Domingo, 1 de agosto de 2004 | Hoy
NOTA DE TAPA
Por un lado, el travestismo parece haberse metido como nunca en los hogares argentinos: alcanza con ver los informes que le dedican programas como Ser urbano y Kaos o los 40 puntos de Florencia de la V en Los Roldán. Por otro, los incidentes en la Legislatura reflotaron la polémica de hace cinco años alrededor del Código de Convivencia: cuán tolerante es la ciudad. En medio de esto acaba de aparecer Cuerpos desobedientes, la primera historia del travestismo argentino que, con dosis iguales de investigación y entrevistas, traza el perfil histórico y cotidiano de una forma de vida que sigue estando signada por la discriminación y la marginalidad.
POR CLAUDIO ZEIGER
Más temprano que tarde, durante la conversación para esta entrevista,
Josefina Fernández despeja cualquier duda que pueda quedar acerca del
exitismo mediático que hoy parece rodear a las travestis gracias a que
sus historias son documentadas por programas progres como Kaos y Ser urbano
o por la aglutinante figura de Florencia de la V en Los Roldán (¡40
puntos de rating el lunes para ver cómo quedaba Laisa vestida de varón!).
Fernández, antropóloga y feminista, autora de Cuerpos desobedientes
–el primer libro en el país dedicado a investigar sistemáticamente
la experiencia, la identidad y la militancia de las travestis locales–
plantea claramente que la realidad de las travestis es mucho más penosa
y difícil no sólo que la vida de Laisa sino también que
la del sujeto fascinante y superado que muchas veces plantea la teoría
queer.
Expulsión del seno de la familia desde temprana edad, infaltable episodio
de violación en la infancia, nula escolaridad, prostitución como
salida laboral casi excluyente, son algunas de las premisas básicas del
manual del travestismo consignadas en forma reiterada en los testimonios recogidos
en Cuerpos desobedientes. En el momento en que empezaba a debatirse el Código
de Convivencia (hoy nuevamente cuestionado) en 1997, el 90 por ciento de las
travestis de la Capital (incluyendo muchas que venían del interior) ejercía
la prostitución. Y para salir del rigor de las estadísticas, Josefina
Fernández cuenta una anécdota donde ella fue una de las involucradas:
un día, una travesti quiso anotarse en la escuela secundaria. Fue a averiguar
a un colegio cerca de la casa de Josefina, donde solían reunirse para
organizar actividades. La directora le dijo que no había vacantes. Sospechando
otra cosa, Josefina también fue a la escuela y le planteó a la
directora que una mujer salteña que trabajaba en su casa quería
completar sus estudios, y si podían recibirla. La directora se mostró
dispuesta a recibirla. Más tarde, fueron juntas Josefina y la travesti
a ver a la sorprendida directora, quedando la verdad al desnudo. “Finalmente
esta travesti cursó en la escuela y, como suele ocurrir en estas historias,
terminó siendo consagrada como la mejor compañera. Pero antes
fue claramente dejada de lado.”
Fernández cree que algunos programas de TV pueden aportar en algo a reconciliar
a la sociedad con las travestis, pero sin hacerse grandes ilusiones. “Es
cierto también que hay travestis que quieren ser como Florencia, así
como muchas adolescentes quieren ser algún personaje de telenovela o
una chica de Bandana. Pero esta sociedad prevé que unas adolescentes
lleguen hasta esos lugares y no que las travestis lleguen hasta ahí.
Por eso arma tanto revuelo lo de Florencia.”
Si hiciera falta alguna imagen más para cerrar el cuadro de situación,
quizá sirva una mínima anécdota de hace unos pocos años,
cuando una organización de travestis le propuso a su base un insólito
acto militante. ¿Piquete? ¿Corte de ruta? ¿Ruidosas manifestaciones
callejeras? ¿Escraches? La verdad es que empezaron por algo mucho más
humilde: juntarse en grupitos y animarse a tomar un colectivo o el subte porque
la mayoría, por temor a las reacciones sociales, se trasladaba siempre
en taxi.
FEMINISTAS & TRAVESTIS
Josefina Fernández integra un grupo feminista, Ají de Pollo, que
organizó el Foro Internacional Cuerpos ineludibles en el Centro Cultural
Rojas. Y desde hace años está al tanto de las posturas y debates
del feminismo internacional. En el prólogo a Cuerpos desobedientes plantea
no sin cierta audacia: “Conocí a las travestis como integrante
del movimiento feminista. Hasta entonces mis vínculos con el travestismo
se habían limitado a lecturas aisladas sobre el tema. Toparme con las
travestis, y digo toparme porque conocerlas fue un hecho de carácteraccidental,
puso en crisis muchas de las categorías que organizaban mi propia visión
del escenario feminista”.
