Domingo, 18 de enero de 2015 | Hoy
TESTIMONIOS Cuando el 7 de enero se produjo el atentado a la redacción de Charlie Hebdo pronto se sabría que entre los asesinados se encontraba el dibujante Georges Wolinski, uno de sus más antiguos integrantes y uno de los más importantes humoristas gráficos del mundo, de ochenta años. En 1999, Miguel Rep lo había conocido y entrevistado durante una convención de dibujo e historieta que tuvo lugar en México. Esa entrevista fue publicada en Páginal12 el 7 de junio de ese año. Radar reproduce la nota presentada por el propio Rep, como homenaje a Wolinski y como una manera de recordar qué clase de arte ejercía el hombre para quien todos los humoristas están solos y tienen miedo.
Por Miguel Rep
No lo puedo creer, mataron a Wolinski. Mataron a un dibujante, a una leyenda, a un tunecino más francés que las baguettes. Un dibujante alerta, tranquilo, afable, relajado. Certero y militante. Coherente, siempre joven. No parecía que cargara 80. Hace rato no lo veía, la última vez en su casa parisina.
Sus dibujos inquietos, derivados de Copi y Feiffer, su erotismo travieso, su amoralidad, todo perforado por malditas balas fundamentalistas, cayendo con otros colegas, en esa matanza cuyos últimos instantes no puedo parar de imaginar. Wolinski, uno lo miraba, y apostaba a que iba a morir en una cama confortable, harto ya de cigarros y alcoholes, yéndose pipón de este mundo. ¿Le habrán dado tiempo para pensar si se iba pipón, con tanto trabajo realizado? Morir entre compañeros, como en el fusilamiento de Goya, en medio de papeles, fibras, tabaco, café, interrumpiendo quizás una conversación sobre Houellebecq.
Conocí a Georges en la embajada francesa en el DF, y luego la charla pública, u otra, y cenas, y lo que conté allá por 1999, cuando éramos hermosos e inmortales, y que quiero transcribir tal cual, y el por qué Wolinski. Ay, qué mierda estos tiempos.
Señor Wolinski, viajando uno nota las diferencias. Estamos en México, pero no le voy a preguntar por el humor mexicano. ¿Podría diferenciar y describir el humor de su tierra, el humor francés?
–El humor francés no existe, el humor argentino tampoco, sólo el humor. Los humoristas son lo mismo en todas partes y pelean contra todos los mismos horrores. Pueden ser escritores, dibujantes, los conocí en el mundo entero. Conocí humoristas negros, árabes, judíos y son siempre los mismos hombres. Todos dicen: “Estoy solo y tengo miedo”. El humorista hace reír a los demás porque en el fondo no tiene la más mínima esperanza. No siente respeto, no cree en Dios. No tiene ningún consuelo, salvo el consuelo de tener una hoja y un lápiz.
¿Cuáles son sus obsesiones, Wolinski?
–El sexo, el dólar, el franco... En realidad no tengo ninguna obsesión, ninguna pasión. Trabajo para ganarme la vida, pagar los impuestos y comprarle un abrigo de piel a mi mujer. No practico ningún deporte, todo me deja indiferente. El único deporte que me gusta practicar es la siesta. Pero sí me rodeo de gente que vive con pasión, si me reuniera con gente como yo me aburriría constantemente. Mi mujer es un ejemplo de ello. Ella es escritora, escribe novelas y ensayos, cuando la conocí era periodista y siempre está muy ocupada. Le estoy muy agradecido a mi mujer, porque si no fuera por ella yo sería gordo, sucio y alcohólico.
Usted hizo un libro sobre Mitterrand, donde noté cierta simpatía y elegancia en el trato. Un político ¿mejora cuando se muere?
