CINE
Sucesos argentinos
Por ayudar a los presos políticos encarcelados en Rawson,
el 11 de octubre de 1972 el pueblo de Trelew padeció el castigo del gobierno militar: el secuestro de 16 de sus habitantes en un solo operativo rastrillo por toda la ciudad. En un suceso inédito, una asamblea popular espontánea desplazó a los dirigentes tradicionales de los principales partidos políticos, llamó a un paro general, negoció con el gobierno y consiguió la liberación de todos los detenidos. A treinta años de aquel hito casi olvidado por la historia, Paula Bassi y Diego Paulí estrenaron en Trelew el documental Prohibido dormir, que reconstruye los hechos a través de los participantes y los pocos registros visuales que quedan.
Por Armando Doria
En los años ‘70 la ciudad de Trelew era muy joven, con una población que no llegaba a los 25 mil habitantes. Pero pese a la juventud, tenía una fea cicatriz: la vecina cárcel de Rawson.
Cuando la persecución política por parte del Estado militar se convirtió en una pensada estrategia, a los presos políticos les tocó ser encarcelados muy lejos de su lugar, de sus contactos, de sus abogados. El penal federal de máxima seguridad de Rawson estaba considerado como uno de los más funcionales: su valor agregado era el marco de confinamiento que prometía la Patagonia. La Revolución Argentina –el proyecto militar que comenzó Juan Carlos Onganía y terminó con Alejandro Agustín Lanusse– se encargó de llenar las cárceles con presos políticos, y a la de Rawson fueron a parar peces tan gordos que los guardiacárceles no terminaban de perderles el respeto. Además de políticos y sindicalistas como Agustín Tosco, en el ‘72 estaban encerrados allí los cuadros principales del ERP, las FAR y Montoneros.
Trelew no funcionó como se esperaba de la Patagonia. No sólo las puertas de la ciudad se abrieron a los familiares y a los abogados de los detenidos, sino que fueron muchos los vecinos que –incluso sin experiencia de militancia ni compromisos ideológicos– se convirtieron en apoderados legales de los detenidos. Se creó una comisión de solidaridad con los presos políticos y otra de derechos humanos.
La masacre
cambió la historia
A partir del 15 de agosto de 1972 la situación fue otra. Las organizaciones armadas, mediante un inédito operativo conjunto, tomaron la unidad penitenciaria de Rawson y consiguieron fugar a Mario Santucho, Marcos Osatinsky, Enrique Gorriarán Merlo, Roberto Quieto, Domingo Mena y Fernando Vaca Narvaja. Por un error de organización, 19 de los cuadros que intentaban escapar quedaron varados en el aeropuerto de Trelew, fueron capturados y 16 de ellos fusilados el día 22 en la Base Aeronaval. La población de Trelew quedó paralizada, esperando pagar el precio de su solidaridad con los detenidos. El castigo llegó el 11 de octubre de 1972, cuando todavía no había amanecido y los militares presentaron en sociedad el mecanismo de detención compulsiva que pocos años más tarde sería el grado cero de la desaparición de miles de argentinos. El ejército secuestró a 16 vecinos de la zona en medio de un espectacular operativo rastrillo que derribó a patadas cientos de puertas. La mayor parte de ellos eran apoderados de los fugados o los fusilados. Todos fueron trasladados a la cárcel de Devoto, en Buenos Aires.
La reacción inmediata de Trelew fue la conformación de una multisectorial partidaria que envió varios telegramas de intimación al gobierno nacional. Sin conseguir respuesta, el mismo 11 de octubre se convocó a una asamblea abierta que llegó a reunir a más de seis mil personas. Quienes primero tomaron la palabra fueron los dirigentes tradicionales de los principales partidos políticos, pero al poco tiempo, desbordados por la efervescencia colectiva, se replegaron con disimulo. La llamada “Asamblea del pueblo” decidió tomar el Teatro Español y convocar a un paro general para el día siguiente. Pese al total desapego de la CGT, el paro fue un éxito. El 16 comenzaron a ser liberados los detenidos. El 27 del mismo mes, el gobierno de Alejandro Agustín Lanusse le devolvió a la ciudad el último de los 16 secuestrados que le quedaba por recuperar.