Para explicar un poco los efectos de esa crisis feminista, Fernández
explica el panorama interno. “Desde fines de los ochenta, en el feminismo
se venían planteando al menos dos debates centrales. Uno es sobre sexualidad
y se concentra en dos posiciones: o pro-sexo, a favor de la libertad sexual
e incluso el trabajo sexual; o la posición antipornografía, como
la de las feministas que a fines de los ochenta redactaron una ley promulgada
por Reagan. Unos años atrás, una feminista llamada Hayle Rubin
lanzó una bomba en el movimiento al plantear en un artículo que
el feminismo no tiene una teoría sobre la sexualidad y que cuando intenta
tenerla, queda atrapada en la categoría de género. El otro debate
lo generaron las feministas negras y lesbianas, criticando cómo el feminismo
blanco y heterosexual decretaba el carácter universal y excluyente de
las categorías “mujer” y “género”. Las
feministas tradicionales les decían a las negras que no habían
llegado a la conciencia de género porque estaban enfrascadas en la lucha
racial. Pero cuando las blancas iban a hacer campañas contra las violaciones
y el abuso sexual, lo primero que hacían era ir a los barrios negros,
reforzando el prejuicio de que los violadores siempre son negros. De todos estos
debates rescato el cuestionamiento a la idea de que el género sea producido
por el sexo. Yo estaba bastante de acuerdo con esto, una posición sostenida,
por ejemplo, por Judith Butler, al percibir que la sexualidad finalmente queda
ocultada por el género. Encontrarme con las travestis fue poder preguntarme
estos temas en términos concretos, hacer una reflexión sobre el
género y la identidad a partir de testimonios de travestis ligadas a
la militancia y que en varios casos habían pasado por el feminismo.”
En esta dirección, entonces, Cuerpos desobedientes hace un primer recorrido
histórico del travestismo a través de la psiquiatría argentina,
tan positivista ella, y finalmente, poniendo el acento en las cuestiones de
identidad y género, organiza los testimonios de las travestis alrededor
de tres hipótesis. En la primera, el travestismo vendría a reforzar
los estereotipos de las identidades masculina y femenina: travesti como Súper
Mujer o Súper Hombre. La segunda indica que se trataría de un
tercer género. Y finalmente, la más sofisticada plantea que el
fenómeno ha alcanzado una complejidad tal que la noción de género
ya le queda chica y hay que pensar en nuevos conceptos.
Josefina Fernández no plantea en realidad grandes cuestiones teóricas
desgajadas de la vida real sino que orienta las conversaciones con las travestis,
teniendo en mente esas hipótesis que busca cuestionar. Los testimonios
conseguidos son doblemente interesantes: por lo que dicen en forma despojada
y directa (dicho sea de paso, muchas veces sirven para desdramatizar con humor
ciertos énfasis activistas o tendencias a la victimización que
pudieran surgir), pero también porque permiten armar el mapa de un universo
que, por más que aparezca en los medios, sigue estando absolutamente
sumergido en las napas más profundas de la sociedad.
¿Cuáles fueron tus primeras conclusiones alrededor de esas tres
hipótesis?
–Las tres posturas tienen algo de verdad y algo de mentira. Lo del reforzamiento
de la identidad es inevitable. En un mundo donde todo está generizado,
no hay por qué pensar que las travestis van a sustraerse a esto y pensarse
a sí mismas, como dice un testimonio, con “un alma de mujer”.
La idea de un tercer sexo abre más perspectivas, pero en todo caso son
combinaciones infinitas en base a los mismos ingredientes. Los que hablan del
travestismo como otra identidad más allá del género, una
identidad paródica, hacen bien al poner la discusión en un campo
político. Pero es lo que sucede con la teoría queer: me parece
que construyen un guión y luego salen a buscar a los actores. Pero los
datos de la realidad indican que la vida de las travestis es mucho más
penosa y desgraciada. Ser travesti es incorporar formas corporales femeninas
desde muy temprana edad. Es el alejamiento de la familia también a muy
temprana edad. Todasfueron expulsadas de la casa familiar a los 13 o 14 años,
o la abandonaron frente a una situación de extrema violencia. No encontré
entre las travestis con las que trabajé ninguna que no ejerciera la prostitución.
La única alternativa es la calle. Yo espero que el libro pueda ser útil
en este sentido, darles un relato. Las travestis son un colectivo que no tiene
relato social. No tienen un relato al que puedan adherir, disputar, criticar
o impugnar, y esto sucede a pesar de que tengan historias tan similares.
EN LA ZONA
Una vez decretada la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires, además
de contar con un jefe de gobierno y un cuerpo propio de legisladores, la ciudad
pasó a tener un Código de Convivencia en reemplazo del Código
de Faltas (tristemente célebre por contener los Edictos Policiales).
