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Domingo, 2 de noviembre de 2014

CINE. ATLáNTIDA, óPERA PRIMA DE LA JOVEN CORDOBESA INéS BARRIONUEVO

PARAÍSO PERDIDO

 Por Andrea Guzmán

Los veranos eternos en el campo, las escabullidas para robar casetes de sus hermanos, el tiempo muerto, los posters de bandas pegados en los cuartos de los chicos mayores: son algunos de los recuerdos que Inés Barrionuevo guarda de su infancia en Córdoba. La memoria, la conciencia del paso del tiempo y algo de nostalgia por una época despojada de tecnología e hipercomunicación sirvieron como disparador para crear los escenarios y climas del pequeño pueblo de fines de los ’80 que transitan las adolescentes de Atlántida, ópera prima de la directora, que luego de su paso por los festivales de Berlín, Toulouse y Bafici, acaba de estrenarse en Buenos Aires.

Como en la ciudad mitológica perdida en el fondo del mar que lleva su nombre, en Atlántida la sensación de lo irrecuperable funciona como clima generalizado para la historia de dos hermanas que a través de eventos bien diferentes –una esperando ser aceptada en la universidad, la otra que le saquen el yeso que la tuvo postrada todo el verano– emprenden su propio camino de maduración. “Me gusta que el título pueda significar distintas cosas. En la película, los personajes transitan varias veces por lugares abandonados y destruidos. A mí me parecía que algo tan anhelado y perdido como Atlántida funciona como un buen símbolo de la época de la adolescencia”, dice la directora.

A diferencia de la tierra aplanada por el mar, la Atlántida de Lucía y Elena es un bucólico escenario asolado por la sequía. Un pequeño pueblo cordobés donde todos se conocen y están a la espera de la tormenta en un verano caluroso y letárgico, el tránsito entre ciclos, el despertar sexual y la identidad propia en construcción, son temas que se mantienen silenciosos y latentes para las hermanas, y que se develan en dosis pequeñas y fragmentadas, como dos viajes independientes el día que los padres salen de la ciudad: oportunidad única para concretar los deseos. “Me interesaba retratar esa edad, me parece que es un momento de mucha efervescencia que se toma como una espera para entrar al mundo adulto, pero donde realmente están sucediendo muchas cosas determinantes. Ese momento donde estás por decidir, contiene en sí mismo microconflictos y microdecisiones”, dice Barrionuevo.

Atlántida no es una película de contemplación inaccesible sino de sutilezas y de observación fina que la directora elige registrar bien cerca de los personajes y su intimidad. Ambas a través de situaciones pequeñas, elocuentes y fundamentales para los personajes. En un mundo sin adultos y centrado en el despertar sexual adolescente siempre en ebullición, siempre a punto, nunca manifiesto ni torpemente enunciado. Por un lado Elena, la menor y más rebelde, en un viaje con el médico que le sacará el yeso. Por otro Lucía, más discreta e introspectiva, pero con el ansia de dejar el pueblo, con una amiga que parece estar tan fuera de lugar como ella.

“No quise hacer una película autobiográfica, pero sí usar un montón de percepciones propias y de vivencias de amigos, cosas que he escuchado, rompecabezas entre historias. Creo que lo interesante es que sea personal y que uno hable de mundos que conoce”, explica la directora. En Atlántida, el pueblo pequeño y la vida cerca del campo es el mundo que está cariñosamente personificado; en la intimidad de una canción compartida en un walkman, los comentarios de cuadra y la ausencia total de anonimato, la búsqueda de pertenencia entre amigos o las reuniones masivas en la pileta el día más caluroso del año. Se anima también a hilar una subtrama que bordea al pueblo y alcanza a enunciar fugazmente el tema de la pertenencia de clase y su manifiesto en la adolescencia.

La iniciación y el tránsito a la adultez han sido temas predilectos del nuevo cine argentino. Como parte de ese eco, Atlántida convive con otras óperas primas recientes, como el ímpetu femenino en el viaje de las jóvenes de Abrir puertas y ventanas de Milagros Mumemthaler, o los chicos que esperan la adolescencia a orillas del río y en ausencia de los adultos en Igual si llueve, de Fernando Gatti. Atlántida, que forma parte de un reciente e hiperactivo despliegue de cine cordobés que ha empezado a hacer ruido en festivales internacionales, es una ópera prima con carácter porque cumple con la nada fácil tarea de mantener la sutileza y la sugerente tensión sexual cuan larga es la historia, por su propuesta estética simple y decidida, y porque se anima a extender ese acotado espacio que obtienen las chicas como protagonistas de sus propios viajes existenciales dentro del cine.

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