–En el caso de Mitterrand, tuvo una muerte muy emotiva, rodeada del afecto de los franceses, y hoy, a cuatro años, parece que los franceses se olvidaron de él. En el pueblo donde enterraron a Mitterrand había tiendas donde vendían souvenirs de él, y están cerrando una tras otra, están quebrando. Y en el caso de Pinochet, todavía no está muerto, pero no creo que quede mejorado por la muerte. Bueno, no voy a comparar a Mitterrand con Pinochet, yo tenía respeto por él, lo conocía, comí con él, y te puedo decir que cada vez que Mitterrand hablaba nadie más hablaba. Quiero agregar que los dibujantes en Francia tienen una relación muy cercana con los políticos. Lo comenté con un dibujante japonés y él me dijo que esto sería inconcebible en el Japón. Ningún hombre político se acercaría a un caricaturista porque los consideran seres repugnantes. En Francia hay una gran tradición de humor político. Desde que se inventó la imprenta, prácticamente, que existe la caricatura política. Tuvimos grandes dibujantes, como Daumier, revistas famosas. Y aprovechamos esta tradición, y nos respetan los políticos, y nunca se sienten ofendidos por las caricaturas que tanto mis colegas como yo les hacemos. ¿Y en la Argentina, Rep, existen las mismas relaciones con los hombres políticos?
Pienso bastante como el japonés, pero al revés. Allá son los políticos los que no se quieren acercar al humorista. Y me sorprende bastante este acercamiento que me cuenta existe en Francia, lo que me lleva a preguntarle ¿esto habla de una madurez del político francés, o de inmadurez de los humoristas?
–Buena pregunta. Es cierto que, cuando uno conoce a un político personalmente, es más difícil hacer dibujos agresivos sobre él. No es que me los encuentro seguido, pero sí de vez en cuando tengo relaciones cordiales con alguno de ellos. Por ejemplo, le hice un reportaje al presidente Chirac, y se portó de manera muy agradable. De hecho, en mis dibujos trato de señalar las contradicciones de los hombres políticos, no de lastimarlos. Creo que nuestro trabajo consiste en enfatizar las contradicciones que existen en ellos. Mi amigo Siné, por el contrario, considera que un dibujo por el cual no lo quieran enjuiciar, no es un buen dibujo.
El humor pornográfico ¿es subversivo?
–Es muy difícil que una mujer se sienta ofendida por un dibujo pornográfico, varias se ríen, ésa es mi experiencia. En los años ’60 era muy provocativo, subversivo, porque no existía el humor pornográfico, bueno... sí... pero se lo escondía. Pero las cosas cambiaron, al menos en Francia. Ya estamos un poco más libres que en otros países. Lo que me sorprendió en las últimas ferias en las que participé es que las mujeres eran más numerosas a la hora de comprar mis libros “pornos”, muchas más que los hombres. Es muy difícil que la mujer de hoy se sienta ofendida por ese tipo de trabajos. No se escandalizan.
Yo no pregunté acerca de si subvertía los valores de la mujer. En realidad, yo tendía a averiguar si en una sociedad tan correcta, tan pulcra como quiere presentarse hoy, la pornografía no tendía a correr los límites. No con la mujer, con la sociedad toda.
–Es verdad. Pero hay una diferencia entre mi pornografía, la de Reiser, la de Rep, con las demás, y es la de que en ellas respetamos a la mujer. Con lo cual me estoy encerrando en mis propias contradicciones, digo que el humor es la falta de respeto, y ahora digo que respeto a las mujeres. Entonces creo que, realmente, les tengo miedo.
Mr. Wolinski, usted es el único humorista gráfico que entrevistó al Subcomandante Marcos en la selva, en los primeros tiempos del levantamiento zapatista, ¿puede contarme la experiencia, desde el primer contacto hasta la publicación del reportaje?
