Domingo, 29 de marzo de 2015 | Hoy
FOTOGRAFIA En pocos días se cumplirá un año del incendio más importante que haya sufrido la ciudad de Valparaíso: 3000 viviendas destruidas, 12.500 personas afectadas, 15 muertos. Entre todo lo que se perdió, se perdieron las fotos de las familias damnificadas, los tesoros, los recuerdos. Durante el último Festival de Fotografía de Valparaíso, un grupo de fotógrafos-brigadistas se encargó de subir a los cerros y conocer a las víctimas para ayudarlas a iniciar nuevos álbumes de fotos familiares que retrataran otros comienzos, la vida después del desastre. Ellos se encargaron de la edición, selección, montaje y finalmente entrega a las familias de lo que es, finalmente, suyo. Ahora, a manera de conmemoración, muchas de esas fotos pueden verse durante todo un mes en una muestra en Santiago de Chile.
Por Romina Resuche
Una casa. Una familia, los que la habitan. Y las cosas: objetos útiles, funcionales, de uso diario, de uso propicio para el contexto; lo que decora, lo que conforta y los recuerdos. Estos últimos son más que un objeto, son tesoros que precisan de materialidad para generar o sostener emociones. Entre ellos, las fotografías. Guardadas en cajas, ordenadas o en montones, mezcladas, en álbumes, pegadas a la pared o enmarcadas.
Elvira salvó sólo dos objetos cuando todo se prendió fuego, dos portarretratos. Uno que muestra a sus hijas cuando eran guaguas, porque –según dice– nunca volverán a ser así. Y otro de su sobrina, buena alumna, buena niña, que enfermó y murió con sólo 10 años. Elvira trabaja ensobrando jugos en polvo durante las madrugadas y un día, esperando a su marido –arriba, en su casa en el cerro El Vergel–, vio cómo el hogar que habían construido juntos se quemaba por completo. Le siguieron a este día muchos otros de dormir a la intemperie, de ver pasar filas de autos que llevaban ayuda de todo tipo: compañía, comida, agua, mantas, fe. Días en los que Elvira lloraba mucho, y su marido le decía: “Llorá hasta que te canses, que después hay que tener fuerza para levantarse y hacer la casa”. Hacer la casa.
En el incendio de abril de 2014, Valparaíso vio cómo sus cerros daban luz de furia y desesperación a su plano. Muchos de los que salvaron su existencia no lograron rescatar ciertas partes de su vida física, material de materiales, el cobijo, las pertenencias. Alguien, un fotógrafo chileno, gritaba en mayúscula en las redes sociales, mientras todo ocurría: “¡Las fotos, se perderán las fotos!”. Y también pasó eso. Se perdieron microarchivos personales de cientos de familias, se perdieron las imágenes que mostraban una idea, una posible captura de lo que fue el pasado; de parte del origen, de la historia.
Las explosiones y emociones derivadas pintaron un panorama que, en el avance del tiempo, fue dando respuestas con variaciones, tanto del adentro como del afuera. Además de las ayudas institucionales, gubernamentales e individuales que recibieron para la reconstrucción de sus viviendas, y para el abastecimiento del equipamiento básico para el día a día, vieron respuestas creativas surgiendo en torno e in situ. Propiciadas desde los mismos habitantes o por grupos de personas a las que les gusta ejecutar ideas y programas desde la autogestión, se presentaron a la comunidad proyectos que van desde la recreación y el estímulo cultural para los niños hasta voluntarios interesados en la construcción natural, que colaboraron con la creación de nuevos hábitat, pensados y hechos a partir de la reutilización, entrelazada con técnicas antiguas. Si hay que hacerlo todo de nuevo, que sea de una forma nueva. Con ese pensamiento se dibujan los planes de algunas de las personas que quieren ayudar a la causa de los cerros con lo que saben hacer.
