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Domingo, 5 de junio de 2016

TEATRO > FESTIVAL DE DRAMATURGIA EUROPA + AMéRICA

ENTRETELONES DEL MUNDO

Durante todo el mes de junio vuelve a Buenos Aires el Festival de Dramaturgia Europa + América, en el que once directores argentinos montarán las obras de once autores contemporáneos europeos y latinoamericanos. El ejercicio es claro: poner en relación el texto contemporáneo de un autor extranjero con la estética y la mirada de un director argentino y observar lo que sucede. Paula Marull, Alfredo Staffolani, Luciano Cáceres, Sofia Wilhelmi, Agostina Luz López, Silvia Gómez Giusto, Francisco Lumerman, Matías Sendon, Ignacio Sánchez Mestre, Alberto Ajaka y Cecilia Meijide trabajarán obras de Croacia, Austria, Suiza, Alemania, Francia, Italia, Uruguay, Polonia, Rumania, Brasil y España. El intercambio es una manera de pensar lo extranjero, lo global y lo próximo y de lograr un espacio donde la identidad no es moneda de exportación.

 Por Agustina Muñoz

¿Significa algo de por sí la nacionalidad de un artista a la hora de recibir una obra? ¿Es imposible no leer, por ejemplo, el trabajo de un artista palestino a través del conflicto con Israel? ¿Influye el territorio en la concepción de una obra? En la segunda edición del Festival de Dramaturgia Europa+America la pregunta por lo universal y la identidad vuelve a estar en un lugar central. El ejercicio es claro: poner en relación el texto contemporáneo de un autor extranjero con la estética y la mirada de un director argentino y observar lo que sucede. En un momento en el que el miedo y la necesidad de abrir las fronteras conviven con una fuerte defensa de las voces particulares, el mundo del arte se pregunta cómo producir un intercambio que no esté comido por la idea de universalidad licuada o de identidad lista para la exportación. Es decir, cómo producir de verdad un encuentro y un intercambio entre personas que comparten distintos contextos (artistas, público e instituciones) en algo tan individual y colectivo como el arte. Matías Umpiérrez, director y curador del festival cree que la invitación abierta del festival a preguntarse por estas ideas propone una discusión acerca de la territorialidad y las fronteras (físicas y simbólicas): “La globalización potencia la idea de universalidad, que existe, pero siempre transgredida por la territorialidad. El problema de ser abandonado por amor, es un tema universal, pero eso dentro de un contexto social, económico y/o político particular tiene otras resonancias y una singularidad. A mí me parece un ejercicio muy interesante del festival la trasgresión de los territorios. Cómo nosotros leemos, pensamos y repensamos los conflictos de un dramaturgo rumano que piensa la post-adolescencia en Rumania. Hay temas en común pero cuando un texto llega a ser montado en un contexto totalmente diferente al que fue creado, hay una resignificación más allá de que haya elementos llamados ‘universales’. Es un ejercicio de esta época: cómo nos relacionamos y repensamos los conflictos que suceden en otros territorios’.

Lo más interesante es que, en este caso, la pregunta por el territorio no se hace solamente en relación a lo geopolítico o al choque de distintas concepciones culturales sino en relación a la identidad de un proceso artístico. Así, las obras que se presentan son el resultado directo de la negociación y del encuentro entre dos artistas que no se conocen, que tampoco comparten un entorno y cuyas estéticas pueden ser muchas veces muy distintas y hasta contrapuestas. Pero no es lo mismo que trabajar con un texto de Chéjov o con el de un dramaturgo noruego que escribió su obra a mediados de los años setenta, porque precisamente la pregunta es acerca de la contemporaneidad que estos artistas mantienen en un mundo atravesado por las noticias globales, la conectividad y las multinacionales. “Lo importante es que el espectador pueda ser testigo de cómo el director hace propios asuntos en principio ajenos, o cómo encuentra la forma de acercarse y adaptar un material a su propia mirada como artista. Y esto, entonces, detona de alguna manera los temas de globalizacion, y de cómo llevar a escena conflictos que a priori no necesariamente entran como ejercicio en una búsqueda personal, pero que después terminan siéndolo”, dice Umpierrez. Esto es especialmente particular en un país donde la mayoría de los dramaturgos son también directores de sus propios textos y donde, por distancia geográfica y/o falta de políticas culturales que acerquen el teatro de otros países (incluso de los limítrofes) no se está en contacto habitual con el teatro contemporáneo internacional –con excepción del Festival Internacional que sucede cada dos años y Panorama Sur–.

