Borges cortado a cuchillo
Para la revista Harper’s, Borges se batía a duelo en el colegio y doña Leonor Acevedo fue fundadora de las Madres de Plaza de Mayo.
Por Sergio Kiernan
La tapa de septiembre de la revista Harper’s (progre y bienpensante dentro del espectro de la prensa norteamericana) anuncia la reseña de la biografía de Jorge Luis Borges (Borges: A Life, Viking) que publicó hace unas semanas Edwin Williamson. La nota está a cargo del escritor Guy Davenport. Pero su verdadero valor es la inestimable información sobre la Argentina que contiene: verdaderas joyas como que este país es una tierra de cuchilleros donde los chicos van a la escuela con pequeños facones y pasan los recreos aprendiendo fintas y cortadas, que los argentinos son tan intolerantes que por aquí no hay protestantes y que la madre de Borges fue una de las primeras Madres de Plaza de Mayo.
Davenport comienza su reseña tratando de impresionar a los lectores avisando que leyó Don Segundo Sombra, Facundo, un libro de Bioy Casares, uno de Guillermo Hudson y los Viajes de Sarmiento. La nota arranca bien: Davenport conoció al ciego argentino, cuenta un par de anécdotas sabrosas, lo tiene bastante bien leído. También remarca qué peculiar resulta la fama de Borges en EE.UU.: “Normalmente la cultura europea nos llega con cincuenta años de atraso, veinticinco para que cruce el Atlántico, veinticinco para que se ponga de moda. Pero ¿cultura argentina? Borges tuvo que rebotarnos desde Francia para que nos enteráramos de su existencia. Entonces los estudiantes empezaron a llevar en sus mochilas libros de Borges que no leían junto a los libros de Hermann Hesse que tampoco leían”.
Pero Davenport leyó, y para él la única ficción valiosa de Borges son “Pierre Menard” y “Tlön Uqbar, Orbis Tertius”. Luego, “su talento y su prosa se obsesionaron mórbidamente con la bárbara violencia que caracteriza la vida civil argentina”. Aunque va a mencionar a la dictadura, Davenport está en realidad hablando de 1940 y de supuestas obsesiones privadas de Borges. “Borges estaba atrapado entre la noble espada de su heroico abuelo y el cuchillo gaucho. Su madre reforzaba el uno, su padre el otro. Borges fue a la escuela por primera vez llevando un cuchillo que su padre le había dado para batirse a duelo en el recreo”.
Esto, según Davenport, es porque “el cuchillero (knife fighter) es el ideal argentino de masculinidad”. Esto –sigue– explica los crímenes de Videla, ante los cuales la madre de Borges “fue a la primera protesta frente al palacio presidencial”. El pobrecito de Borges terminó siendo un frustrado sexual “porque había fallado en mantener el caballeresco ideal de su padre, el de un hombre que esgrime el sable y el pene con el mismo fervor, un hombre con pelotas como para enfrentar sangrientos duelos a cuchillo en cualquier momento”. La misma característica argentina hizo del joven Borges un fan de Tarzán, “que, como los gauchos, es un hombre de a cuchillo”.
La Argentina que inventa Davenport no es sólo un país de pequeños duelistas de guardapolvo blanco, sino un país donde no se tolera a los protestantes: Davenport repite la fascinación de Sarmiento, hacia 1840, porque hubiera en EE.UU. iglesias católicas y luteranas en la misma cuadra como si siguiera siendo exótico. Nunca oyó hablar del pastor Giménez. Esta Argentina es también una en la que los criollos desprecian y dominan a los inmigrantes. “Borges siguió a su mamá en saber que los criollos son mejores que nadie”, escribe Davenport, al que luego le cuesta explicar por qué Borges eligió morir en Suiza. Aunque se encarga de afirmar que “la prensa de Buenos Aires lo consideró un traidor por morir en Ginebra”.
Para la próxima: inquietantes revelaciones sobre el pequeño Melville y su foca amaestrada.