PERSONAJES
Todos unidos filmaremos
Tiene 53 años, 12 hijos y vive en la Villa 21 de Barracas. Un día Alan Parker golpeó a su puerta en busca de locaciones para Evita. Desde entonces, Julio Arrieta se ha convertido en la locomotora de un proyecto único: organizó a los desocupados de su villa, consigue que el cine y la televisión (Ideas del Sur, Cuatro Cabezas, Telenoche Investiga) los contrate para actuar de pobres, monta escenografías para esas producciones y hasta escribió una película que ya se está terminando.
Por Cecilia Sosa
Julio Arrieta (53 años, 12 hijos) vive en uno de los corredores de la Villa 21 de Barracas. En la puerta de su casa, pintada de rojo, todavía se puede leer un cartel borroneado que dice “Videoclub”. De chico vivió en la calle, después trabajó en una fábrica de lijas, como recolector de basura, fue político y vendedor de todo “menos elefantes”. En la época en que alquilaba videos (y videocaseteras) a sus vecinos, no soñaba con ser actor ni que su casa sería disputada como set de filmación. Menos con recibir un Martín Fierro y con que un joven cineasta, Sebastián Antico, lo convertiría en protagonista de su propio sueño: el día que los marcianos aterrizaron en Villa 21.
En casa de Arrieta, ficción y realidad parecen revelarse como cajas chinas: techo de chapa y heladera último modelo, banderines de Boca, pósters de Perón y Evita. Y fotos, muchas fotos del dueño de casa abrazado a Federico Luppi o rodeado de las chicas de Disputas. Y también pequeñas huellas de todas esas productoras que golpearon alguna vez su puerta, ávidas de caras “nuevas” para sus emprendimientos televisivos, publicitarios o cinematográficos. El mismo Arrieta tiene puesta una remera de Homero Simpson que se mira al espejo y dice “What a man!”. Si la panza de Arrieta se parece a la de Homero, la cita no le parece menos destinada. A esta altura, se convirtió, entre muchas otras cosas (además de ser profesor de teatro en una escuela de Pompeya), casi en un manager de actores desocupados: recibe llamados y recluta gente para trabajar en Ideas del Sur, Cuatro Cabezas, Telenoche Investiga.
“Hacemos castings todo el tiempo”, dice. “Ayer fuimos a hacer de piqueteros a Martínez para el programa nuevo de Nicolás Repetto. Fue hasta mi hijo con el bombo de la murga. También nos llamó Cuatro Cabezas para colaborar en una investigación de Punto Doc. Mi mujer participó en varias cámaras ocultas para Telenoche Investiga. Casi todos en mi familia intervinieron en teatro, cine, cortos. Damos bien el fhysique du rôle. Yo soy muy democrático; les digo ‘Venís o te rompo todo’. Para mí, éste es un trabajo como cualquiera.”
A la puerta de su casa, por la que nunca deja de entrar gente, hasta Hollywood golpeó una vez.
“Abrí y me encontré con dos personas. Uno que hablaba español me señaló al otro, un tipo alto, canoso, y me dijo: ‘El señor quiere hacer una película de época’.”
“Muchou gustou”, dijo Alan Parker, que buscaba locación para Evita.
“Mai jaus, mai guman, mai dog”, dijo Arrieta y se lo llevó a recorrer la villa. “Fuimos por todos lados, mirando todo, pero yo veía que el norteamericano le ponía caras al argentino y le decía ‘No, no TV’.” No entendía un carajo qué pasaba, hasta que el argentino me dijo: ‘No va a poder ser: él quiere hacer una película de época y dice que acá hay demasiadas antenas de televisión’.”
Pero Arrieta no es de los que intimidan por poca cosa. “No problem, mi solution”, le espetó al gringo. Los dos lo miraron con cara de no entender. “¿Qué vas a hacer?”, preguntó el argentino. “¿Sacar todas las antenas de la villa?” “No”, dijo Arrieta. “Alquilamos un terreno y en dos, tres horas te armo una villa con 20 casillas adentro iguales a éstas. Y sin ninguna antena de televisión.”
