Domingo, 2 de noviembre de 2014 | Hoy
Movimientos En los años ’50 la explosión artística de San Pablo dio lugar a hitos de la neovanguardia latinoamericana de los que Poesía Concreta fue uno de los más importantes. Ahora mismo, en Buenos Aires se puede ver una muestra integral de Augusto de Campos, uno de sus principales representantes. Despoemas propone un recorrido a través de cincuenta años de trayectoria poética, donde se pueden ver los poemas en gran tamaño, junto con serigrafías, material bibliográfico, multimedia y musical, como la versión de ‘O pulsar’ que grabó Caetano Veloso. Y, al mismo tiempo, dos editoriales lanzan reediciones de sus poemarios, agotados en Argentina desde hace décadas.
Por Mercedes Halfon
Una pequeña invasión paulista tuvo lugar hace algunas semanas con la inauguración de la muestra Despoemas y la visita del mismísimo Augusto de Campos a esta ciudad. El poeta, ensayista y traductor brasileño, fundador –junto con Décio Pignatari y Haroldo de Campos– de la legendaria revista Noigandres y del grupo de Poesía Concreta, estuvo para la inauguración de su primera muestra integral en nuestro país. Y allí se pudieron –y se pueden– ver sus poemas en gran tamaño, junto con serigrafías, material bibliográfico, multimedia y musical. Toda una constelación de su vida y su obra, curada por uno de sus traductores al español, el especialista en literatura brasileña Gonzalo Aguilar. Paralelamente se acaba de editar Poetamenos, poemario iniciático de todo este movimiento en un volumen exquisito –de la flamante editorial N direcciones– firmada por el autor y con un formato que les hace honor a los presupuestos que este poeta inició en San Pablo hace sesenta años. Para finalizar el desembarco, Gog y Magog reeditó Poemas de ADC, un volumen que recupera (con algunos agregados) la primera edición local de sus textos, agotada hacía más de una década. Tres vertientes para dar una imagen aproximada del largo, sinuoso y brillante recorrido de uno de los nombres más significativos de la poesía latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX. Una poesía muchas veces imitada, pero nunca igualada porque fue sencillamente única: lúdica, experimental, sensorial, teórica, síntesis de muchas artes, utopía.
Libros originales, paredes impresas con la legendaria tipografía “futura bold”, biombos que muestran y ocultan letras en colorido zigzag, poemas enmarcados. Recorrer la galería Document Art montada para la muestra es un modo de iniciar un viaje en el tiempo y en el espacio por una poesía envolvente, enigmática y conmovedora. En una de las salas incluso, para profundizar en la experiencia a través de los sentidos, se puede ver proyectado el poema “O pulsar” y escuchar el acompañamiento musical creado por Caetano Veloso en los años setenta.
Y no es de extrañar que la obra de este poeta se vea en una galería de arte con el despliegue objetual de un artista plástico. Es que el movimiento Poesía Concreta se debe pensar en ese enclave: herederos de las vanguardias históricas, fruto de la explosión artística de San Pablo a comienzos de los ’50, formados en museos de arte moderno, y nacientes bienales de arte y arquitectura. Poesía Concreta fue el nombre dado por el grupo brasileño Noigandres a sus producciones a partir de 1955, aunque tanto su teoría como su práctica se remontan a algunos años antes. Como neovanguardia latinoamericana, la Poesía Concreta tuvo una fuerza definitoria inmensa, que se extendió por fuera de sus fronteras nacionales. Se trata de una poesía racionalizada, que practicaba un análisis matemático y hasta científico del lenguaje. Abogaron por el fin del verso como unidad rítmica y formal, en pos de una toma del espacio gráfico todo. Para lograrlo usaron distintos recursos visuales, influidos por el arte de su tiempo: la disposición geométrica de las palabras en la página, la aplicación de colores y de diferentes tipos de letras, la extensión más allá del libro y del papel. Los textos de Augusto de Campos y sus compañeros hicieron uso del lenguaje no sólo como portador de significados, sino por encima de esto y de un modo más fuerte, como un material: un acto fonético y visual. Algunos de sus libros fundamentales fueron Poetamenos (1953), Pop-cretos (1964), Poemóbiles (1974) y Caixa Preta (1975). Su trabajo, además, no se ha restringido a lo impreso, sino que se han expandido en videos, formatos multimedia y hasta hologramas.
El curador de Despoemas, Gonzalo Aguilar, es un apasionado especialista en la poesía concreta en general y la obra de Augusto de Campos en particular. Fue el responsable de las antologías de su obra que circularon en nuestro país desde mediados de los noventa. Aguilar cuenta cómo se vinculó inicialmente con este movimiento: “Como muchos argentinos tuve mi viaje de iniciación a Brasil en los ochenta. Durante la dictadura, la visita de los músicos brasileños a Buenos Aires fue una verdadera válvula de escape y por eso yo tenía una admiración muy grande por todo lo que se hacía en Brasil. Por medio de Caetano Veloso conocí la Poesía Concreta. Caetano hizo una versión de ‘O pulsar’ sobre la que hice un video que está en la muestra. Entonces, en mi viaje a Brasil fui buscando y conociendo sus libros”.
