MúSICA
LOS ANTI - SUSHI
Visten kimono y maquillaje kabuki, pero con muñequeras con tachas. Cruzan canciones heavy y de rock nacional con cumbia. Ni se imaginaban el auge nipón que generaron el Mundial y “Shimautá”. Pero su versión de “Morrissey” cruzado con Megadeth es uno de los hits del verano. Conozca a Los Parraleños, argentinos de segunda generación que prefieren hacer cumbia acá que vivir en Japón trabajando para la Sony.
POR MARIANA ENRIQUEZ
El riff es el de la canción “Countdown to Extinction” de Megadeth, pero enseguida cambia: un teclado tropical toca los acordes de “Morrissey” de Leo García. Y una voz, que no es la de Leo y puede ser la de cualquier cantante tropical, entona: “Sabrá tu novio que escuchamos Megadeth / que te ponés las tachas por la noche / y que vibrás cuando escuchás alguna distorsión”. Y después: “Ay, matemos al maldito DJ / él me vive diciendo que yo le afané / pero seguro que no sabe de Megadeth”. El coro que reemplaza el nombre del esquivo cantante inglés por el de los populares heavies norteamericanos arenga: “Megadeth, Megadeth, Megadeth / Megadeth, te vinimos a ver / te llevamos en el corazón / te queremos ver campeón”.
El chiste ha logrado, a esta altura, encabezar en algunas radios las competencias donde la gente vota qué versión prefiere. La rareza es la banda responsable de este “Morrissey” apócrifo. Se llaman Los Parraleños, y no son una banda tropical cualquiera. Sus ocho miembros, todos japoneses (excepto el baterista, porque, según el cantante Akira, “no hay buenos bateristas en la colectividad”), visten kimono y maquillaje kabuki en cada uno de sus shows, pero con accesorios tales como cinturones de tachas y muñequeras dignas de los habitués de la difunta disco Halley. Mariano “Akira” Takara explica que es inevitable que, en la cumbia mixturada con rock nacional y heavy metal, aparezcan todas esas influencias. Los integrantes de Los Parraleños vienen de tocar hardcore o heavy. Mariano tenía en los ochenta un grupo que se llamaba RIP y después cantó en Tintoreros. Otros “parraleños” formaron parte de bandas como El Reloj y Simbiosis (que sigue en actividad y está grabando en estos días). La irrupción de Parraleños es sospechosamente oportunista en un momento donde se asiste a una evidente orientalización (el Mundial, el hit de Alfredo Casero, el establecimiento del manga, los actores que desde hace años trabajan en programas como “Todo por $ 2”). Pero si bien ellos no niegan que, en tiempos de vacas flacas, hay que aprovechar cualquier tendencia que los beneficie, lo cierto es que Parraleños se formó hace más de diez años, para animar fiestas de la colectividad. “Estaba la movida de Riki Maravilla”, cuenta Mariano, “y decidimos juntarnos para tocar en una fiesta de egresados con mi hermano Elafro, que es guitarrista. Hicimos unos temitas tropicales y la pasamos bien. Después yo me fui a Japón y ellos siguieron. Pero seguíamos tocando juntos, una o dos veces por año. Hasta que, hace cuatro, decidimos hacerlo más profesional. Por eso decidimos producirnos: es shockeante ver a ocho japoneses pintados. Pero sin pintura el shock es el mismo. Hasta para nosotros es rarísimo”.
Los Parraleños se bautizaron así por la damajuana de Parrales de Chilecito que siempre se bajaban durante los ensayos. No les interesaba usar un nombre más obvio, como Samurais. “Además, los Tintoreros ya existen; de hecho, muchos de nosotros tocamos ahí. Ahora canta el bajista, pero en una época canté yo, y estaba mi hermano Nico también. Era cuando se estaban por separar, y los músicos de la colectividad pusimos el hombro para que siguieran, porque ya se habían ganado un lugar. Igual, la gente no se acuerda de las caras. Para ustedes todos los ponjas son iguales. Así que, mientras no anuncies los cambios, nadie se da cuenta. Pero lo cierto es que todos los músicos de la colectividad estamos conectados. Claudia, la chica que canta con Casero, es compañera mía en otro grupo, Astrolabio. La solidaridad también tiene que ver con que somos bichos raros los músicos en la colectividad. Los japoneses son todos estudiosos, tienen que ser médicos o algo así.”