El tipo lo miró y no contestó. Ni él ni el afamado cineasta volvieron a aparecer por Villa 21. Tiempo después, por televisión, Arrieta se enteró de que la villa soñada por Parker se había construido en un baldío de Mataderos. Y que por el trabajito el productor argentino había cobrado unos 80 mil dólares.
“Qué va ser, me quedé sin Evita y sin Parker. Y eso que por 50 pesos nos dejaba contentos a todos. Ni en pedo fui a ver la película. Además, que Madonna haga de Evita es una ofensa al peronismo. Es como si yo hiciera de JFK.”
El trabajo de pobre
Arrieta no sólo cumple o intenta cumplir sueños de otros. Desde que a mediados de los ‘80 un grupo de estudiantes universitarios lo invitó a hacer de payaso para un sketch, descubrió que su vocación era el teatro y se fue a hacer un taller con Norman Briski. No paró hasta que en noviembre del ‘87 abrió la Primera Escuela de Teatro de Villa 21-Barracas, que desde entonces funciona en su casa. Poco después, escribió y protagonizó (junto a su mujer y uno de sus hijos) su primera obra, Mediodía en la villa, que fue premiada en un festival en el Teatro San Martín.
Desde entonces, él mismo y su grupo de teatro no dejaron de participar en cortometrajes y películas argentinas: Hijo del río, El largo viaje de Nahuel Pan, Fuga de cerebros, Después de la tormenta, Cabeza de Tigre, El Cielito, Sueños acribillados y en la reciente Buena Vida (Delivery), de Leonardo Di Cesare. La comitiva también participó en publicidades de La Serenísima y de TyC Sport; y en clips de Los Fabulosos Cadillacs, de Vicentico solista y K-panga. Para Las tumbas, la película de Javier Torre, Arrieta llevó más de 60 chicos. Uno de ellos, Eduardo Saucedo, ganó el Cóndor de Plata como revelación actoral. “Después estuvo preso por drogas, no lo pudimos rescatar más”, dice Arrieta. Para Hijo del río, la película de Ciro Capellari, premiada en el Festival de Nuremberg (Alemania) y en el de Vigo (España), Arrieta y Cía., además de actuar, también fueron coreógrafos: para la escena de la gran inundación, construyeron una réplica de la villa en una pileta y la cubrieron de agua. Sí, parecido a lo que se perdió Parker.
Una fellatio, un villero
y un Martín Fierro
Arrieta también fue reclutador en jefe de las tiras Disputas y Tumberos. La aclamada serie de Adrián Caetano marcó, además, un vuelco inesperado en su carrera: le permitió acceder al Martín Fierro.
“En la filmación no tuve ninguna imagen destacada. Era el encargado de llevar a la gente. ‘Para mañana necesito 30 personas: tres blancos, cuatro morochos, un negro grandote’, me decían. Yo me asomaba a la puerta y los juntaba a todos. Gente que no tuviera trabajo, nada más. Participaron más de 50 personas, tipos grandes, que nunca habían trabajado de eso antes. Yo los llevaba y les decía: ‘Pórtense bien, no hagan quilombo, hablen bien y, por favor, nunca miren a cámara’.”
Cuando Tumberos fue nominada al Martín Fierro, Caetano pidió a Arrieta que ocupara la mesa del Hilton en su lugar. Tumberos ganó y Arrieta subió a recibir el Martín Fierro. “Si no hubiera sido por él, jamás hubiera entrado a ese lugar de oropel. Caetano es una persona increíble, pero la verdad no sé por qué lo hizo. Si a mí me llaman para un Martín Fierro, voy yo. Cualquier tipo te haría una fellatio por ir, ¿por qué un villero?, le pregunté. ‘Quiero que digas lo que yo quiero decir: que les mandes saludos a mis tres hijos y que hables del grupo de teatro que tenés en la villa’, me dijo.” Arrieta pidió lo de siempre: un lugar para que funcione su escuela de teatro.
