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Domingo, 21 de diciembre de 2003

HITOS

El detective salvaje

El momento en que Indiana deja de ser Indiana Smith y pasa a ser Indiana Jones. El lado oscuro del profesor aventurero dejado afuera de la película. El día que Tom Selleck perdió el tren. Las críticas de Harrison Ford a la saga que lo hizo una celebridad. Sean Connery y Harrison Ford filmando desnudos las escenas entre padre e hijo. George Lucas y Steven Spielberg construyendo castillos de arena en la playa por pura cábala. La edición en DVD de las tres películas de Indiana Jones, y la noticia de que la cuarta parte está en marcha, fueron una excusa perfecta para que sus protagonistas recordaran los momentos más memorables en la vida de ese erudito vital que persiguió el Santo Grial, el Arca Perdida y a su propio padre por todo el mundo.

A partir de la reedición en DVD de las tres películas de Indiana Jones y el documental de dos horas que las acompaña, terminaron de salir a la luz todos los entretelones de la saga que empezó como una película de “bajo presupuesto”. Estos son algunos de los más memorables, en boca de sus protagonistas:

Los cazadores del arca perdida
George Lucas (productor): Tenía dos ideas en la cabeza: una era algo del espacio tipo Flash Gordon o Buck Rogers, y la otra trataba sobre un arqueólogo en busca de artefactos sobrenaturales. Decidí quedarme con la del espacio y meter la segunda en el freezer. Tras el estreno de La guerra de las galaxias, en 1977, me fui a Hawai, y Steven (Spielberg) vino a visitarme. Un día estábamos descansando en la playa, y me largó que tenía ganas de hacer una al estilo James Bond.
Steven Spielberg (director): Cubby Brocoli, el productor de Bond, me había rechazado en dos ocasiones años antes, cuando todavía no había rodado ninguna película.
Lucas: Le dije: “Mira, tengo algo que es mucho mejor que una película de James Bond. Te va a encantar: tiene aventuras, diversión y transcurre en los años 30”. Entonces le conté la historia de Los cazadores del arca perdida, y él me contestó: “Es fantástico, hagámoslo”.
Spielberg: Construimos nuestro primer castillo de arena de la buena suerte. De hecho, ya habíamos construido uno el día antes del estreno de La guerra de las galaxias, y otro cuando nos enteramos de que no quedaban entradas para las funciones de las diez de la noche. Éramos muy supersticiosos. Si la marea subía y arrasaba el castillo, nuestras películas no iban a funcionar. Pero si el castillo aguantaba, sobrevivirían su primer fin de semana.
Lucas: Empecé a mover la idea por los estudios, diciéndoles que el presupuesto sería de 20 millones de dólares, pero me contestaban: “Imposible, esta es un película de 50 millones”.
Frank Marshall (productor): Michael Eisner, de la Paramount, leyó el guión y dijo: “Sólo la primera secuencia ya va a costar 20 millones”.
Lucas: Finalmente, Eisner dijo que lo haría. Pero tenía muchas dudas. Hablábamos sobre Steven, que venía de dos grandes producciones (1941 y Tiburón) en las que se había pasado del presupuesto. La idea era que el tipo se encontraba fuera de control. Y yo le dije: “No. Steven y yo estamos juntos en esto, y le garantizamos que nos ceñiremos a los 20 millones”.
Spielberg: El rodaje de Tiburón duró 155 días; el de Encuentros del tercer tipo, 110 y el de 1941, todavía el más largo que he realizado, 179. Cuando 1941 se estrenó no fue el fracaso monumental que todos piensan, pero tampoco fue un éxito, y todo el mundo pasó a ridiculizarla. Le dije a George: “Tengo que demostrar algo, no sólo a ti sino a mí mismo, y es que puedo realizar una película económica”. Así que me di 87 días para rodar Los cazadores del arca perdida, y la acabé filmando en 73.

Un tal Smith
Lucas: Al principio se llamaba Indiana Smith. Indiana era el nombre de mi perro. Pero en Hawai, en la playa, Steven me dijo: “No me gusta Indiana Smith, se parece demasiado a esa película de Steve McQueen, Nevada Smith”. Y le contesté: “¿Qué te parece Indiana Jones?” Porque quería que fuera uno de esos nombres esencialmente norteamericanos. Y él dijo: “Indiana Jones, así se llamará”.
Lawrence Kasdan (guionista): La idea inicial de George era diseñar un personaje con tres caras: un profesor de universidad que se dedica a conseguir reliquias que no le interesan para vender y así financiar su vida nocturna y lujosa.
Lucas: Había un aspecto oscuro en él. Era jugador y mujeriego.
Kasdan: No creía que ese elemento fuera necesario, y no lo eché de menos cuando desapareció del guión.
Spielberg: Yo lo veía como al Humphrey Bogart de El tesoro de Sierra Madre, pero sólo en la primera mitad del film; luego se vuelve más paranoico y esquizofrénico.

