Domingo, 18 de enero de 2015 | Hoy
ENTREVISTA A pesar de que muchos críticos la consideraron pura propaganda norteamericana y, aunque otros creen que el retrato del francotirador Chris Kyle es unidimensional y mentiroso, el jueves pasado la Academia nominó como mejor película a American Sniper, el nuevo trabajo como director de Clint Eastwood y la historia del más eficiente tirador de la guerra de Irak que terminó su vida asesinado por otro ex combatiente. En charla con Radar, el guionista Jason Hall cuenta cómo fue entrevistar al soldado cuya vida fue best-seller de The New York Times en un libro cuestionado por sus supuestas falsedades, por qué considera necesario hablar de cómo el Estado no se ocupa de los que vuelven de la guerra y por qué cree que la historia de los Estados Unidos está, desde sus orígenes, definida por la violencia.
Por Mariano Kairuz
Un par de meses atrás, algunos de los medios más influyentes de la industria del cine anticiparon que a Clint Eastwood iba a costarle bastante conseguir el favor de los tan liberales votantes de Hollywood para la flamante temporada de premios. Pero finalmente American Sniper, que se estrena el próximo jueves en Argentina como Francotirador, lo logró: tras ser absolutamente ignorada en los Globos de Oro (que entrega la prensa extranjera), esta semana obtuvo las nominaciones a mejor película, guión adaptado por Jason Hall, y actor protagónico (Bradley Cooper).
No al mejor director; aunque injusto, a decir verdad, es que a Eastwood lo hayan pasado de largo por su película anterior, estrenada sólo medio año atrás, Jersey Boys. Francotirador, en todo caso, era de movida material más polémico: la historia real del ex Navy SEAL Chris Kyle, que hizo cuatro viajes (“tours”) a Irak entre 2003 y 2009, convirtiéndose en el francotirador con más bajas enemigas registradas (más de 160) en la historia del ejército americano; su lucha en el frente así también como la alienación, el estrés postraumático y el fantasma que se llevaba consigo cuando volvía a su casa con su esposa y sus hijos, sólo para sentirse obligado a regresar una vez más a Medio Oriente.
Francotirador es particularmente polémica en esta etapa del Eastwood conciliador –el ex Dirty Harry que filmó el western crepuscular Los imperdonables, que hizo un díptico para mostrar los “dos lados” de la Segunda Guerra, que se filmó a sí mismo sacrificándose en nombre de la convivencia y la diversidad en un barrio pesado de la derruida Detroit, que filmó la vida después de la muerte, ¡y hasta un musical!– es que su innegable glorificación de Kyle se impone por sobre todas las dudas acerca de la pertinencia de la misión americana en Medio Oriente que expresan cada tanto los otros personajes del film. Bradley Cooper –quien se sumó al proyecto antes que Eastwood– dijo que “no es una película política, sino un estudio de personaje”, que “intentamos mostrar la experiencia que atraviesa un soldado, y esperamos que la gente vea la guerra de otra manera”. Algunos críticos estadounidenses avalaron esta postura porque el estilo narrativo de Eastwood, tan directo, parece por momentos limitarse a seguir los procedimientos de Kyle y porque también expresa el costo emocional que los veteranos como él han pagado por más de una década; pero otros lo consideraron sencillamente una pieza de propaganda republicana. Para A. O. Scott, de The New York Times, hay inclusive en el film algo de “expresión de nostalgia por el estilo maniqueo de la política exterior de G. W. Bush”.
Francotirador está parcialmente basada en las memorias de Chris Kyle –que murió en 2013, asesinado por otro veterano alterado psicológicamente–, pero el origen de la película antecede en al menos un par de años al libro. En 2010, un productor le sugirió al actor y guionista Jason Hall que tal vez había un argumento interesante para explorar en la historia de Kyle. Hall viajó entonces desde Los Angeles hasta el Barefoot Ranch, cerca de Dallas, para encontrarse con el ex Navy SEAL. “Yo esperaba encontrarme a este tipo enorme, un duro”, cuenta Hall a Radar en entrevista telefónica, “pero miré dentro de sus ojos y pude ver que este muchacho todavía estaba allí, en la guerra. Vi en él un temblor; una pulsión por la acción latiendo en su interior, y en un principio no supe qué hacer con ello, cuál era la historia, por dónde abordarla. De hecho, lo primero que pensé fue que el proyecto estaba muerto, que no había guión. Pero luego conocí a su esposa Taya y a sus hijos, y lo vi a él con ellos y vi sus ojos encenderse como no lo había visto antes, y entendí que él y su mujer habían atravesado todo esto juntos, en dos frentes; que él había estado casi una década en la guerra y que durante esos diez años ella había estado luchando a su lado, criando a los chicos sola. Y sentí que en esa lucha entre ese ida y vuelta había una película, así que me quedé y pude verlo peleando por hacerse padre de vuelta, reclamando su vida después del ejército. Y entendí que eso es lo más difícil, porque entrenamos muy bien a nuestros hombres para que sean soldados, pero no los entrenamos para volver a casa y encontrar la paz en sus hogares, para volver a ser padres y esposos. De algún modo, creo que es la misma historia de Odiseo, un hombre tratando de reencontrar su camino a casa, a través de sus luchas reales y metafóricas; el gran guerrero que vuelve y encuentra que las cosas han cambiado en su ausencia. Es una historia antigua que se repite una y otra vez, pero que no había visto abordada de una manera contemporánea”.
