Dom 02.11.2003
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PLáSTICA 2

La gracia crítica

Surfeando entre formatos, soportes y tecnologías diversas, Martín Kovensky pone a dialogar al arte con la política buscando el punto de fuga que desconcierte a lo real.

Por Santiago Rial Ungaro
Martín Kovensky siempre fue consciente de que la percepción de una imagen se da mediante un proceso: el de la imaginación. Quizá por eso, como generador de imagen, se atreve a visualizar y a imaginar una obra en expansión, infinita, mutante, amorfa... Nómade. Curada por Rodrigo Alonso, Mirada nómade es una exposición del proceso creativo en el que Kovensky vive e interviene en forma cotidiana en los medios, ya sea gráficos –desde su trabajo como ilustrador en el diario La Nación– o digitales –desde su sitio web www.kovensky.com, donde realiza sus experiencias de net-art.
Kovensky nunca fue un artista convencional. Del cuaderno Rivadavia a la computadora ha desarrollado, sin enunciarlo jamás, una especie de situacionismo cualquierista: no hay objeto que no le sirva para indagar y revolucionar desde sus dibujos la vida cotidiana, concediéndose siempre un margen para la experimentación, el error, la sorpresa. Si la velocidad es un elemento esencial de la cultura mediática, Kovensky la usa (la desvía) como antídoto para reinsertar la figura humana en el paisaje. Quizá por eso sus dibujos, sus garabatos y sus monigotes siempre están a punto de salirse del cuadro. Espontáneos y hasta burlones, parecen grafitis hechos por un gracioso.
Sin embargo, esa gracia convive con una seriedad que le da a su trabajo un toque dramático y urgente. A pesar de que a esta altura es un artista de amplia trayectoria en los medios y el ambiente artístico oficial, sus intervenciones siguen cultivando una “mirada nómade” que hace zapping entre recortes periodísticos, mira por el visor de la cámara digital y se vale de la fotografía, la pintura, el montaje, lo analógico y los soportes digitales. Cualquier cosa puede –eventualmente– trazar algún punto de fuga que enriquezca las noticias sin perderlas nunca de vista. La mirada panorámica de Kovensky no se limita a una operación estética: en sus dibujos, el diálogo entre arte y política es permanente, y los distintos fragmentos de la realidad se integran en un collage único que puede tomar la forma de un libro, un ensayo en imágenes (es el caso de Limbo), un sitio web o, en este caso, una instalación como Mirada nómade.
En algunos dibujos digitales, las huellas del trazo Kovensky, a esta altura inconfundibles, no sólo no se ocultan sino que se exaltan, trazos incompletos y dinámicos que confirman su intención de no perder su subjetividad. Con vigor y expresividad, la gráfica ha invadido lo digital con una naturalidad pasmosa. Como señala Rodrigo Alonso en el texto del catálogo, “esas figuras son las portadoras de un impulso comunicativo que exterioriza el pensamiento de su autor en la forma de comentario visual. Funcionan, casi, como los elementos de un lenguaje que se propaga, si bien con códigos propios, haciendo oídos sordos a convenciones formales, pero sin descuidar el diálogo franco con el espectador”. En el intercambio ameno que propone, Kovensky describe un universo donde las pantallas conviven de manera crítica con los sujetos que todos los días padecen sus manipulaciones. (Entre otras piezas, la muestra incluye la computadora del artista.)
El próximo paso del circuito son los tres bancos de colegio con esos cuadernos Rivadavia en los que Kovensky ejercita incansablemente su don del dibujo. Y la muestra se completa con un paquete de diarios enganchados desde el techo y listos... para ser tirados a la basura. Claro que entre esos ejemplares están los dibujos del propio artista. Lo curioso es que anadie se le ocurriría tirar alguno de los cuadernos Rivadavia, y más aún es que todavía nadie se haya robado ninguno de los “libros de artista”.
Inteligente explorador de formatos, Kovensky sabe que lo digital –como formato, lenguaje y cultura– nos lleva paradójicamente al dibujo. Y quien dice dibujo dice idea. Forma de escritura anterior a la escritura, el dibujo es una forma elemental de expresión que sirve para expresar ideas. Y las ideas de Martín Kovensky nunca fueron tan transparentes. Si en su libro Limbo. Argentina 2002. Un relato de imágenes reflexionaba sobre las distintas facetas de la crisis y la metamorfosis social de la Argentina y sus habitantes, en Mirada nómade se despoja de todo lo accesorio y ofrece desde su singular perspectiva sus elementos de trabajo. Al sentido estético suma el sentido crítico, y a éstos agrega una dimensión pedagógica que termina delineando una muestra-documental limpia, lúcida, implacable. De las pinturas rupestres del Paleolítico a los dibujos de la Era Digital de Kovensky hay una continuidad histórica. En ese sentido, Kovensky es un artista moderno y primitivo a la vez, alguien que rescata el carácter mágico de la imagen y sabe cómo potenciarlo con las nuevas tecnologías. Claro que su mirada nómade tiene un eje muy preciso: el ser humano, hombre y mujer. Kovensky busca hacer foco directamente en los ojos del país. Desnudos, atónitos, apenas cubiertos por un banderín de la Argentina, en la pared de atrás, sobre el fondo de un agujero negro, emergen los dos protagonistas de una historia que el artista apenas sugiere, quizá porque sospecha que aún está por escribirse o dibujarse: Adán y Eva.

Mirada nómade de Martín Kovensky.
En Filo Espacio de Arte (San Martín 975).
Hasta el 7 de noviembre.

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