Domingo, 29 de abril de 2007 | Hoy
PERSONAJES LUCAS MARTí Y SU LIBRO DE BORDADOS
Lucas Martí sigue sorprendiendo, y cada vez se destaca más en la escena del rock nacional por su desprejuicio y creatividad. Después de desarmar A Tirador Láser y lanzar varios discos solistas, ahora edita un libro donde muestra su otra gran pasión, que ya apareció en el arte de tapa de sus trabajos: el bordado. Autorretratos, pequeñas escenas, chistes y homenajes a sus héroes, como Federico Moura o Hari-B: una colección de puntadas e hilo de lo más peculiar y tan inesperada en un rockero.
Por Mercedes Halfon
Mal. Mal. Regular. Mal. Todo Mal. 3, 50. A marzo. Encontrar una prueba de inglés y una de matemática con esas correcciones fue el motor de la ocurrencia Marzo, el libro de dibujos y bordados que Lucas Martí editó este mes y en el que se revela toda otra faceta de este músico extraño e hiperproductivo, fascinante pero no tan inesperada. Hijo del fotógrafo Eduardo Martí, compañero de ruta de Nahuel Vecino en los primeros tiempos de A Tirador Láser, la costumbre de dibujar y pensar y cuidar “el arte” de sus discos siempre estuvo presente y descolló por su singularidad. En la seguidilla de CDs que sacó luego de la disolución de A Tirador –la banda que compartía con Migue García y en la que tocó desde los quince años– ya desde el primero, Primer y último acto de noción, tapa y contratapa lucían bordados sobre jean; unos soldaditos cuadradotes y escudos nacionales que marcaban estilo. En Simplemente se jugaba con el derecho y el revés de una polera que le llegaba hasta los ojos y en la que había bordado su boca. Así es que cuando los editores le propusieron hacer un librito con ese material, lo único que restó fue ponerse a juntar todos los que había ido acumulando por ahí y hacer algunos más.
Entonces hay, desde bordados que parecen destinados al chiste directo, otros al homenaje o imagen rememorativa como uno de Federico Moura o de Hari-B, el primer guitarrista de Los Violadores, otros más poéticos, otros más escatológicos, otros que son como una suerte de declaración de principios del bordador. En general, todos comparten un aire de cómic al juntar imagen y palabras para un efecto común. Lucas dice: “Creo que el libro, para mí que me considero un pequeño analfabeto, me refleja muy bien. Es un compendio de imágenes de cosas y personas que para mí son muy importantes.” El nombre del libro además, tiene esa explicación que lo retrotrae diez años atrás. “Un día revisando cosas encontré esas pruebas del colegio que eran un desastre, porque yo era malísimo, me llevaba todas las materias. Tengo un problema de concentración, si no me interesa no puedo prestar ningún tipo de atención a nada, no puedo escuchar, y en el colegio ¡no me interesaba nada! Entonces no entendía. Era muy prolijo, llegaba en horario, pero no entendía nada, pasaba al frente y decía ‘Señorita, no entiendo’. Igual me gustaba ir, en mi casa solo me aburría. Iba y todo el tiempo dibujaba y escuchaba música obviamente. Por eso este libro me define tan bien como soy yo, muy colgado, todo el tiempo en una nube de pedos tremenda, con dificultad para conectar.”
Dibujos y bordados y frases. Ingeniosas, osadas, delirantes, deformes, en línea con la poética que Martí viene desarrollando en las letras de sus canciones y que en el marco del achatamiento letrístistico general que hay en el rock- pop nacional, se despegan del resto años luz y salen volando, no se sabe a dónde. Aunque él se considere un “pequeño analfabeto”. Igual no tanto: “Viste que ponés la radio y podés hacer un zapping musical y encontrar cinco canciones que digan más o menos lo mismo y hasta se pueden continuar una con la otra, una letra de Diego Torres con una de Lerner, hasta pueden tener un sentido. Me parece que a la gente le falta jugarse un poco, ser un poco más divertida, la gente es muy vergonzosa, se cuida mucho. Por ahí yo en otra época no hubiera escrito “una metida de amor profundo” como dice en “Tu entregador”. Pero tiene que ver con cómo soy yo: muy suave y delicado pero también muy trash. Me gusta combinar eso, no me gusta estar en el medio.” Una autodefinición bastante acertada.
La aparición de Federico Moura en Marzo no es azarosa. La mirada de Lucas hacia la década del ochenta es un gesto que se repite y repite y cada vez cobra más sentido. Ahora por ejemplo se compró una batería electrónica de las que se “tocan” como la que usaban los Virus, y una guitarra sintetizador, también furor de aquella década en la que él, además de ir al colegio y no entender nada, se formó musicalmente. “Estaba medio obsesionado con conseguir esos instrumentos. Quería hacerles un homenaje y a la vez renovarlos. Apareció un costado que tiene que ver con las canciones que yo escuchaba cuando iba a los asaltos, tipo Roxette o Erasure, melancólicas y con mucho teclado”, dice.
En los ochenta también, por el lado familiar, le llegó la otra de sus filiaciones primordiales: “Yo era muy chico y ya iba a todos los recitales de Luis (Alberto Spinetta) y me encantaban. Para nosotros ‘la música’ era Luis, después de adolescente lo seguí escuchando. Y al principio, cuando componía, había una copia en muchos aspectos musicales, pero me fui personalizando y solo quedó como una filosofía, una manera de trabajar: la manera en que llevó adelante y cuidó su carrera. Creo que las influencias más grandes para mí son él y Moura. Aprendí a cantar escuchando esos discos de Virus. Y las letras de Jacobi me cambiaron todo.”
Curiosamente, Marzo tiene la medida exacta de una caja de CD. Como un librito de esos internos pero demasiado extenso, o cómo las imágenes que quedaron afuera de un disco o que se desplegaron a partir de un imaginario de rock. Y a pesar de lo inclasificable de la música de Lucas Martí, o de lo insólito de un libro de bordados hecho por un rockero, él tiene muy claro su lugar de pertenencia: “Siento mucho respeto por el rock de acá, siempre supe que yo quería formar parte de este movimiento; a pesar de que me gusta un cincuenta por ciento la música de acá y otro cincuenta de otros lados. Pero no me gustaría ser un embajador de algo, tipo salió el brit-pop, entonces me hago el corte brit-pop. Siempre supe que quería sonar como algo de acá. Tener sonido argentino”.
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