Usted sabe lo que un Ford significa
Lucas: Steven tenía a Harrison (Ford) en la cabeza. Le dije: “Ya he trabajado con él en dos películas, y no quiero que nos convirtamos en una especie de Martin Scorsese y Robert De Niro. ¿Por qué no probamos algo nuevo?”.
Mike Fenton (director de casting): En aquel momento George estaba casado con Marcia Lucas, quien sugirió: “Tiene que ser Tom Selleck”. Todos se mostraron de acuerdo, pero yo no estaba convencido. Me pidieron que lo contratara. Tengo la sensación de que si hubiésemos fichado a Tom, no habríamos llegado a hacer tres películas.
Lucas: Tom Selleck era el ideal, pero un año antes había hecho el episodio piloto de Magnum, y la productora aún tenía dos semanas de plazo para decidir si compraba y producía la serie. Se nos venía el límite encima, así que dije: “¿Por qué no llamamos a la productora y les decimos que estamos interesados en contratar a Tom para una película y que necesitamos saber si compran el piloto o no?”. Y creo que eso fue lo que les llevó a comprarlo, porque ni debían saber que lo tenían. Nos llamaron a los dos días y nos dijeron que se quedaban el piloto, y que no podíamos contar con Tom. Steven y yo nos miramos y dijimos: “Usemos a Harrison”.
Harrison Ford (actor): Me pusieron a un entrenador para el tema del látigo, y me dediqué en cuerpo y alma a aprender a usarlo.
Spielberg: Debra Winger y Sean Young eran dos de las candidatas para el papel de Marion. Pero entonces hice un experimento. Había unas 60 personas viendo las cintas de las pruebas, y les pedí que votaran. Y el 80 por ciento de las manos se levantaron tras la prueba de Karen Allen.
Karen Allen (actriz): No había coincidido jamás con Steven. Entré en la sala, lo miré, él me miró, y lo primero que me dijo fue algo así como: “¿Sos buena para escupir?”. Y yo le contesté: “Soy una escupidora de primera. ¿Quieres que escupa de lado a lado de la habitación?”.

Cenar en Túnez
Paul Freeman (actor): Lo más duro de rodar en Túnez fue todo el asunto de la disenteria y el tener que trabajar con ella, porque es un proceso que no se puede detener. No había muchos baños por allí, así que se trataba de correr y esconderse tras la roca más cercana.
Spielberg: Cada vez que rodaba en un país extranjero me llevaba comida de casa. Así que durante cuatro semanas y media almorcé y cené de lata, lo mismo que el cameraman Douglas Slocombe. Al final estuvimos entre las siete u ocho personas, sobre ochenta que integraban el equipo, que no se enfermaron.
Michael Kahn (editor): El pan venía relleno de moscas. Todo el mundo se sentaba a quitarlas una a una.
Spielberg: Harrison comió una especie de taco tunecino, relleno de huevo duro, cordero y algunas verduras. Al día siguiente me dijo: “Hoy trabajamos una hora y media y me vuelvo al hotel. Estoy demasiado enfermo, casi no puedo tenerme en pie”. Entonces se nos ocurrió la idea de cortar las tres páginas del guión que describían la lucha de látigo contra espada en el mercado.
Ford: Sugerí que simplemente podía dispararle a ese hijo de puta, y Steven me dijo: “Es exactamente lo que estaba pensando”.
Spielberg: Lo rodé en cinco tomas, y al cabo de dos horas Harrison estaba de vuelta en el hotel.

