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Titanes en el ring
En un rincón, Dario Fo, bufón comunista; en el otro, Silvio “Il Cavalieri” Berlusconi. En el medio, La anomalía bicéfala, una farsa salvaje donde un cirujano repara el cerebro del primer ministro italiano injertándole algunas neuronas de Vladimir Putin.
por Peter Popham, de The Independent
Los asesinos persiguen a Silvio Berlusconi y Vladimir Putin. Putin muere y Berlusconi es gravemente herido en la cabeza. Los cirujanos reparan el cerebro del primer ministro italiano con un injerto del cerebro muerto del ruso, de modo que cuando Berlusconi se recupera empieza a controlar su carrera política con una frialdad típicamente putinesca.
Ésta es la premisa de la nueva farsa del dramaturgo Dario Fo, el septuagenario Premio Nobel italiano. La anomalía bicéfala, que empieza este mes una gira nacional, se presentará en enero en el Piccolo Teatro de Milán. Pese a los denodados esfuerzos por impedirlo que hizo Berlusconi, el estreno parece ahora un hecho. La junta de directores del teatro de Milán acaba de asumir el compromiso definitivo de montar la obra.
Será la temporada número 50 de la carrera de Fo. Pero de no ser por las enérgicas protestas del director del teatro, Sergio Escobar, y también por la súbita intervención de la esposa de Berlusconi, Fo podría no haber llegado a inaugurarla. El mes pasado, apenas tres semanas antes de que La anomalía bicéfala iniciara su gira, Escobar publicó una apasionada protesta en el diario más importante de Italia, el Corriere della Sera, denunciando que la censura estaba a punto de dar en Italia un nuevo e inquietante paso adelante.
“Los censores –escribió– siguen pensando en blanco y negro. Apenas Fo dio a conocer algunos fragmentos del espectáculo que iba a montar en el Piccolo empezaron a llegar las advertencias. ‘Olvídelo’. ‘No es el tono adecuado’. Y luego: ‘Éstas son épocas de crisis económica, y el apoyo económico, usted sabe...’” La junta de directores del teatro pidió ver una copia del libreto antes de confirmar el espectáculo, una indignidad que Fo jamás había sufrido antes. “No hay libreto”, respondió Fo, que siempre basó su trabajo en improvisaciones.
Las presiones fueron indirectas, pero Escobar no tenía dudas de que la cosa iba en serio. “Estoy seguro –escribió en el Corriere– de que la presión no vino del ‘poder real’ [Berlusconi], sino del lastre de fanáticos que suele acompañar con sus buenos servicios a todos los gobiernos.” Escobar tenía buenas razones para preocuparse. Desde que asumió el poder por segunda vez, hace más de dos años, Berlusconi probó tener una piel peligrosamente fina para ser un político democrático, y no vaciló en usar su poder de magnate mediático y líder nacional para silenciar a críticos mucho más suaves que Fo. Michele Santoro, estrella del Canal Uno de la RAI, fue despedido por hacer críticas poco diplomáticas. Enzo Biagi, un periodista veterano muy respetado, fue echado de la RAI por entrevistar al actor y director Roberto Benigni –cuyas mofas contra Berlusconi son infatigables– en vísperas de las últimas elecciones generales.
El temor al poder y la ira de Berlusconi se ha vuelto contagioso. Hace un par de semanas, un programa de la RAI realizó una encuesta pública pidiendo a los televidentes que enviaran por teléfono la lista de las cosas de las que estaban hartos. Cuando el ítem Políticos como Berlusconi, que hablan pero no hacen nada llegó al primer puesto de la lista, los productores del programa se vieron en la calle. No pasó nada, pero el miedo flota en el aire, y cuanto más tiempo pasa en el poder, peor se ponen las cosas: el jefe intimida, tiene el látigo al alcance de la mano y ya ha probado no tener el menor problema en utilizarlo. De modo que ¿cuál de todos los aduladores que lo rodean dudaría del placer que le depararía ver al viejo bufón comunista de Fo puesto a raya en la mismísima Milán, cuna del primer ministro?
Eligieron pelearse con el hombre equivocado. El socorro llegó menos de una semana después del artículo de Escobar, y desde el rincón más inesperado. Veronica Lario, ex starlet y segunda esposa de Berlusconi, es uno de los personajes de La anomalía bicéfala. Como no hay libreto, nadiepuede estar seguro del modo en que Fo decidió tratarla, pero la señora Lario tiene mucha curiosidad por saberlo. Emboscada por un periodista de La Repubblica, Lario fue franca. “La censura es algo horrible, odioso, y siempre inaceptable”, dijo sobre la posibilidad de que se impidiera el estreno de la obra de Fo. “Estoy segura de que eso no sucederá”.
No se equivocaba. ¿Fueron sus declaraciones las que frenaron las presiones? Puede que nunca lo sepamos. Pero Fo se mostró muy agradecido: “Es una persona muy civilizada, tiene estilo, cree en la democracia. Su ayuda fue muy positiva y contribuyó a acabar con la idea de que como mujer se ve obligada a someterse a la voluntad de su jefe”.
Ahora Fo irá sin piedad tras su marido. Hace poco, cuando le preguntaron si su trabajo atacaba a los poderosos en general, respondió: “No, no, quiero hablar de Berlusconi. Hasta Shakespeare, en su última obra, Medida por medida, se atrevió a golpear al rey. Y después de eso dejó de escribir y murió.
Y la señora Rame agregó: “Espero que eso no nos pase a nosotros”.