Domingo, 29 de abril de 2007 | Hoy
ENTREVISTAS MILO MANARA: FELLINI, PRATT Y MUJERES
Sin duda, fuera del circuito especializado del cómic, Milo Manara es el dibujante de historietas más famoso del mundo. Trabajó con Fellini y Hugo Pratt, materializó en tinta y papel las fantasías de la generación del ‘68 y dibujó cómics políticos e infantiles. Pero son sus increíbles mujeres, envueltas en historias exóticas y lisérgicas, las que construyeron su merecida fama. De paso por Buenos Aires, el italiano repasa una vida llena de curvas que lo llevó de la revolución, Picasso y el hippismo a ser convocado para dibujar una versión de X-Men protagonizada exclusivamente por mujeres.
Por Martín Pérez
Sexo, drogas y pintura. Al escuchar la pregunta sobre si su juventud estuvo pautada por esa remozada trilogía iniciática, hay que ver la cara del dibujante italiano Milo Manara. Primero abre bien grandes sus ojos, sorprendido por la curiosa forma de romper el hielo en una entrevista más dentro de una sucesión interminable de ellas durante su primera visita porteña. Pareciera como que se queda sin palabras y cruza entonces una silenciosa mirada con su traductora, una bella mujer que merecería estar en sus historietas. Pero enseguida regala una generosa sonrisa, divertido ante la sugerencia. Entonces intenta una respuesta: “En lo que respecta al sexo, nunca lo suficiente. ¿Droga? Bueno, conozco lo que se usaba en mi época, y lo he probado. Pero nunca me interesó particularmente. Hablábamos de eso con Fellini: de que éramos principiantes en esos temas, porque nunca lo habíamos necesitado. Y pintura “¡claro que si! Mientras que para mis amigos sus estrellas eran las del rock, para mí eran las de la pintura. Fui joven durante la época del sexo, droga y rock’n’roll: tenía 17 años cuando aparecieron los Beatles. Pero lo que siempre me impulsó de joven a salir a la ruta y hacer dedo para llegar, por ejemplo, a Roma, no fueron los grandes conciertos. Sino las muestras de De Chirico o Picasso. Ellos eran mis estrellas de rock. Y así como mis amigos viajaban para ver tocar en vivo a sus héroes, recuerdo haber salido a la ruta imaginando que al llegar, también los iba a ver allí. Pero por supuesto que nunca estaban ahí donde los fui a buscar. Sólo quedaban sus obras, y el impulso de viajar que me había sacado a la ruta”.
A los 62 años, Manara tal vez sea el dibujante de historietas más popular en todo el mundo. Al menos eso es lo que dicen autores tan disímiles como el británico Neil Gaiman y el chileno Alejandro Jodorowsky cuando lo convocan. “¿Así que Jodorowsky dice que soy el mejor dibujante del mundo? Seguro que lo dice para promocionar Los Borgia, la saga que estamos haciendo juntos, de la que está por salir el tercer tomo. Porque Jodorowsky trabajó con Moebius. Y yo no creo ser mejor que él. De ninguna manera”, dice con modestia este simpático italiano, que jamás dejará de utilizar su idioma natal durante toda una entrevista que se realiza en un gran sillón rojo situado en medio de un enorme salón blanco en el Centro Cultural Borges, donde estuvieron exhibidas algunas de sus obras. Bautizada como Milo Manara en Argentina, la muestra apenas si duró un fin de semana, por lo que es de suponer que fue simplemente la escenografía para las entrevistas que dio en sus primeros días en Buenos Aires.
Si Manara efectivamente es el dibujante de historietas más popular en el mundo, al menos fuera del mundo del comic, lo es por sus mujeres, las protagonistas exclusivas de sus trabajos eróticos, y son ellas las que lo han traído hasta aquí. Convocado para acompañar el estreno en Telefé de la serie animada City Hunters, producida por Axe Attractions, realizada por la productora Encuadre y protagonizada por chicas basadas en sus diseños, Manara celebra estar en el país adoptivo de su ídolo, su compatriota Hugo Pratt. “Lo conocí en una de las primeras muestras de historieta realizadas en la ciudad de Lucca”, recuerda Manara, que hizo el viaje a la Argentina en barco, igual que en su momento Pratt. “Apenas empezaba a dibujar historietas, pero ya había leído La balada del mar salado, la primera aventura del Corto Maltés, y me parecia que era una obra maestra entre obras maestras. Fui a Lucca con el mismo espíritu con el que viajé de adolescente a Roma, a ver las muestras de De Chirico y Picasso. Pero esta vez tuve suerte, y Pratt estaba ahí. Me arrodillé ante él y, como nacimos en la misma región y hablábamos el mismo dialecto, nos hicimos amigos. Esto fue mucho antes de que imaginásemos hacer algo juntos. Pero por eso sé todo lo que Hugo amaba a la Argentina. Y, entre otras cosas, es por eso que estoy aquí.”
