Domingo, 10 de julio de 2016 | Hoy
PERSONAJES > FERNANDA LAGUNA
Agitadora cultural particularísima, desde los años 90 y desde su galería Belleza y Felicidad, Fernanda Laguna definió una estética y con los años se convirtió además en novelista, en poeta sagaz, misteriosa y naïve al mismo tiempo, y en una artista plástica contundente. Ahora acaba de publicar una novela bajo su heterónimo, Dalia Rosetti: Sueños y pesadillas (Editorial Mansalva). Y en la última edición de ArteBa, Los Angeles County Museum of Art (Lacma) adquirió tres de sus obras: Plano de mi corazón, La exposición y Cinco años de novios y la Tate Gallery de Londres compró Pierrot. En esta entrevista, Laguna cuenta su pasado de devota católica, por qué se va a escribir a un hotelito de Balvanera y cómo se inspiró en Colette para crear a Dalia, la heroína lésbica que va de peripecia en peripecia.
Por María Moreno
En los años noventa, contra el arte sacrificial bajo el imperativo del oficio, figurativo en aras de su claridad para la denuncia social, expresionista en sus relieves de acrílico como chorreaduras de vela -eterno puajjj del curador y artista Gumier Maier- , institucional si seguía las reglas comme il faut , se opuso la política de la alegría: una línea del arte popular y sus fileteados maricones, la cuchillería y la talla de acuerdo a la estética del tajo en la jeta, los trenzados de mil cintas y el macramé de puntos barrocos y ambiciosos se conectó a todo color con otras experiencias artísticas hasta entonces consideradas plebeyas. La galería del Centro Cultural Rojas puso valor en lo que ya había pero se le negaba existir a viva voz fuera de la etiqueta de artesanía o actividades prácticas: los saberes domésticos sin límites de invención como la decoración de tortas, la pintura con brillantina, el arte de la papirola y el tejido en mimbre, el cotillón escolar y las etiquetas intervenidas de productos de bajo costo. Un populismo arty hizo de una mercería galería de arte, de los todo por dos pesos, proveedores de objetos pop, de la fotocopiadora una editorial de librillos con sorpresa (un dije de lata). La experiencia se llamaba Belleza y Felicidad y Fernanda Laguna era la diosita de ese universo, como Juliette Greco lo era de las caves existencialistas. Una diosita de la calle, accionada por fernet y una bondad al paso, heredada de su secundaria en colegio de monjas.
–Cuando nos conocimos con Cecilia Pavón empezamos a hacer muestras en el café París de De Loof y en un momento dijimos “pongamos un local”. Yo en ese momento estaba pintando cuadros muy negros. Y quería pintar como cuadros de hotel. Era un deseo de no tener la obligación de hacer algo contemporáneo. Quería escapar a eso. Porque cuando querés pintar algo nuevo, eso te tapa otras cosas que querés hacer: por ejemplo llegar a un momento intenso. Me acuerdo que pinté un gato con fondo negro, un perro, eran como esos cuadros que comprás en Parque Centenario pero más lindos.
¿Y cuándo hacés tu primera muestra?
–En el Rojas. Dos personas entraron por carpeta: Benito Laren y yo que entonces copiaba figuritas de brillantina. Porque antes tenía una obra que nada que ver. Era como una perdida. Copiaba lo que hacían los otros, las tendencias, hasta lo cibernético. Por ejemplo, en el Casal de Cataluña presenté una carpeta re-pretenciosa- mal pero a mí lo que me interesaba de lo que hacía, como no me interesaba la obra, era la carpeta. La hacía con marcadores finos negros, todo cool, y lo que me copaba era esa mariconeada . Y como no tenía ideas de qué hacer me puse a hacer lo que tenía ganas de hacer que era copiar y poner brillantina. En el Rojas, cuando vió mi carpeta Gumier, que era el curador, dijo “no se si es de una vieja gagá o una chica que está totalmente loca”.
¿Ni una idea?
–Si hubiera tenido ideas no hubiera copiado. Pero copiaba porque no tenía ideas. Unos ositos bailando, un cowboy con una chica, un niño en un caballo. Me decía “quiero pintar algo de la imaginación pero no se me ocurre” . Porque por ahí se me ocurren cosas de la imaginación pero que no me gusta hacerlas. Me costó tiempo llegar a hacer algo de la imaginación y que me gustara realizarlo. El primero que me compró fue Arturo Carrera. Me compró un Luis Miguel que yo me había copiado de la tapa del casete. Espectacular. Después empecé a hacer unos rayos como mecánicamente con colores de acrílico y eso me gustaba y quedaba bien porque no era que tenía que pensar que quería decir con el rayo . Empezaron a aparecer las imágenes. Traté de copiar las cosas que se me ocurrían en la cabeza. Pero no me salían. Yo quería un caballo corriendo y quería pintar corriendo como el caballo: ¡¡¡no quería estar veinte días haciendo que un caballo corra!!!. Entonces me puse a escribir todas esas ideas que tenía. Y ahí aparecieron los poemas y luego las novelas.
