí, pero los británicos están enviando casi la mitad de sus fuerzas armadas sin tener una necesidad particular.
¿Quiere decir que la posición adecuada es la del jefe del gobierno español: apoyar a los estadounidenses sin enviar tropas?
–Aznar no tiene las mismas razones históricas para mantener la solidaridad con Estados Unidos que tiene Blair.

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