Seis meses después del fuego, los organizadores del Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso (FIFV) se propusieron acompañar de algún modo y pusieron al servicio de quienes residen en los cerros La Cruz, El Litre y Las Cañas a sus brigadas de fotógrafos para que, al retratarlos en su hoy, los alienten a reconstruir el álbum fotográfico familiar.
Los directores del FIFV, Rodrigo Gómez Rovira, Luis Weinstein y Miguel Angel Larrea, junto a Freddy Ojeda, Anna Acquistapace y Laura Quiroz conectaron a las familias con el trabajo de las brigadas fotográficas. Estos grupos llegan a través de una convocatoria que el FIFV abre cada año para que, en muchos casos, aunados sólo para la ocasión, actúen durante los días del festival: fotografiando, copiando y difundiendo el material elaborado, con pegatinas o montajes que abarquen a la ciudad, que la tomen. Para que se sepa que la fotografía está y pasa y es parte.
Esta vez, tanto el trabajo de campo, como las sesiones de fotos y la muestra transcurrieron en los cerros que vivieron el fuego. Las reuniones de edición, más la impresión de las copias, fueron actividades desarrolladas en la sede principal del festival en sus días de apogeo, el Parque Cultural de Valparaíso. A finales de octubre de 2014, los grupos fotográficos C789, Lena, Rifa, Migrar, Resiliente, Rodolfo y Anna, Oviedo y Venegas, Vaf, Colectivo de Foto y Puente, se comprometieron por diez días a residir en la ciudad portuaria y comenzar a visitar familias en sus actuales asentamientos, viviendas casi terminadas, nuevas casas en sus lotes de siempre.
Los brigadistas tenían por objetivo primero encontrarse con los habitantes del cerro y así conocer sus historias, entrar en sus hogares, en sus órdenes, en sus memorias. La mayoría de los fotógrafos participantes cuenta que ésta fue la parte más dura, que en muchos de los afectados por el episodio sigue resonando el impacto de la pérdida. El seguimiento fotográfico de los detalles de identidad y contexto, más los retratos tradicionales de familia fueron el paso siguiente del trabajo. Observar y seleccionar las imágenes continuó en la lista de acciones, como una parte importante del volver a fotografiar, que permite encontrar lo que el disparo quizás no mostró. Larrea guió cada instancia del trabajo, desde la organización de las brigadas voluntarias como de la edición y la curaduría de la serie que se imprimió y luego se expuso.
Los grupos dedicaron un día completo al montaje y la puesta. Desde el espacio de trabajo en lo alto del cerro (la casa de actividades y ayuda comunitaria) prepararon las gigantografías sobre paneles de madera, que luego se colgaron en las construcciones o sobre las rejas de casas que ya no existen, desde el alto hasta la mitad de los cerros, en una galería a cielo abierto que podría recorrerse de arriba abajo. Una vez colgada la serie, las brigadas entregaron a cada familia fotografiada, los retratos con los que podrán iniciar un nuevo álbum a partir del registro de su presente. Los paneles donde se montaron las fotos tendrían, luego de la muestra, la posibilidad de ser usadas por los habitantes para seguir con sus construcciones. Ahora esas fotos pueden verse, hasta el 25 de abril, en la muestra Reconstrucción del álbum familiar, que está expuesta en la Sala de las Artes de Las Condes, www.lascondes.cl/cultura/sala.
Esta acción motivada por el FIFV con el aporte de una veintena de voluntarios ejemplifica las múltiples posibilidades de la fotografía y sus usos sociales. A partir de un gesto grupal y del consenso de los habitantes, se habilitó un espacio que les permitió a todos encontrarse en una intención común, muy concreta y también poética, que devolvió la mención de rito doméstico al acto fotográfico que retrata familias. Los álbumes que existieron antes del incendio resguardaban días de reunión, especiales ocasiones irrepetibles y usualmente registradas, como una boda o un cumpleaños. Los nuevos álbumes comienzan contando una instancia de la vida, no siempre fotografiada, la de la continuidad de la unión y la fuerza cuando la vida pide empezar de nuevo.
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