Despoemas es de algún modo una muestra antológica, propone un recorrido a través de cincuenta años de trayectoria poética. ¿Cuál fue el recorte?: “Fue un gran de-safío porque había muchísimo material. Ya se han hecho muestras de Augusto en diferentes partes del mundo, donde por lo general se suele abusar del ploteo de los poemas. El ploteo es una tentación a la que me resistí porque el peligro es que se termine convirtiendo en un cachivache de textos muy difíciles de procesar. La idea, entonces, fue usar el espacio. Desplegar su poesía en el espacio pero donde cada obra pudiera respirar, permitiese la concentración y a la vez caminar entre las obras como si se paseara dentro de un poema. Me interesó mucho rescatar el aspecto sensorial de los textos, su cualidad casi táctil, y para eso la disposición en el espacio fue fundamental. La galería es un gran espacio físico y usé los poemas como señaladores engañosos en un laberinto”.
Aguilar cuenta que en los noventa, cuando estaba preparando la primera antología de textos de Augusto de Campos, visitó al poeta con un amigo en su departamento de San Pablo. Sus aspectos no eran los más presentables para ir al encuentro de un poeta que ya rondaba los 60 años y era una leyenda. ADC, sin embargo, lejos de asustarse, se mostró encantado. “Después me di cuenta de que Augusto siempre había sido particular en eso: rodeado de jóvenes, fundamental en los primeros pasos de Paulo Leminski, Torquato Neto, ahora colabora con su hijo Cid, Adriana Calcanhoto y sobre todo, Arnaldo Antunes.”
Esta apertura y jovialidad también han estado presentes en la historia de sus ediciones en Argentina. La primera fue realizada por la Universidad de Buenos Aires –y traducido por Aguilar–, luego reeditada por el joven sello independiente y dedicado a poesía argentina Gog y Magog. Hoy acaba de lanzarse un nuevo título, a su vez punta de lanza de una nueva editorial, N direcciones, que tiene como objetivo las propuestas experimentales. Su mentor, el poeta e investigador Gerardo Jorge, cuenta acerca de Poetamenos, el título que acaban de sacar: “Es una pequeña obra previa al lanzamiento del movimiento de Poesía Concreta en 1956. Esta obra es del ’53, se publicó dos años después en la revista Noigandres. Pero es un antecedente muy marcado de lo que iba a ser esa corriente. Buena parte de sus características ya está en esta obra: la disposición de los signos en la página que alteran la linealidad como forma de la progresión de la poesía. Poemas que tienen distintas direcciones de sentido más allá de lo sintagmático. Horizontales, verticales, por color”.
Claro que de “pequeña obra” la edición no tiene nada. Es una lujosa caja blanca, con los poemas sueltos en láminas cuadradas, acompañados con un CD con versiones sonoras y un anexo documental con los manuscritos decampeanos, más unos dibujos realizados por Helio Oiticica. Cada texto es además un críptico y sugerente mensaje de amor. La serie está dedicado a la esposa del poeta, en ese momento novia. Y es toda una rareza esa búsqueda de sensualidad instrumentada a través de ese dispositivo tan novedoso. Poemas de amor experimentales. Como explica Gonzalo Aguilar: “Poetamenos es un poemario único. Es anterior a la fase estrictamente concreta de Augusto y tiene un aspecto expresionista, lírico, que me interesa mucho. Después el concretismo, que apostaba más por una poesía del lenguaje e impersonal, cerró las posibilidades que abría este poemario. Pero al cumplirse los veinte años, Caetano Veloso musicalizó uno de los poemas y Hélio Oiticica empezó a trabajar con ellos en sus cuadernos experimentales. Retornaba la promesa de Poetamenos de una poesía experimental y lírica al mismo tiempo”.
La poesía de Augusto fue en los años cincuenta una explosión: opuesta a las ideas de lo que era la poesía, para qué servía y por dónde circulaba. Hoy las búsquedas han cambiado, se han diversificado, nada pareciera poder producir un estallido así, sin embargo Augusto de Campos sigue generando un contraste irradiante. Su arribo a nuestra ciudad sería comparable, más bien, a la caída de un meteorito. Un material desconocido, de un origen lejano, que nos trasmite toda su luz y su calor.
Despoemas se puede visitar en Document Art, Castillo 243. De lunes a viernes de 12 a 19. Poetamenos, Augusto de Campos, N direcciones. Poemas, Augusto de Campos, Gog y Magog.
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