De casualidad. Así fue como Manara asegura que comenzó a trabajar en El clic, la obra que en 1983 lo haría famoso más allá del mundo de la historieta. “Fue un encargo del director de la revista italiana Playmen, que venía publicando el trabajo de Guido Crepax, no sé si Valentina o alguna otra de sus heroínas. Pero cuando se terminó, me llamó y me pidió una historia expresamente erótica para ocupar ese lugar vacío en sus páginas”, recuerda Milo. Lo que disparó su imaginación fue que, el mismo día en que visitó la redacción de Playmen para recibir el encargó, se cruzó con un periodista llamado Valobra. “Tenía unas facciones muy particulares, y un rostro albino, palidísimo, marmóreo. Pero tenía a su alrededor a las mujeres más bellas de la revista. Así que me pregunté: ¿Cuál será su secreto? Y ahí fue cuando pensé en el famoso telecomando. Pero jamás me imaginé que se iba a transformar en algo tan famoso. Era sólo un juego. De hecho, así se llamó en italiano: Il giuoco. Pero explotó. Tal vez porque presentaba una fantasía muy común: la de que exista un telecomando que genere excitación sexual en las mujeres. Eso sí: yo me divertí mucho dibujándolo”, explica el italiano, que a partir de aquella historieta dibujaría muchas otras de ese tenor. El perfume del invisible tal vez sea la mejor de todas ellas, y también comenzó como un juego. “Se me ocurrió adaptar la novela de Wells, El hombre invisible. Porque su protagonista atraviesa su invisivilidad como una tragedia, pero siempre me imaginé que si algo parecido me sucediese a mí, sería una suerte. Y eso es lo que hice, siempre tomándome las cosas muy poco en serio, como es mi costumbre. Todas esas historias eran para mí simples fantasías, nunca me pareció que tuviesen ningún mérito.”
Pero esas chicas se terminaron comiendo a su autor: es más conocido por dibujarlas que por cualquier otra cosa.
—Es verdad, gran parte de mi fortuna depende de estas mujeres que dibujo. Pero también son importantes las locaciones, el contexto, la historia. Porque no alcanza con la cuestión erótica, ya que hay mucho dibujantes que hacen lo mismo que yo
La extraordinaria popularidad de obras como El clic y El perfume del invisible -–y todas las que vinieron después— le permitieron a Manara sobrevivir a la decadencia de una revolución de la que formó parte casi desde sus comienzos: el fenómeno del comic europeo en los años ‘70. “Fue un momento de gran exaltación, porque se percibía que se estaban cambiando cosas. Además, la historieta era lo único que sucedía culturalmente en aquel entonces”, recuerda Milo. “Por entonces en Italia el ciclo del cine de autor ya se había completado, las novelas tampoco interesaban tanto, y lo único que parecía vivo y en ebullición eran revistas como Frigidaire y Canibale. Y en Francia estaba la Metal Hurlant.” Hay quienes consideran que la prehistoria de aquel movimiento empezó con en la pujante historieta argentina de los años ‘50 (“¡El Eternauta!”, apunta Manara), y el italiano acepta considerar la idea. “Hay un fundamento ahí, porque mucho de aquel comic influenció bastante en Europa. Desde el trabajo de Breccia hasta Pratt, que luego llevó aquel trabajo a Europa. Y después están contemporáneos como Altuna, Mandrafina, Trillo y otros, que también llevaron sus trabajos a Europa. Y Muñoz, claro, que fue muy importante en los comienzos.”
Nacido en 1945 en una pequeña villa italiana cercana a la frontera austríaca, Manara confiesa que empezó a dibujar historieta recién de grande. “Porque también empecé de grande a leerla”, explica el dibujante, cuya primera fascinación artística fue la pintura, y luego terminó trabajando en talleres de escultura. Sus primeros descubrimientos dentro del género fueron la famosa Barbarella (la original, del francés Jean Claude Forest, no la adaptación posterior de Jane Fonda) y Jodelle, del belga Guy Peellaert. “Cuando me fui a Milán a buscar trabajo como dibujante de historietas a fines de los 60, había en Italia una pequeña explosión de pequeños comics seudo-eróticos, como Diabolik o Isabella. Es difícil empezar en este negocio, y yo empecé en cosas así”. De esos comienzos eróticos, la biografía de Manara cuenta que pasó a la historieta infantil, colaborando con el Corriere dei ragazzi. Y luego empezó a trabajar en obras más serias y políticas, como la que lo encumbró a mediados de los 70, con guión de su compatriota Silverio Pisu: El rey mono. “Por entonces estábamos bastante enojados, éramos maoístas y rabiosos. Yo también era maoísta, pero no era muy ortodoxo que digamos. Me interesaban los ideales del ‘68, pero más por el lado hippie que del lado político. Había hecho mi viaje a la India y todo eso”, aclara Milo con una sonrisa.