Curiosamente, aquel avance de 1997 –saludado como un triunfo modesto,
pero contundente de la convivencia democrática– tuvo pronto un
primer traspié a apenas cuatro meses de promulgado, cuando se hizo una
primera modificación al calor del debate generado en torno a la zona
roja, en especial la del barrio de Palermo: entonces no se penalizó directamente
la prostitución sino a través de la figura del escándalo
público. El comercio sexual en la calle quedó reglamentado detrás
de esta figura. Las modificaciones que la derecha ciudadana pretende por estos
días van unos pasos más allá ya que se propone, entre otras
cosas, penalizar directamente la oferta de sexo. La batalla de la Legislatura,
agigantada por ciertos medios casi a la altura de un nuevo 20 de diciembre,
tiene de trasfondo una trama compleja donde las travestis vienen a ser un sabroso
jamón del sandwich entre clientes, policías y legisladores. Cuerpos
desobedientes, que empezó a escribirse al calor de aquellos debates que
arreciaron durante la promulgación del Código, es publicado paradójicamente
cuando la ciudad se apresta a modificarlo.
¿Qué sucedió entre Código y Código con las
travestis?
–Nada en especial. Las actas que hace la policía no suelen tener
un buen final en la Justicia. O no hay testigos, o están mal confeccionadas
las boletas. Generalmente no pasa nada, y esto es así porque básicamente
la usan como un elemento de presión. En el debate, la derecha dice que
no se aplica porque el Código no sirve, en la realidad no se aplica porque
la policía no quiere aplicarlo. Santiago de Estrada dice: “¿Qué
le digo a la vecina que abre la puerta de su casa y ve que una travesti le está
practicando una fellatio a un cliente?”. Y lo que debería hacer
en ese caso es consultar el Código que contempla esa situación,
pongamos por obscenidad.
¿Qué plantean las travestis?
–Las travestis quieren que no haya nada, como sucedió al derogarse
los edictos. Pero en todo caso prefieren que el Código quede como está.
No quieren el Código modificado. Después hay una propuesta que
impulsan la CHA y la Asociación de Mujeres Meretrices a nivel nacional,
desde la CTA, y proponen que se retome la figura de Escándalo o Alteración
Pública que está en el Código. En ese caso, la vecina hace
la denuncia y entonces hay una instancia de mediación. Una preocupación
muy fuerte que expresan las travestis con respecto al Código de Convivencia,
modificado o no, es que prácticamente se ha hecho una equivalencia: el
travestismo está pegado a la prostitución. El miedo es que se
las penalice por el solo hecho de andar por la calle, más allá
de que estén ofreciendo sexo o no.
Algunas posturas redentoristas podrían plantear que deberían dárseles
vías alternativas para que no se prostituyan. Otra postura podría
plantear que hay que defender el derecho a prostituirse. ¿Cómo
ve este aspecto del travestismo?
–Buena parte de la literatura sobre el tema travesti vincula la prostitución
con la pobreza y la calle como el único espacio donde puede ejercerse.
Pero, de los testimonios que fui recogiendo, uno puede interpretar que, además
del tema obvio de la plata, la calle también es ellugar donde son lo
que quieren ser y donde además son elogiadas por el cliente. En ese sentido
es diferente la prostitución en la mujer que en la travesti. Salen a
ser lo que quieren ser y, como si salieran a escena en un teatro, tienen una
producción previa que lleva horas. Hace unos años hubo un debate
con una agrupación que defendía la prostitución como trabajo.
En cambio, la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual
(Alitt) planteó que había que poner en el debate público
el tema de la identidad. Mi opinión en este aspecto es que en verdad
las únicas que tienen derecho a decir lo que quieren hacer son ellas
mismas, aunque elijan la prostitución. Igualmente creo que todo ese derrotero
que comienza en forma tan penosa desde muy chicos y termina en casi el ciento
por ciento de los casos en lo mismo, les quita la libertad de elegir, de optar
por otra cosa. Las pocas que han dejado la prostitución y han podido
asumir otro trabajo son vistas como el horizonte de posibilidades. Hay iniciativas
para insertarse, pero tienen enormes desventajas. Una de ellas es la escolaridad,
nula o deficiente. Son personas que dejaron todo desde la adolescencia. Y hay
que sumarle algo no menor: que trabajan de noche y eso hace que muchas veces
no puedan estudiar o hacer otras cosas de día. Es muy, muy difícil.
La discusión sobre las modificaciones del Código trae todo este
debate de nuevo. Realmente creo que hay algo tremendo: sobre personas como las
travestis, que no tienen derecho a su identidad, además se discute ahora
cómo hacerlas desaparecer del espacio urbano. Realmente es perverso.