“Estuve en contra de ir a la guerra en Irak, ya que me imaginé que probablemente íbamos a terminar tropezando”, dijo Clint Eastwood en la conferencia que ofreció para la industria y la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, tras una de las primeras proyecciones de American Sniper en el Kodak Theater. “Y tuve grandes dudas cuando fuimos a Afganistán. ¿Alguien estudió la historia de Afganistán antes de meterse ahí, qué valor tiene y el final trágico que iba a significar para mucha gente? Yo crecí durante la Segunda Guerra: tenía once años cuando bombardearon Pearl Harbor. A esa edad me fascinaba todo, todo era muy patriótico, ¡pero aquélla era la guerra para terminar con todas las guerras! Unos pocos años más tarde estoy parado, desnudo, tosiendo a pedido de la junta de reclutamiento, mientras avanza la guerra de Corea, y pienso: ¡¿Qué demonios?! Creí que aquélla era la guerra que iba a terminar con todas las guerras. Y no mucho después, ya estábamos en Vietnam.” Luego, agregó: “Contrariamente a lo que cree la opinión pública, aborrezco la violencia”.
Después de uno de sus primeros encuentros con Hall, Kyle le dijo, como al pasar: “A propósito, estamos haciendo un libro con mi historia”. American Sniper: la autobiografía del francotirador más letal de la historia de los militares norteamericanos estuvo veinte semanas en la lista de best-sellers de The New York Times, una popularidad parcialmente adjudicada a un litigio con el ex gobernador de Minnesota Jesse Ventura por difamación. El episodio que involucra a Ventura no es el único aparentemente falso del libro, según concluyeron investigaciones de la revista New Yorker y otros medios, y la razón por la que se cree que aparecen estos eventos apócrifos es que Kyle y sus coautores Scott McEwen y Jim DeFelice consideraron que eran necesarios para sostener la leyenda de heroísmo del biografiado. La producción de la película debió esperar a la publicación del libro por cuestiones legales, dice Hall, pero no porque el guión fuera a estar basado enteramente en esta versión. “Cuando finalmente salió, la gente que lo leía en Hollywod no sabía muy bien qué hacer con ese material”, le cuenta Hall a Radar. “El libro se compone de muchas historias de guerra, es la voz de este hombre a través de la electricidad y de la energía de la guerra; te hace sentir que estás tomando un trago en un bar con él mientras te cuenta estas historias. Pero al conocerlo en persona uno entiende lo difícil que fue para él, y que en el libro falta algo: faltaba que contara quién era este tipo, por qué se sentía obligado a volver a luchar, y eso es lo que yo traté de recuperar. Por supuesto que es muy difícil preguntarle a un hombre que pasó por lo que él pasó qué se siente; pedirle que articule sus impulsos y sus deseos y sus instintos más profundos. Los hombres suelen tener problemas para revelar estas cosas acerca de sí mismos, pero eventualmente algo conseguí. Un día le dije finalmente que iba a entregar el guión. Me dijo: ‘Buena suerte’. Y al día siguiente fue asesinado.”
La producción de Francotirador no fue sencilla, en parte porque los estudios saben que las películas sobre Irak y Afganistán no funcionan comercialmente: no funcionaron ni La ciudad de las tormentas (Green Zone, la de Paul Greengrass con Matt Damon sobre la farsa de las armas de destrucción masiva), ni Samarra (Redacted, la de De Palma) ni La conspiración (In the Valley of Elah, la de Paul Haggis). En un momento, el guión estuvo en manos de Spielberg, que lo convirtió en su próximo proyecto, pero encargó varias modificaciones, relacionadas principalmente con una suerte de obsesión personal de Kyle con su némesis, un francotirador igualmente hábil de los talibán. Estas modificaciones llegaron a engrosar la extensión del guión y por consiguiente el presupuesto (que Warner se propuso que no excediera los 60 millones) hasta tal punto que Spielberg desistió. Entonces Bradley Cooper lo llamó a Eastwood. El director también hizo cambios al guión, pero estos cambios, a diferencia de los de Spielberg, lo reducían a lo que él consideraba lo esencial. La película es, al estilo de Eastwood, seca y al grano; pero en esa misma búsqueda de economía incurre en algunos esquematismos problemáticos, en los que la película parece abandonar su predicada neutralidad política: en 1998 Kyle ve por televisión los atentados a embajadas americanas y decide enrolarse con los Navy Seal; su decisión se ve reafirmada el 11 de septiembre de 2001, de vuelta ante el televisor. El retrato de su alienación, sus dudas y su sentido del deber se confunden fácilmente con heroísmo cada vez que alguno de sus compañeros se cuestiona el sentido de su presencia en Irak, cada vez que reniega del mote de “Leyenda” que le ponen los otros soldados, en los diálogos “explícitos” sobre “El Mal”, o en los que mantiene con su esposa (la actriz Sienna Miller), que le reclama: “No estás nunca conmigo y tus hijos y cuando estás es como si no estuvieras, como si aún estuvieras en Irak”.