No hay nada de casual en que la primera historieta que Manara realizó con guión propio haya sido un llamado a la aventura, H. P. y Giuseppe Bergman. “Fue en realidad un intento de reflexionar sobre las cosas que uno escribe y cuenta. Sobre las dificultades que encierra intentar escribir una historia de aventura”. Las iniciales incluidas en el título hacen referencia, por supuesto, a Hugo Pratt. “El fue el que casi me obligó a hacer esta historieta, comprometiéndome a entregarla a la revista francesa (A suivre)”, se ríe Manara. Con un rostro que mezcla el propio con el de Alain Delon, Giuseppe Bergman fue el personaje que acompañó a Manara junto a sus mujeres durante toda la década del 80. Sus historias son generalmente road movies lisérgicas y reflexivas, con aventuras tragicómicas que reflexionan sobre sí mismas, y llevan a su protagonista al Africa y a Asia, entre otros lugares. “Siempre me interesaron las road movies”, explica Milo. “No sólo por los viajes que hice después del ‘68, sino también por Jack Kerouac y la generación beat. Ellos también fueron mis estrellas antes que los músicos.”
Además de sus aventuras y sus mujeres, Manara también es conocido mundialmente por haber dibujado historias de su amigo Hugo Pratt (“cuando se dio cuenta que no iba a poder dibujar todas las historias que tenía en la cabeza, empezamos a colaborar juntos”) pero también las de Federico Fellini. “Conocí a Fellini cuando un programa de televisión decidió hacerle un homenaje convocando a varios dibujantes de historieta. A Fellini le gustaba la historieta, en sus comienzos incluso las había dibujado.” Según recuerda, la gente de la producción del programa le pidió un trabajo, que él entregó gustosamente. Suponía que iban a armar un libro, que le entregarían al maestro. “Pero armaron una muestra en Roma, a la que fue Fellini, y yo no pude ir. Al día siguiente, cuando me estaba lamentando por haberme perdido la oportunidad de mi vida, sonó el teléfono y era él. Me dijo que mis dibujos lo habían conmocionado, y me invitó a visitarlo a Cineccitá, donde estaba rodando E la nave va.” A partir de entonces se hicieron amigos, pero Manara ha contado que para él siempre fue difícil considerarlo así. “Se quejaba porque no lo llamaba nunca, pero no podía hacerlo. ¿Cómo iba a molestar a Fellini? ¡Era mi maestro!”
Desde entonces hasta ahora, Manara ha seguido con sus mujeres, y también ha colaborado con otros autores, como es el caso de su última obra dentro del mundo de la historieta, realizada en colaboración con Vincenzo Cerami, el guoinista de Roberto Benigni. “Acaba de salir en Francia y en Italia, y seguro tendrá una traducción al castellano”, adelanta. Cuando pasó por Buenos Aires, Jodorowsky explicó que le fue muy dificil ubicar a Manara para proponerle Los Borgia porque trabaja en medio del campo, en un lugar sin teléfono ni celular. “Así es”, confirma Manara. “No me gusta que me interrumpan cuando trabajo. Pero mantengo abierta la ventana del e-mail, que no suena, y si uno quiere contesta y si no lo borra. Además permite enviar los dibujos ¡es un gran invento el e-mail!”, celebra Manara, que revela que la editorial Marvel lo ha convocado para hacer una versión de sus X-Men, pero sólo con mujeres. “Dentro de las historietas, los personajes de superhéroes son como los grandes clásicos de la literatura. Uno no se puede realmente considerar dibujante de este medio si no ha hecho su versión de alguno de ellos.”
Pero parece que hasta la industria norteamericana lo llama por su habilidad para dibujar mujeres
—¡Es verdad! (ríe) Todos se aprovechan de mi presencia para sacar afuera su parte erótica. Que seguro la tienen, pero no tienen el coraje para hacerlo solos.
Es paradójico que, después de haber ilustrado las fantasías de la generación del 68, haya terminado siendo el dibujante oficial de las fantasías masculinas.
—La verdad que ese camino ha sido algo sorprendente. Ha terminado sucediendo así, pero no siento ninguna culpa por eso. Después de todo, uno es un profesional. Es verdad que cada tanto esto es sólo un trabajo, pero hay una estructura laboral a la que responder.
Solano López cuenta que empezó a dibujar mujeres desnudas mucho antes de dibujar comics eróticos: sus compañeros de secundario le pedían que dibujase a tal o cual amiga o profesora desnuda ¿Usted empezó igual?
—¡A mí me siguen pidiendo eso! Y no sólo los hombres, sino también las mujeres se me acercan y me piden que las dibuje desnudas. Hay algo que me da mucho orgullo, y es que en las muestras o en los festivales, quienes se me acercan son más mujeres que hombres. Acá también me sucede lo mismo. Trabajo al límite del erotismo, pero siempre tratando a estas mujeres que dibujo con mucho respeto. Porque no encuentro ninguna negatividad en el erotismo, son todos valores positivos.
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