Moscas y serpientes
Marshall: Todos sentían mucho respeto por las cobras de la secuencia del Pozo de las Almas (que de hecho se rodó en los estudios Elstree de Londres). Eran mortalmente venenosas, así que habíamos puesto una ambulancia junto a la puerta por si pasaba algo. Hubo que renovar el suero del antídoto porque se había vencido. Les dije: “¿Acaso no prueban los antídotos?”. Me contestaron que en Londres las mordeduras de cobra no son algo demasiado común.
Allen: Me conducían al estudio, me colocaban en mi lugar y me tiraban las serpientes encima. Hasta cierto punto resultaba divertido, pero también había momentos en los que me hubiera gustado no volver a ver una serpiente durante el resto de mi vida. Las serpientes de hierba, que son inofensivas, se mezclaron con algunas pitones, que muerden a sus víctimas para paralizarlas y luego las estrangulan. Picaron a un par de personas, y a menudo parecía que iban tras de mí y de Harrison. Teníamos que mantenernos alertas.
Ford: No tuve ningún problema porque durante mi adolescencia solía aprovechar los campamentos de boy scout para atrapar serpientes. Los problemas eran de tipo logístico: tener que sacar esa cantidad de serpientes de los containers, dejarlas en el set y luego devolverlas a su lugar. El caso es que había mil y un lugares por los que se podían escurrir, y al día de hoy Inglaterra debe seguir contando con una población de serpientes ciertamente elevada.

Castillos de arena
Spielberg: A la hora de estrenar la película, George y yo regresamos a Hawai, al mismo hotel y a la misma playa, y construimos un castillo de arena aún mejor que los anteriores. Y a la mañana siguiente el castillo seguía ahí. Así que George pensó que el estreno iba a resultar fenomenal. Pero no fue el caso. Frank Mancuso, de la Paramount, nos llamó para decirnos que la cosa había ido bien, pero se notaba que no estaba satisfecho. Nos deprimimos y pensamos que todo el tema de los castillos de arena era una inmensa tontería. Hasta que el martes recibimos la llamada de un ayudante de George informándonos que el día anterior la recaudación había sido de 1.200.000 dólares, lo cual estaba muy bien para un lunes de aquella época. Finalmente, se exhibió durante más de un año y cosechó 240 millones de dólares.
Indiana Jones y el
Templo de la perdición
Lucas: Debería haber sido menos oscura, pero nos dejamos llevar. Me estaba divorciando, no estaba de buen humor, y así salió.
Spielberg: La historia no me inspiraba. Era oscura y aterradora, algo que en aquel momento no me tiraba demasiado. No me estaba divorciando, venía de experimentar un éxito tremendo gracias a ET, así que me hallaba de buen humor. Pero George estaba convencido de que aquella era la historia que quería contar. George era, y sigue siendo, mi mejor amigo. Y no iba a llevarle la contra.
Ke Huy Quan (actor): Mi familia y yo abandonamos Vietnam a bordo de un barco. Pasamos un año en Hong Kong antes de poder reunirnos con mi madre, que ya estaba en Estados Unidos. Fui a la prueba para acompañar a mi hermano, pero Fenton me vio y quiso hacerme una prueba a mí. Mi inglés era espantoso, así que la tuve que hacer en chino. Steven me llamó un par de días más tarde. No sabía quién era. Yo no había visto ninguna de sus películas.
Spielberg: Tenía la cara de un Yoda de 40 años. Parecía de más de 12, había una especie de sabiduría profunda en él.
Kathleen Kennedy (productora asociada): Ke y sus hermanos habían estado en una cárcel de Saigón por intentar abandonar el país. Él tenía entonces 4 o 5 años, e intentaba convencer a los guardias de que le dejaran salir a buscar agua y comida para su familia. Se convirtió en un sobreviviente a una edad muy temprana, y creo que ésa fue la razón por la que le dieron el papel: tenía todas las cualidades que el guión requería.
Spielberg: Recibía una actriz cada media hora. Cinco por la mañana y seis o siete por la tarde. Sharon Stone, que aún no era conocida, estuvo allí. Y un día pareció Kate Capshaw, de la que yo nunca había oído hablar, y fue como si la habitación se iluminara de golpe. Llevé el video a casa de Harrison, y él dijo solo tres palabras: “Hay que contratarla”.

Te hago una escenita
Kennedy: Lo que más me asustó fue que el puente no estaba terminado. Había una sola cuerda a la que uno podía aferrarse, y era una caída de 120 metros. Todos tenían miedo menos Harrison, que salió corriendo y se puso a saltar encima de aquella cosa.
Ford: Pensé que era importante que el público me viera en las escenas de acción. Que sintieran el dolor, el triunfo, el miedo, gracias a que era yo quien las realizaba. Pero las críticas acerca de la oscuridad de la secuela eran acertadas. En una cultura desarrollada no hay gente comiendo sesos de mono. Entiendo que haya quien se pueda sentirse incómodo por ello. También me parece que arrancarle el corazón a alguien y poner a los niños en peligro fueron trucos fáciles.
Spielberg: Estaba de acuerdo con los críticos. Hoy en día sólo veo la película para rememorar cómo me enamoré de Kate. Lo mejor que salió de Indiana Jones y El templo de la perdición fue Kate Capshaw. Aquel viaje cambió mi vida.