Además del cover de “Morrissey”, Los Parraleños tienen varios cambalaches más en su repertorio. Covers de V8 (“Muy cansado”), cuartetazos de Hermética, versiones cumbia de “Carrie” y “The Final Countdown” de los efímeros y risibles Europe, engendros como “Sting te ama a vos” (que en realidad es “Still Loving you” de Scorpions, en castellano). En la canción “Junto a ti” mezclan el jingle de Tofi (“Todo puede ser mejor...”) con “Presente” de Vox Dei y en otra canción unen aRata Blanca, Opus, Soda Stereo y Ennio Morricone. Hay versiones de “Fanky” de Charly García combinado con “Another Brick in the Wall” de Pink Floyd, “Perra” y “Me gustas mucho” de Viejas Locas. “Nos cuesta grabar y ensayar”, reconoce Mariano. “Es muy difícil no parar todos los temas por la mitad cuando estamos revolcándonos de risa.” A mediados de abril, Parraleños editará su primer EP, Diversión Kamikaze, hecho casi tan insólito como la gestación y conformación de la banda. Planean venderlo a sólo 6 pesos y el caballito de batalla será, por supuesto, “Megadeth”.
¿Les gusta de verdad la música tropical o es parte del chiste?
–Para nada, realmente nos gusta. El baterista escucha desde siempre Leo Mattioli y cuarteto, aunque además delire con Iron Maiden. Y todos somos fans de Rodrigo. Pero no tocamos en el circuito de bailantas: sería un insulto, porque hay un porcentaje de humor, no venimos del mismo palo, no hacemos cumbia de verdad. Siempre le ponemos un toque rockero al asunto. Yo escucho Ozzy Osbourne, Black Sabbath, Deep Purple, pero a esta altura todos los argentinos tenemos el costado cumbiero incorporado, hasta la gente más rockera. Nos pasa a nosotros: todos tardan en reconocerlo, hasta que le ponés distorsión en una melodía tropical. Nosotros nos enganchamos ahí. Más o menos como pasó con los Auténticos Decadentes en los ochenta. Suele pasar con esos géneros marginales que vienen de la pobreza y de a poco comienzan a ser consumidos por otras clases sociales.
¿Por qué creen que de repente todo lo oriental se puso de moda?
–Es raro. ¡Hasta está el Grupo Sushi! Igual, cuando hacemos shows, nosotros siempre aclaramos que no somos chinos ni coreanos ni vietnamitas: somos argentinos. Somos todos hijos de japoneses de segunda generación. “Shimautá”, la canción que versionó Alfredo Casero, está hace mil años circulando por la colectividad, casi todas las bandas la tocaban. Pero esto nos tomó por sorpresa. Calculo que es el auge del Mundial, pero nos es difícil identificarnos. A nivel familiar sí se conservan costumbres en la colectividad, como la tradición budista de los velorios y las ceremonias. Pero, para no ser marginados en la Argentina, nuestros viejos nos mandaron a catecismo: teníamos que elegir entre el flaco barbudo y el gordo pelado. Y no comemos sushi: vamos al choripán de la esquina. Hablamos de fútbol y hacemos cumbia. Además pasan cosas raras: desde la infancia estamos acostumbrados a que nos digan chinos en el barrio. De hecho, dentro de la colectividad no se toma a mal cuando se hacen chistes con lo japonés. Es que la Argentina es así. Vos te das cuenta de que yo soy oriental por los rasgos, pero yo no me puedo dar cuenta de si los otros son hijos de italianos o de yugoslavos. La identidad argentina no está bien asentada: somos todos segunda o tercera generación de algún lado. A nosotros lo japonés nos viene por herencia, esta moda nos cayó encima. Pero bienvenida sea, si sirve.
Vos viviste en Japón. ¿Por qué decidiste volver?
–Me fui con la hiperinflación y estuve dos años allá. Trabajaba en Sony haciendo plaquetas y ganaba como 3 mil dólares por mes. Pero mi vida era ver una plaqueta tras otra y comprobar cuál estaba fallada. Era una máquina. El primer mes es un poco desesperante, después te automatizás. Japón está bueno para ser turista, pero para vivir es muy duro. Acá estás acostumbrado a visitar amigos, a abrazarte con la gente que conocés, a que te ayuden, a charlar con los vecinos. Allá fui a ver a mis parientes, les hice una reverencia, me atendieron en la puerta y me dijeron: “Que te vaya bien, chau”. Y todo es carísimo: la fruta se vende por unidad, una manzana cuesta tres dólares. El click para volver fue cuando me llamaron para Parraleños. Mi mamá se quedó a vivir allá, le encanta, pero mi papá no tiene pensado moverse de la Argentina. No le gusta Japón: dice que cambió el té por el mate. La posibilidad de emigrar siempre está, pero nosotros apostamos a seguir. Nos dijeron que Parraleños va a ser uno de los pocos lanzamientos de este año. Vos dirás que no inventamos nada, pero por lo menos queremos dar alegría. Eso nos hace bien.