Sueños y pesadillas , nada que ver con el género terror, a menos que el oh del terror aparezca dentro de un globito de historieta de Lichtenstein. A Fernanda Laguna le divierte considerarla la precuela -esa palabra tan de moda-de Durazno reverdeciente y Dame pelota , las otras novelas de su heterónimo Dalia Rosetti . Pero precuela en este caso se podría entender como “pre” madurez hetero-cis y “ecuela” es casi “escuela” en el sentido del espacio donde el erotismo se despierta de chica-chica, lo que el doctor Víctor Mercante llamaba fetiquismo y uranismo femeninos en los internados educativos . Cierto lesbo-feminismo tiende a apretar a Fernanda para que se pronuncie como lesbiana en nombre de Dalia Rosetti y de acuerdo a una idea de fusión entre autor y personaje parecida a la que hacía la señora que, al encontrarse con Daniel de Foe, autor de Robison Crusoe , le dijo: ¡¡¡Pobre señor!!! ¡¡¡Cómo habrá sufrido usted en esa isla !!!
-Esta novela me costó. No es como Dame pelota que empieza para adelante. Hasta que un día me desperté y cuando estaba yendo en el colectivo dije ¡¡¡¡Ya se!!!!¡¡TENGO QUE PONERLA EN PRESENTE!!! Es que estaba escrita en pasado, por eso no me salía. Empecé a pasar todo en presente y me dí cuenta de que yo estaba ahí. En cambio cuando estaba en pasado yo ya no estaba ahí. Me iba a escribir al Bonito Hotel, un hotel de Balvanera con habitaciones antiguas. Porque en casa, con Ramón, mi hijo, sentía que necesitaba tiempo para estar sola. Encima, si escribís cosas que no tienen nada que ver con el mundo real, se te va el rollo. Por ejemplo si estás escribiendo algo sexual y está tu hijo jugando con los playmobil o tenés que llevarle un vaso de nesquik ¿no? Entonces me iba al Bonito, me bañaba y me ponía en la cama. Tenía fernet, Coca Cola y papas fritas y, sobre todo, tenía tiempo. La primera vez no escribí nada porque la novela estaba todavía en pasado. Después fui otra vez y escribí un montón. Escribía de día y a la nochecita ya empezaba a tomarme un traguito. Las mujeres necesitamos un poco de vida adulta, de vida independiente. Ir al hotel para mí era tener vida de mina grande. Tampoco me gusta que vengan a ver mi obra a casa. Porque, la persona que es artista cuando está haciendo arte o se relaciona con el arte, es como si tuviera una envestidura, no investidura en el sentido que lo hace más importante si no en el sentido de que está “montada”. Como una emperatriz . Sin ese montaje es otra cosa. Una emperatriz es dos personas: una cuando está cagando en pantuflas y otra cuando lleva su traje de emperatriz y su corona. Por eso cuando alguien viene a mi casa a verme en relación con mi arte me siento muy tímida. Recibir a la gente en mi casa no me gusta, en Agatha Costure , mi galería de arte, me siento mucho mas yo artista.
Dalia Rosetti escribe una serie de aventuras para chicas modernas , un Tintin-torta que los críticos llaman camp pero que es difícil de definir, es como una serie de Netflix en dibujo animado porno-chicle donde el sexo se desdramatiza hasta que, si hay lágrimas, se vuelven de glicerina como en las imágenes de los santos kitsch. Es necesario haber leído el libro de poemas Control-no control para ver el genio poético de Fernanda Laguna, su estética pop-zen donde conviven rimas infantiles con sentencias de chamana adicta a la auto-ayuda . Puede que Dalia Rosetti se le parezca pero en clave comedia de peripecias.
En Sueños y pesadillas, luego de la declaración “Nunca fui muy política pero esta causa es mucho más que banal” la narradora Dalia Rosetti encara una gran cogida a caballo con un jinete ciego en quien intuye a una mujer. Es el párrafo que Fernanda Laguna leyó en Brandon durante el ciclo Dame fuego organizado por Gabriela Cabezón Cámara, mientras en una pantalla se proyectaban una serie de dibujos (parecían ideogramas chinos) realizados, según su declaración con su concha y filmado por la artista Mariela Scafati. Estas son unas gotas del shot Rosetti: “¿qué es un jean frente a la muerte? Intento abrir las costuras del jean con la lengua hasta el acalambramiento, resistiéndome a pensar que jamás se abrirán. Es la causa de vencer sobre la materia para llegar al alma. Toda esta cosa del jean, del alma y de corroborar el sexo que me propuse que tenga me mantiene motivada como para no dejar de luchar(…) Le corro la bombacha con la boca e intento sujetarla debajo de su pierna para que ésta actué de pisapapeles y me deje el camino despejado. Lo logro. Me invade una sensación de plenitud total.(…) El sexo es asqueroso. Todo lo que en el sexo es lindo en la vida normal no lo es. Olor fuerte. Pelos en la boca, gusto a pis, formas antropomorfas desafiantes, capas y capas de fluidos ocultos que no terminan más de aparecer”.