Indiana Jones y
la última Cruzada
Spielberg: Aunque la crítica odió El templo de la perdición, la película recaudó mucho dinero. Así que la Paramount nos pidió que hiciéramos otra. Algo a lo que yo estaba dispuesto simplemente para quitarme el mal sabor de la anterior.
Lucas: Se me ocurrió comenzar con un Indiana adolescente. Steve no quería porque acababa de hacer una película protagonizada por un niño, El imperio del Sol. Pero insistí e insistí hasta convencerlo.
Ford: Lo que más me interesaba de La última Cruzada era desarrollar el personaje, y la clave de ese desarrollo se encontraba en introducir al padre de Indy.
Spielberg: George quería que fuera una película sobre la búsqueda del Santo Grial, lo cual me pareció muy interesante. Le dije: “De acuerdo, pero creo que el Grial debería ser más una metáfora referida a otra cosa. Indiana Jones debería ir tras su padre, y el padre saldría en busca del Santo Grial. Indy no ha tratado con él durante los últimos veinte años, pero parte tras él para salvarlo. Ir tras el Grial implica perseguir lo mejor de uno mismo”. ¿Y cómo se consigue eso? Pues gracias a la reconciliación, especialmente con tu padre. La relación con mi padre se había enfriado bastante en los años anteriores. Ahora estamos bien, pero en aquel momento conocía los sentimientos sobre los que iba a escribir. Las películas no te ayudan a solucionar tu vida privada. Quieres pensar que sí, pero no. Lo único que me ayudó a acercarme a mi padre fue mi propio padre.
Sean Connery (actor): Los cazadores del arca perdida era apasionada y muy divertida. Había un personaje central a quien se podía conocer hasta cierto punto, pero que callaba lo suficiente como para seguir siendo misterioso. Por eso pensé que presentarlo junto a su padre iba a ayudar.
Lucas: Steven dijo que quería a Sean Connery para el papel. Yo le dije: “Es demasiado conocido, prefiero evitar a las estrellas. Todo el mundo pensará en él como James Bond”. Y me contestó: “Eso es lo genial del asunto, Indiana Jones es el hijo de James Bond”.
Spielberg: George había sugerido a Gregory Peck.
Connery: Al final prevaleció el sentido común, y no pusimos en marcha.
Spielberg: Contratar a River Phoenix no fue idea mía. Harrison me llamó y me habló de un chico con el que había coincidido en La costa Mosquito. Y River se parecía bastante a Harrison.
Fenton: Todos amábamos a River. Era perfecto. Y entonces fue y se mató.
Marshall: Fue como perder a un miembro de mi familia.
Spielberg: Una tragedia. Hoy día hubiera sido una gran estrella, si no la más grande de todas.

Desnudos en invierno
Spielberg: Adoro La última Cruzada porque es muy divertida. Y la relación entre Harrison Ford y Sean Connery funcionó perfectamente.
Ford: Sean no dejaba de quejarse por el traje de tweed que le había tocado llevar.
Connery: Se suponía que era invierno, el set era muy pequeño, y aquello estaba lleno de gente con abrigos de piel y sombreros. En la secuencia en que Indy se queja ante su padre por sus ausencias, yo llevaba una camisa, una corbata, un chaleco, pantalones, campera y sombrero, todo de lana. No podía respirar, así que aprovechando que el plano era de cintura para arriba me quité los pantalones. Y Harrison hizo lo mismo.
Alison Doody (actriz): No envidio a Kate Capshaw, que en la segunda parte se las había visto con todos esos bichos. Prefería las ratas de la tercera, porque sabía que no eran ratas de alcantarilla sino que las criaban especialmente, por lo que eran más limpias. Me preguntaron si les tenía miedo, y contesté que había trabajado con ratas peores, de las que caminaban en dos patas.
Ford: Solía criar ratas, así que no tuve problemas con ellas. Pero sí me molestó la mierda de rata flotando en el agua. Ratas, sí. Mierda de ratas, no.

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