Testimonios de travestis extraídos de Cuerpos desobedientes (Editorial Edhasa).
Género:
“Yo tengo el género femenino, lo que rodea la persona, lo que te
marca como género femenino, ésas tengo. Por ejemplo la forma de
vestir, de vivir, las actitudes, el nombre, la vida cotidiana: por ejemplo,
levantarme y ponerme crema, que no es del género masculino. De lo masculino
también tengo cosas. Cuando era chica yo trataba de ocultar lo femenino,
que no se me escapara para que no me descubrieran. Luego hice lo contrario,
que no me salieran gestos masculinos. Ahora ya nada de eso me importa”.
Cliente: “Un hombre de calle es activo y pasivo, por
eso buscan a una travesti y no a una mujer, porque nosotras podemos ser las
dos cosas. A veces los clientes se creen que soy mujer y cuando se dan cuenta,
algunos se ponen histéricos, se trauman porque te confundieron. Pero
la mayoría de los que te hacen subir pensando que sos mujer, igual se
quedan con la travesti porque, en realidad, les gusta estar con una parte femenina
y una masculina, como somos nosotras”.
Prostitución: “Para nosotras, la prostitución no es sólo una necesidad, es un sueño también, somos muy histriónicas, la vemos como trabajo. Entonces, nosotras suponete que salimos a las ocho de la noche. Desde las seis de la tarde estamos con el baño, el perfume, el maquillaje, el vestido, antes ya fuiste a comprarte la ropa. Vamos a trabajar, a ofrecer un espectáculo. Yo podría tener acá un listado de teléfonos, estar en bombacha y corpiño y que vengan y pase uno y otro. Pero no nos satisface, nos satisface más salir, convencer, ir a conquistar al cliente, seducirlo”.
Siliconas: “Las travestis nos ponemos siliconas en las caderas, para equilibrar el tamaño de la espalda. También en la frente, la de lasmujeres es más redondita y no tiene esa salida que tienen los varones. El mentón es otro lugar de inyección de siliconas, en los varones es más duro y más salido. También en la parte de adentro de las piernas, para completar el espacio de la chuequera. Muchas se ponen en la parte de arriba del pie. Las tetas es lo principal, y la cadera y la cola; pero también los pómulos, para levantarlos. Las siliconas se ponen en donde se te ocurra. Hay algunas que se ponen en los brazos, porque los ven flaquitos o porque no les gusta verse las venas o los músculos, que son de varón. Yo tengo medio (litro) y medio en la cadera y en la cola y eso que soy una de las que menos tiene”.
Hormonas:
“Al principio se usaba mucho que la travesti fuera vedette y los hombres
la buscaban porque no podía pagar a una prostituta vedette o a una vedette
como Moria Casán, una Susana Giménez, una Nélida Lobato,
que tenía la cintura chica y mucha cola. Entonces, tenían sexo,
activo en el hombre, sin tocarle el pene, tenías que pasar por mujer
y no mostrarle tu pene o sacarte la tanga. Hoy por hoy, el hombre fue evolucionando
su sexualidad. Le fue gustando la travesti tal cual es. La travesti vedette
no era activa, es más se hormonizaba tanto que no tenía erección.
Hoy por hoy, si estás hormonizada no servís”.
Viaje: “Travestisarse es un viaje de ida sin pasaje de vuelta. A diferencia
de los homosexuales y los transformistas, incluso de las lesbianas, nosotras
no podemos elegir cuándo visibilizarnos y cuándo no. Somos siempre
visibles. ¿Dónde voy a esconder tremendas tetas? Pero sí
podemos elegir cómo hacer nuestro cuerpo”.
Lesbianas:
“A las lesbianas, nosotras las conquistamos en el primer encuentro nacional
que se hizo en Rosario, después del taller que hicimos, se levantaron
algunas lesbianas y nos pidieron disculpas por el rechazo que tenían
por nosotras. Cuando las lesbianas engancharon nuestra historia, nuestras vidas,
ahí fue cuando nos aceptaron más. Pero yo creo que el feminismo
todavía sigue pensando que sólo hay varones y mujeres y para muchas
feministas somos varones, por eso no nos aceptan”.
Leyes: “Nosotras no adherimos al tema de las leyes. Deberíamos
mostrar una ruptura abierta contra todas estas cuestiones. Ya sabemos lo que
son las leyes: se usan como quiere el que las usa. Yo no estoy de acuerdo con
pedir leyes. Llamar a la rebelión, decir que nosotras ya no vamos a vivir
como hemos vivido todos estos años. No pedir más leyes, matrimonios
y todas estas cosas”.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.