En la primera edición de este festival se presentaron trabajos que siguen en cartel después de dos años (como la croata Mi hijo sólo camina un poco más lento dirigida por Guillermo Cacace o la alemana Hamlet está muerto sin fuerza de gravedad dirigida por Lisandro Rodríguez) y demuestran que la supuesta extranjeridad de ciertos proyectos logran transformarse en objetos locales de gran repercusión. Es interesante el caso de Rodríguez, que con un texto austríaco, barroco e hiperbólico, logró una de las piezas más singulares y potentes de su carrera. Y lo que al principio parecía una unión improbable terminó siendo un material que le habilitó una exploración profunda de su propia narrativa como artista. Silvia Gómez Giusto dirige en esta edición del festival la obra del español Jordi Casanovas, cuyas obras suelen contener fuertes elementos políticos en relación a la identidad catalana y a la idea de independencia, aunque esto no es aparente en la superficie del texto. “Como autora y directora uno se malacostumbra a sus mañas y sus lugares seguros; cuando recibí el texto me costó aceptarlo. Me encantaba la invitación pero nunca había dirigido el texto de otro. Después de leer Un hombre con gafas de pasta, sentía que no iba a poder abordarlo, que no tenía nada parecido a mí, a mi escritura y una cantidad de pavadas acerca de la diferencia de estilo que solo hablaban de mi dificultad para escuchar al autor. Una vez que acepté internamente experimentar esa diferencia, el texto de Casanovas se volvió placer. Es una obra que se permite todo, hasta juega con géneros más referenciales en el cine que en el teatro y eso te da mucha libertad a la hora de dirigir. Casanovas es atrevido y me propone un delirio que quizás en mis propias obras no me permito. Agradezco que me esté haciendo perder la cabeza.”

Cuando se le pregunta a Umpierrez sobre la elección de las obras que va a entregarle a cada director, dice que muchas veces es más claro y que otras veces le entrega varias para que elija cuál le parece más interesante. “Hay veces que se me ocurre que un director puede trabajar con un texto por identificación, pero con frecuencia creo que justamente el encuentro puede funcionar por falta de identificación. Me pasó, por ejemplo, con Agostina Lopez: yo había pensado una obra para ella que decidió no hacer porque estaba muy cercana a su narrativa. Prefirió trabajar con otro texto que es muy diferente a su lenguaje habitual. Cuando uno escribe sus propios textos, se tiene libertad hasta que aparecen los problemas de la producción, y a mí me interesa que los textos que elegimos con las instituciones culturales de cada país en su gran mayoría fueron pensados en absoluta libertad respecto a las posteriores condiciones o posibilidades de montaje. Muchas veces pasa que cuando el director y el dramaturgo son la misma persona, el mundo es más cerrado, ya que no contempla el ejercicio de la traducción.”

A veces se cree que programar un ciclo o un espacio es simplemente convocar a artistas interesantes, cuando también se trata de crear condiciones para que nuevos diálogos y sentidos puedan producirse. Por eso, el ciclo Invocaciones de Mercedes Halfon y Carolina Martín Fierro o el célebre Biodrama de Vivi Tellas terminan generando nuevos paramétros en la obra de muchos artistas y una experiencia renovadora en el público. “El festival es una experiencia para el que presta el texto a que lo dirija un artista que no conoce. También para el director que recibe un texto y tiene que adaptarlo, no solamente a su mirada, sino también a las condiciones de producción de una sala determinada. Y para un público que ingresa a ese campo de juego sabiendo qué es lo que se está explorando. Creo que tienen que existir ambos espacios, donde los directores puedan escribir sus propias obras, pero también generar estadíos en los que se invite a los artistas a experimentar en contextos específicos. A mí siempre que me invitaron a hacer este tipo de experiencias se me modificó completamente la mirada. Y el corrimiento de la mirada es importantísimo para un artista”.

El Festival de Dramaturgia Europa+América va del 10 al 26 de junio en Teatro del Abasto, Ciudad Cultural Konex, Timbre 4, Elefante Club de Teatro, Anfitrión, Espacio Callejón. Daniel Mezger (Suiza), Luc Tartar (Francia), Tomislav Zajec (Croacia), Marek Kochan (Polonia), Peca Stefan (Rumania), Cássio Pires (Brasil) y Marianella Morena (Uruguay) van a estar como invitados dando charlas. Además, durante el festival se realizarán charlas post función que contarán con la presencia de cada director y serán moderadas por periodistas y/o críticos especializados y referentes del campo teatral. Más información en www.festivaldramaturgia.com.ar

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Holyfood (Polonia), de Marek Kochan y dirección de Ignacio Sánchez Mestre.
 
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