–En Francia yo leía los textos de Marcos en el diario Le Monde y me impresionó el humor y la fantasía que él ponía en ellos. Entonces, cuando en Charlie Hebdo, el semanario para el que trabajo, se decidió hacer un reportaje sobre el Sub Marcos, me preguntaron si me interesaba y yo les dije ¡sí! Así que me vine a México acompañado por un periodista, y sabía que en México estaba Françoise Scarpit, de L’Humanité, y sabía que ella estaba interesada en el conflicto de Chiapas y que tenía los medios que había que utilizar para llegar allí, así que recurrí a ella. Viajamos en avión hasta San Cristóbal, luego en carro hasta La Realidad, y ahí nos encontramos con indígenas que se encargaban de recibir extranjeros que pedían audiencia con Marcos. Había periodistas de varias nacionalidades, y entre ellos nadie se hablaba, lo que me parecía algo muy raro. Pasamos allí varios días, en La Realidad, nos bañábamos en el río, un indígena nos cocinaba por la noche. Y pasaban y pasaban los días, y nada. Entonces un día le dije a aquel indígena: “¿Sabés qué? Mañana nos tenemos que ir”. Y me dijo que por qué no le escribía una carta. No se me había ocurrido. Se la hicimos. Y junto con esa carta mandé uno de mis libros con un dibujito dedicado al Subcomandante Marcos. Y al día siguiente llegó un joven con una carta escrita por computadora. Era de Marcos, que me pedía que por favor lo esperara un poco más. Dos horas más tarde llegó otro joven que simplemente nos pidió que lo siguiéramos. Pensamos que íbamos a caminar mucho, y llevamos agua, comida, ropa y resulta que era ahí, cerca nomás. Y Marcos estaba ahí, sentado bajo un gran árbol cuyo nombre he olvidado, con su caballo, fumando su pipa, con su guardaespaldas y pudimos hablar durante dos horas.
¿Y qué le quedó de ese encuentro con el Sub Marcos?
–Para mí es un recuerdo muy importante. Me gustó mucho ese hombre, su forma de ser, su manera de hablar, su desesperanza tranquila. Muchas veces habla de él como si ya estuviera muerto. Luego regresé a París, publiqué el reportaje en Charlie Hebdo, y agotamos toda la edición.
Conocemos las posturas de los intelectuales europeos frente a la guerra de Yugoslavia. ¿Podríamos conocer la suya particular y la de los humoristas gráficos en Francia?
–Yo estaba en Cuba cuando empezaron los primeros bombardeos en Kosovo, y de regreso a París tuvimos una reunión en la redacción de Charlie Hebdo, con todos mis amigos periodistas y dibujantes. Y todos discutían si era oportuno o no bombardear. Y a mí me parecía evidente que no había que bombardear. ¿Cómo es posible que en un diario que es ecologista, pacifista, izquierdista, hubiera gente que está a favor del bombardeo? Me sorprendió mucho, como también los filósofos y los intelectuales en esa postura. Me parece increíble que diecisiete países europeos no encuentren otra cosa que hacer que bombardear a un país tan chico como Serbia. Pero en general, en Francia, la gente está mayoritariamente a favor de los bombardeos.
¡Pero es una mecha encendida en la misma Europa!
–Es cierto que no sabemos cómo va a terminar esto. Es preocupante. Pienso que si Turquía y Grecia intervienen en este conflicto, ahí puede empeorar mucho la cosa.
Supe por mis colegas cubanos que usted es asiduo visitante de la isla, incluso que aporta donaciones. ¿Cómo es su visión sobre la Cuba actual?
–Hice mi primer viaje a Cuba en 1970. Y regresé cada 10 años, salvo ahora, que estoy yendo más seguido. Soy padrino de una pequeña organización humanitaria que manda libros y se llama Cuba si France. Mi problema con Cuba es que yo sólo veo el lado positivo. Y que me rodea gente que sólo ve lo negativo. Sigo teniendo muchos amigos cubanos. No defiendo a Fidel Castro. Sí veo cosas que como hombre demócrata me molestan, como el caso de los humoristas, que no existe la prensa de oposición, que no se puede vivir como dibujante. El argumento es “no tenemos papel, no se lo vamos a dar a gente que nos escupe en la cara”. En Cuba siempre se ven cambios, y a la vez siempre es lo mismo. Me parece, por el último viaje que hice, que la gente está un poco mejor, que viven mejor.
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