UN PINTOR ELIGE SU CUADRO FAVORITO: ALLORI POR PABLO SIQUIER
Judith con la cabeza de Holofernes, 1613, óleo sobre tela, 139 x 116 cm, Galleria Palatina (Palazzo Pitti), Florencia
Cristófano Allori estudió en la escuela de su padre y de su abuelo, el principal pintor manierista florentino Agnolo Allori, conocido como Bronzino. Aunque se suele considerar que Cristófano rompió con las últimas tendencias manieristas, es evidente para muchos que en éste, su cuadro más famoso (pintado para el Gran Duque Cosimo II), el extremo contraste entre la cabeza oscura y barbada de Holofernes y el rostro angelical de su asesina le debe mucho a aquella corriente en la que fue entrenado inicialmente.
Se cree que Allori realizó un retrato de su amante Mazzafirra en la figura de Judith y el de la madre de ésta (su suegra) en la de la anciana sierva, así como la cabeza de Holofernes sería un autorretrato. Sea o no cierta la versión (y se supone que Mazzafirra acababa de abandonar al pintor), la clave de la pintura parece residir en la enorme tensión erótica que emana no sólo de los rostros sino de toda la figura de esta heroína judía del Viejo Testamento: Judith, vencedora del general asirio Holofernes.
Al principio fue Italia.
Yo era chico y con mi hermana íbamos de visita a la casa de nuestra tía Irene, un departamento en Santa Fe y Junín.
–Tía, el otro día conocí a un pintor que me gustó.
–¿Sí? ¿Cómo se llama?
Entonces le decía, ponele, Caravaggio, y ella me traía un libro casi más grande que yo y me sentaba en la mesa del comedor a mirarlo.
Mi viejo leía de todo, caudalosamente, mucha historia, todo José María Rosa, pero también John Le Carré, Faulkner, las memorias de Kissinger y hasta tenía un libro absurdo que se llamaba El erotismo en Africa (mi madre aún lo tiene, así que algún día de estos lo voy a leer). De todo un poco. La vieja era más de escuchar música, Bach, Beethoven, Brahms. Pero los libros de arte los tenía tía Irene.
En esa época vi por primera vez el cuadro de Cristófano Allori, y no me había impresionado mucho. Con el tiempo me fui encontrando varias veces con el mismo cuadro en diferentes circunstancias, y eso que no es un cuadro tan famoso y no lo tuve en un libro mío, pero terminó siendo uno de mis favoritos. Está en el Palacio Pitti de Florencia y nunca lo pude ver en vivo. Me entero ahora, buscándolo para esta página, que hay otra versión, no tan buena, en la Colección Real del Palacio de Windsor.
Me gusta porque es un cuadro dramático, pero elegantísimo; por la compleja composición, muy dinámica pero estable, con esa horizontal que divide el cuadro en dos mitades y esos triángulos contrapuestos, el del ropaje de ella ascendente y el de las tres cabezas descendente; el juego de volúmenes blancos sobre el fondo oscuro. Es espléndido. Después busqué otros cuadros de Allori, pero no encontré ninguno tan bueno. Su padre también era pintor y el padre de su padre fue Agnolo Allori, el Bronzino.
Durante años creí que la escena representaba a Salomé y el Bautista. No fue hasta hace poco que me enteré que en realidad eran Judith y Holofernes, mediante el sencillo recurso de leer el título..., lo que habla bastante a las claras de la manera negligente con la que me acerco al arte. Y me gustó también cuando me enteré de que el decapitado es un retrato del propio artista y la verdugo, su esposa, je; y la mujer que se asoma ¡es la suegra! Según parece, Cristófano estaba muy enamorado y Mazzafirra, que así se llamaba, lo basureó mal, sometiéndolo a todo tipo de humillaciones y vejámenes. Envuelto en esta situación desesperada y utilizándola, casi, como material, el tipo logró su obra maestra.
Por último está ella, que mira a cámara, fría, distante y bella. Una chica dura sin dudas, con algo a Jessica Alba. Una Jessica Alba manierista.
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