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Domingo, 4 de septiembre de 2005

MúSICA > MíSTER AMéRICA, UN MITO DEL ROCK DE LA PLATA

Yo no soy tu gurú

Como un Troilo de la escena platense, Gustavo Astarita nunca se fue pero siempre está volviendo. Acaba de compilar el flamante Canciones arrancadas, un disco que recorre cuatro discos y quince años de la historia de su grupo, una rara avis que nunca buscó triunfar más allá de la ciudad de las diagonales.

 Por Martín Pérez


Cuando se habla de las bandas de rock de La Plata, siempre se comienza por las consagradas, las que escaparon del marco geográfico y generacional para dejar su huella en la historia grande del rock local, como La Cofradía de la Flor Solar en los ’70, Virus en los ’80 o Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Una mística que se ha continuado con la aparición en Buenos Aires de grupos como Peligrosos Gorriones, Adicta, Estelares o Sergio Pángaro y Baccarat. Pero a la hora de intentar atrapar esa particular esencia rocker de la ciudad, mejor apuntar a Mister América, un mito ineludible a la hora de hablar del rock de La Plata, pero casi unos desconocidos fuera de la ciudad de las diagonales. Y a mucha honra. “La Plata es un feudo rodeado de murallas verdes, que jamás la unirán a ninguna otra ciudad. Por eso es que todo platense tiene algo de separatista y combativo. Y La Plata es mi mundo perfecto, mi Wonderland, algo así como el parque de diversiones de Michael Jackson”, confiesa Gustavo Astarita, líder de un grupo con cuatro discos y quince años de historia. “Todos piensan que la fama es un lugar al que se llega, y que encima está en Buenos Aires. Hubo momentos en que fuimos a tocar allá, pero me gustaría que fuesen eso, sólo momentos. Y que los que quieran venir a vernos se tomen el trabajo de hacerse unos kilómetros hasta acá. O si no que se lo pierdan, lo que no es ninguna tragedia, después de todo.”

LA PLATA PARTY PEOPLE

Hijo de una familia de comerciantes, dueños de una de las farmacias más grandes de La Plata, a los catorce años, junto a un compañero de escuela llamado Sergio Pángaro, Gustavo formó parte de Sapatilla, una banda que le duró todo el secundario. “Nos peleamos con Sergio porque a mí me empezó a gustar Virus, mientras que él tenía una actitud más psicobolche”, explica Astarita, y se mata de risa. “Años después me lo encontré y me confesó que yo había sido un adelantado. Pero me lo dijo vestido a lo Prince, así que me di cuenta de que ya me había superado.” Alejado de la farmacia familiar, trabajando en una disquería y primero al frente de una banda new wave llamada Sacarina y luego de un grupo dark bautizado Dulzura Infernal, no es difícil imaginar una secuencia casi cinematográfica en la que el joven Astarita saquea recurrentemente ciertos estantes del negocio de sus padres. “No fue para tanto”, se ríe Gustavo. “Nunca fui muy drogón, lo mío siempre fue experimentar”, aclara quien a los cuarenta ya ha regresado al negocio de sus viejos, y es feliz padre de tres hijos. “La Plata en los ’80 era lo más parecido a la película 24 Hour Party People”, calcula Astarita, volviendo al comienzo. De aquella Manchester local, también sin llegar a salir nunca de La Plata, sobresalieron primero Las Canoplas, en eso coinciden todos, incluso Astarita. Pero, con el tiempo, los únicos que quedan son Míster América. “Hubo una época en la que sentí que los que pudieron irse se olvidaron de todos nosotros”, confiesa. “Pero también se olvidaron de que éramos un movimiento, que todos somos importantes en relación con los otros.”

CANCIONES PARA DESCUBRIR

El flamante Canciones arrancadas, un compilado con lo mejor de la perdida y accidentada discografía de Míster América, abre con un tema que es casi ejemplar de la poética de Astarita: “Yo no soy tu gurú”. “No son las masas sino el individuo lo que nos va a salvar”, es el mantra actual de Gustavo, que está orgulloso de que esta suerte de ningún-grandes-éxitos se articule como un disco en sí mismo, no como un compilado. “Al menos eso me han dicho”, se defiende. Pero tiene razón. Su poética ceñida se derrama sobre temas grabados durante un lapso de diez años, más acelerados en los comienzos y más tranquilos en los últimos dos discos –los fundamentales Insano (2001) y Rebelde (2004), injustamente ausentes del mapa del rock nacional de cada año–, pero estilísticamente coherentes. “Toda obra de arte permanece oculta hasta que alguien la descubra, es el legado de Van Gogh. Y para mí siempre fue Van Gogh antes que Dalí. Por eso, si pudiera, me dinamitaría contra esos que aseguran que el mejor es el que más vende”, asegura el cantante y líder de Míster América, un grupo que siempre está buscando quien lo descubra. Muchos ya lo han hecho, y están en La Plata, ese Wonderland de universitarios, estudiantes y sobrevivientes. Ideal para canciones bombardeadas y llenas de vida como las de un grupo que nunca se fue, pero siempre está volviendo.

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