Prohibido dormir
El cine Coliseo de Trelew dispone de 380 localidades. El pasado viernes 11 de octubre 500 personas lo colmaron hasta los pasillos, y algunas quedaron afuera. Hacía muchos años que la gente de la ciudad no se movilizaba de esa manera para evocar un hecho histórico. Se cumplían 30 años de aquel día de los secuestros, y quienes asistieron al cine –en su mayoría chicos de no más de 18– se dispusieron a recordar los momentos, tan poco revisitados, de la “Asamblea popular”. La causa de la evocación fue el documental Prohibido dormir, una realización de Paula Bassi y Diego Paulí que hace memoria a través del testimonio de quienes vivieron aquellagesta y del poco material fílmico rescatable de la época. Como buenos hijos de Trelew, los realizadores eligieron su ciudad para estrenar el material.
La mayoría de los protagonistas que contaron su vivencia a la cámara asistieron a la función. Después de 30 años, era la primera vez que la evocación de los hechos de octubre del ‘72 se hacía en forma conjunta: pudieron ver cómo –edición mediante– la memoria de esos días la hilvanaban entre todos. Y la respuesta fue tan emotiva como podía suponerse.
Los testimonios –que Bassi y Paulí intercalaron con filmaciones de archivo, fotos de la época y tomas propias en formato 8 milímetros– reviven el clima de angustia y exultación de la asamblea. Angustia por la incertidumbre del destino de los detenidos, exultación por la masividad del movimiento. Según cuentan los trelewenses que allí estuvieron, se marchaba por las calles de la ciudad y se improvisaban discursos frente al micrófono del teatro. María Eugenia Correa, una de las protagonistas, define ese estado como “alegría revolucionaria”. Por las noches sonaban canciones de la Guerra Civil Española con letras ad hoc y se planificaban las acciones del día siguiente. No había que dormir. El mandato implícito de la asamblea era el de mantener la inercia hasta conseguir el objetivo final, la libertad de los presos.
Primavera trelewense
El 16 de octubre Trelew empezó a ganar la batalla: llegaron directo de Buenos Aires los primeros liberados. Entre ellos estaba Elisa Martínez, que recuerda lo impresionante que fue la recepción con miles de personas en la plaza. “El tramo desde el último escalón del colectivo hasta el teatro no lo hice caminando, no llegué a tocar el piso”, cuenta. El 27 de octubre Trelew terminó de ganar la batalla. Frente al teatro había una pizarra con los nombres de los vecinos detenidos dos semanas antes, y ese día fue tachado el último.
En los registros de la época que incluye el documental, queda clara la euforia por la gesta local. Pisando imágenes en blanco y negro del Trelew de esos días, se oye la voz de Chiche López –uno de los organizadores de la asamblea– que resuena en el teatro: “Yo me pregunto en qué otra provincia argentina la dictadura militar retrocedió como aquí”. Los aplausos no esperaron a que concluyera Prohibido dormir, por lo que la última escena se quedó sin oyentes. En la sala del Coliseo no se podía disimular el orgullo que trajeron las imágenes. Hubo abrazos, lágrimas y la ausencia de dos trelewenses desaparecidos en el ‘76, Mario Abel Amaya y Elvio Angel Bel.
El viernes 11, en el cine, el documental de Bassi y Paulí abrió un camino alternativo para la memoria que comenzó a clausurarse a partir de la última dictadura. La maquinaria del terror que convirtió al ejercicio del recuerdo en algo peligroso, en muchos casos dejó el olvido instalado como hábito. Pero Prohibido dormir empujó a la comunidad de Trelew a reunirse con aquel episodio de su pasado que prometía diluirse en la memoria individual.