–Dalia, como está en otra realidad, tiene problemas prácticos como el abrir un cierre o como subir a un caballo. A veces le parece que cualquier acción chiquita es imposible. Pero en el momento, cuando lo va viviendo ve que todo es posible pero que a lo posible de alguna manera hay que ejercerlo .
Algunas mujeres identifican a Dalia con Fernanda.
–Una vez , en la época de Dame pelota, estaba en una reunión. Las chicas habían formado una ronda –los íconos del lesbianismo– y me preguntaron ¿vos qué sos? (me estaban gastando). En esa época si me veían mucho con una chica me decían “¡¡¡Bien!!!¡¡¡¡Vamos todavía!!!”. Yo me quería matar y me servía más fernet. Y ellas dale con “¿vos qué sos? “¿yoooo? ¿eeeeh?” Una vez una chica me dijo que una amiga le dijo que no leyera el final de Dame pelota. Yo le dije “¿Por qué?” Entonces ella me dijo que le habían dicho que era muy hétero. “¿Hétero?¿Cómo?” le dije yo. Si te cuento lo que no le gustó voy a revelar datos del final, pero me gusta que se quejen un poco: me hace sentir que la quieren a Dalia. Pero nunca podría escribir esto siendo Fernanda Laguna .Toda mi cabeza cambia cuando escribo como Dalia Rosetti. Escribir con ese nombre es una puerta para entrar en otro mundo. Si no, soy muy autorreferencial y muy pegada a la realidad. El otro nombre hace que pueda despegarme para pegarme absolutamente a la ficción.
Dalia, ¿tiene cuerpo?
–Dalia es más rellenita que yo. A veces más vieja. Como la Claudina de Colette: Claudina en la escuela, Claudina en París, Claudina se va. Medio ahí me inspiré para hacer la saga. En la primer novela fue ella pero en la siguiente, como Dalia Rosetti ya estaba muerta en la anterior, me parecía que tenía que cambiar el personaje. Entonces en la segunda continué con otro nombre e inventé a Fernanda Rosetti, la hermana de Dalia. Después entendí que no pasaba nada. ¡¡¡ Todavía no me daba cuenta que Dalia Roseti podía revivir en todo!!! Yo era muy literal.
Ya se sabe, la virgen es una muñeca a la que se invita a adorar y las historias de santos –tan físicas y exaltadas– excitan como la literatura erótica, entonces el amado de San Juan de la Cruz despierta imágenes de efebos griegos de culos duros como los de las estatuas. De su secundario en un colegio de monjas, Fernanda Laguna extrajo experiencias cercanas a la mística a pesar de que le guste más Santa Teresa del niño Jesús que la de Las moradas.
¿Tuviste visiones?
–No me gusta perder la cabeza, por eso no uso drogas. En la literatura sí porque en la literatura la perdés y volvés. Cuando era más chica tenía experiencias corporales extrañas. Sensaciones de pérdida de noción del tiempo. Sabía dónde estaba pero no podía darme cuenta qué tenía que hacer para poder salir de ahí. Era como un desdoblamiento. Veía a la gente como si estuviera muerta. Y como si esa sensación fuera un recuerdo. Es mi melancolía zombi. Las visiones están ahora en la literatura porque a mí los personajes se me aparecen. Una vez escribí un cuento que decía “Hormiguita, hormiguita ¿cuál es tu nombre? “Mi nombre es María”. Porque yo hablaba con las hormigas y los palitos.
¿Eras creyente?
–Rezaba tres rosarios por día. Me ponía piedras en los zapatos. Estuve como tres años sin sacarme un rosario del cuello. Me lo ponía en la muñeca cuando iba a la playa pero nunca se despegaba de mi cuerpo. Hacía muchas promesas permanentemente. Tenía una estatua chiquitita de la virgen y un día una amiga que iba a ser monja me regaló una Santa Teresita enorme. Me metía adentro del placard con la santa. La amaba. Para mí se movía. También veía moverse a la virgen María. Y no era que movía la cabeza así porque eso no tiene ningún sentido para mí ¿para qué iba a mover la cabeza si ella estaba delante y yo de frente? No era tampoco para demostrarme que se movía, ¿entendés? Sino que se movía su amor hacia mí que era real. Es la misma sensación de cuando escribo: es un movimiento real.
¿Y cuándo dejaste de creer?
–Dejé de creer porque no podía vivir sin hacer rituales. Ni podía parar de rezar y de pedir “por favor, por favor, por favor, te prometo esto, te prometo lo otro”. Tenía una virgen tatuada en la pierna y sentía durante la noche que se me volaba. Me acuerdo que estuve todo un día con la pierna vendada para que no se fuera porque me parecía que se me abría la piel y salía. Un día dije basta: todo lo voy a lograr yo misma y no le voy a pedir nada más a Dios.
¿Ni siquiera que Sueños y pesadillas tenga buena crítica?
–Lo único que no me gustaría es que alguien que a mí me copa le parezca mal. Me tiro abajo de un auto.
¿Es un piropo? O sea… me estás amenazando?
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