Las escenas más interesantes en lo que respecta a las motivaciones del guerrero están al principio de la película. Un flashback a la infancia de Kyle en Texas lo muestra expuesto a las lecciones sobre “corderos, lobos y pastores” que le imparte su padre; los vemos yendo de cacería; y defendiendo a golpes a su hermano menor en el colegio. La violencia retratada como componente fundacional de la cultura norteamericana. “Creo que Chris Kyle es América”, dice Hall. “Esto es lo que somos, eso es lo que intentamos decir en esas escenas. Todo aquello por lo que luchamos como país, nuestra habilidad para forjar una democracia, fue creada a través de alguna forma de violencia. A veces justificada, muchas otras no, pero operando a partir de este deseo sobre lo que es justo y bueno, sobre el impulso de arreglar las injusticias, nos pusimos en el lugar de una fuerza global en la que se toman decisiones muy complicadas, como las que debe tomar Kyle en la película. Hacemos cosas que nos comprometen moralmente; continuamos haciendo esto y sufriendo dudas como las que sufre Chris.”
Francotirador comienza con una de sus escenas más arriesgadas: apostado en una terraza, Kyle debe decidir si dispararle a un chico de unos ocho años al que su madre acaba de darle una bomba, poniéndolo en dirección a los soldados americanos. “Esa escena iba a ir originalmente más tarde”, cuenta Hall. “Pero la idea fue plantearnos de entrada cuál es la situación en la que estamos ahora, cómo lo vemos en retrospectiva. Esta es, yo sé que el resto del mundo lo ve así, una guerra de la que muchos de nosotros no estamos orgullosos de formar parte. Es una guerra de indecisión moral; en realidad no estamos seguros de haber hecho nada bueno, y lo que queríamos era meter de cabeza inmediatamente a un público que, como nosotros, no sabe qué hacer de esta guerra. Tenemos al protagonista enfrentando una decisión terrible y nos tenemos que poner en sus zapatos, y luego saltar en el tiempo para informar quién es este personaje que está tomando esta decisión, por qué lo está haciendo, y todo lo que va a tener que sacrificar al tomar esta decisión. Y luego desafiamos al público al volver a ese momento, para entender el costo que este tipo de decisiones va a tener para él, en sus relaciones, en su cabeza. Estamos en la película con este personaje, en una guerra en la que no queríamos estar, pero tratando de entender a este hombre y las razones por las que esta acá.”
La única otra película de guerra contemporánea con la que Francotirador parece tender un puente directo es The Hurt Locker (Vidas al límite), de Kathryn Bigelow, que proponía este retrato de soldados que se sienten impulsados a volver al frente una y otra vez, porque cuando vuelven a sus hogares no saben qué hacer de sus vidas.
–The Hurt Locker fue interesante; decía que esta guerra es una droga y que estos tipos son adictos, que la llevan en los huesos, que están enganchados de una manera que no pueden dejar. Está bueno, pero es sólo una parte del cuadro. Muchos de los tipos a los que conocí investigando para la película son gente que va a la guerra porque no tienen otra cosa que hacer; otros lo hacen porque es como ser un atleta profesional en otro mundo; y hay otros que se sienten obligados, en la profundidad de sus almas, a hacer algo para proteger y servir, a hacer algo casi noble. Yo sé que “noble” es una palabra muy fuerte, pero de verdad, lo sienten con fuerza. Y para mí Chris era uno de estos tipos, se sentía impulsado a hacer eso, sentía la obligación de hacer algo para proteger; y después de cuatro vueltas en Medio Oriente, la idea de estar acá, de poder caminar libremente por acá, ir de shopping, mientras allá afuera había gente muriendo, lo destrozaba. Por eso, creo que el cuadro es más amplio que el que pintaba The Hurt Locker, y que personajes como Chris estaban muy conscientes de lo que le estaba costando esto, ir a la guerra, mientras lo hacían. Vivían con muchas dudas emocionales, pasaron por un terremoto psíquico. No creo que sea el caso de todos, hay quienes pueden hacerlo y ni siquiera pensar en ello; pero para Chris, que era un guerrero excepcional, el costo fue más alto que para otros.
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