Los marcianos
viajan en Falcon
De todos los vínculos que Arrieta entabló en estos años, ninguno fue tan productivo como el que comenzó hace ocho, cuando Sebastián Antico (22 años, pelo larguísimo y morral al hombro) llegó a su casa diciendo que quería filmar con él un corto sobre la famosa muerte de Sopapita Merlo, que sería su tesis de graduación en la Escuela de Cine de Manuel Antín. Arrieta lo mandó a hablar con su hijo. Pero Antico volvió y volvió y un día, harto de verlo deambular por su casa, Arrieta lo apuró: “¿Cuál es la primera escena de tu corto?”.
“Ehhhh....”, balbuceó el prometedor cineasta.
Arrieta lo miró fijo, suspiró, agarró papel y lápiz y declaró: “Tu primera escena es ésta, la segunda es ésta y la tercera, ésta”. Así comenzó un ciclo de creación colectiva que resultó en los premiados cortos Tierra amarilla (1998) y Nexo (2001), filmados íntegramente en la villa y con el grupo de teatro de Arrieta.
La semana que viene se filmarán las últimas tomas de El nexo, el primer largometraje de la dupla maravilla. Después de tener durante más de un mes la casa tomada por una banda de más de 20 cineastas, asistentes y personal de seguridad (además de los marcianos del film) que le trepaban en la cama, le destrozaban las cosas y dejaron la casa semidestruida, Arrieta casi no cabe en su orgullo: “Sebastián fue el único que creyó de verdad en mí”, dice. Y sí: Antico no sólo le abrió las puertas de su casa, le presentó a su familia y se le apareció primero con una máquina de escribir y después con una computadora con las cuales Arrieta pudo escribir sus primeros relatos. También lo convirtió en protagonista de su propio relato: El ataque de los simurcos, que escribió en el ‘99 y narra el periplo casi lisérgico de un país acéfalo comandado por Menem, De la Rúa, Jacobo Winograd y Guido Süller, en el que, por si faltaba alguien, aterrizan extraterrestres. Pronto, Antico regresará a Madrid, donde vive desde 2002, para editar el material y hacer la animación en 3D. El estreno está previsto para marzo de 2005.
“Me está comiendo las entrañas la ansiedad”, dice Arrieta. “Ese día queremos remolcar la nave espacial con un Falcón viejo que tengo y estacionarla en la puerta de cine. Vamos a tirar humo con matafuegos y bajar vestidos con los espaciales: yo, mi señora y Sebastián. Estamos tirando nombres para ver quién va a ser el otro. Puse cuatro por la capacidad de la nave.”
“Tal vez cinco, apretados”, sugiere Antico con una sonrisa.
“Va a ser un cachetazo a nuestro destino. A muchos no les gusta que la villa quede plasmada de otra manera que no sea la criminal. Nos jugamos muchas cosas ahí, no sólo dinero: yo me juego el prestigio. Después, ya estoy hecho.”
El sueño de la
productora villera
Mientras tanto, Arrieta quiere capitalizar eso que casi tiene: una productora de cine villera. “Mi idea es poder crear una fuente de trabajo para la gente acá. Si nos capacitamos podemos ocupar esa franja que hoy está ocupada por otros. Yo no tengo nada en contra de nadie, pero me parece un poco loco que Natalia Oreiro o Pablo Echarri hagan de pobres cuando nunca lo fueron. ¿Por qué nosotros vamos a ser pobres para cierto tipo de cosas y no para esto que nos interesa y que nos puede dar de comer y abrir la puerta para ser alguien? Si alguien necesita un negro, que venga a buscarlo acá. No tenemos que ser tan susceptibles, tenemos que dar señales claras de quiénes somos.”
Además de poemas, cuentos y un proyecto para una película nueva, Arrieta guarda un banco de datos con las fotos de los potenciales actores villeros. ¿Con cuánta gente cuenta? “Un mil: dependiendo del proyecto, te puedo juntar uno o mil. Hombres, mujeres, bebés, chicos, negros, blancos, lo que sea.”