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Domingo, 6 de abril de 2008

RITOS > POMBAGIRA Y EXú EN EL RíO DE LA PLATA

Rojo y negro

Pombagira y Exú son entidades espirituales que integran el complejo panteón africanista, por lo general malentendidas, desconocidas y consideradas con prejuicio por quienes no son sus fieles. Su culto aparece en muchas encarnaciones: por eso quizá los directores de la colección Arte Brujo decidieron recortar la puesta en escena del fenómeno al Río de la Plata. Así el libro Dueños de la encrucijada recopila imágenes y textos que indagan sobre este rito. Aquí, el sociólogo Reginaldo Prandi explica este culto, su inquietante ritual y sus significados sociales.

 Por Reginaldo Prandi

Las pombagiras son espíritus de mujeres, y cada una de ellas tiene su biografía mítica, que puede estar más o menos divulgada entre sus devotos y clientes, en general historias muy fragmentadas. En la configuración mítica de Pombagira nunca faltan sexo, dolor, desventura, infidelidad, transgresión social, crimen.

¿Pero quién es Pombagira?

Antes que nada, Pombagira es un exú, o mejor, un exú mujer, como ella misma gusta de ser llamada. En la concepción umbandista, Exú es un espíritu del mal, un ángel caído, expulsado del cielo, finalmente un demonio y que habita en el infierno y en las encrucijadas. Pero afirmar únicamente eso es simplificar demasiado las cosas.

Hay mucha confusión en torno a las palabras Exú y Pombagira. El propio término “Exú” puede referirse a entidades y divinidades con status religioso diferenciado. Al menos cuatro puntos merecen ser aclarados:

1) El exú de la umbanda es diferente al orixá Exú cultuado en el candomblé, en el batuque y en otras religiones afrobrasileñas tradicionales. En la umbanda se trata del espíritu de un muerto; en el candomblé y en el batuque, un espíritu divinizado, un orixá. Los orixás son divinidades identificadas con elementos de la naturaleza (el mar, el agua de los ríos, el trueno, el arco iris, el fuego, las tempestades, las hojas, etc.) y aspectos de la vida social (justicia, riqueza, amor, vida conyugal, etc.).

2) En el candomblé nagô (yoruba), Exú es el nombre del orixá mensajero entre el mundo de los hombres y el de los orixás. En el candomblé jeje (fon) es llamado Legba o Elegbara. En el batuque es más conocido por el nombre de Bará. En los candomblés congo y angola (bantúes), uno de los nombres de Exú, el orixá mensajero, es Bombogirá (Bambojira), del cual Pombagira es ciertamente una corrupción. Con el tiempo, ese nombre terminó por restringirse a designar la cualidad femenina de exú (típicamente bantú).

3) En América los orixás fueron sincretizados con Jesús, Nuestra Señora y diversos santos católicos. Varias características de Exú propiciaron su sincretismo con el diablo católico: su representación material de forma fálica, su ligación con la sexualidad, la condición de trickster, su supuesta falta de moral.

4) Más adelante, con el surgimiento de la umbanda, Exú pasó a designar a decenas de espíritus de seres humanos que en vida tuvieron una biografía socialmente marginal. La umbanda fortaleció la identificación de los exús con el diablo, mas la propia idea acerca del diablo sufrió cambios importantes en el imaginario umbandista. Los exús pueden ser masculinos o femeninos, y la palabra Pombagira se aplica precisamente en el caso del espíritu de una mujer.

En suma, el candomblé, el batuque y el xangô son religiones de orixás y Exú es su orixá mensajero, pudiendo adoptar otros nombres. La umbanda es religión de caboclos, pretos velhos y otros espíritus, reunidos en falanges comandadas por los orixás, que cuenta también con falanges de exús y pombagiras que no se mezclan con aquellos, y que no son orixás. De todos modos, hoy en día no es difícil encontrar en muchos lugares sacerdotes jefes de terreiros que combinan elementos del candomblé y el batuque con otros de umbanda, haciendo una selección de tal o cual aspecto según siente que mejor lo representa, formándose así una enormidad de variantes religiosas.

Desde el punto de vista moral, las religiones tradicionales afroamericanas no distinguen entre el bien y el mal, en el sentido judeocristiano. Su sistema de moralidad se basa en la relación estricta entre el hombre y el orixá. Esa relación es de carácter propiciatorio y sacrificial. La relación de los hombres entre sí, en el sentido de la formación de una comunidad, en la que el bien del individuo está subordinado al bien colectivo, tiene importancia secundaria. El bien y el mal son caras de la misma moneda.

Por otro lado, la umbanda, que retuvo una fuerte herencia cristiana -kardecista, preservó la noción del bien y del mal como campos antagónicos, pero trató de mantenerlos separados en compatimientos estancos. Así, la umbanda se divide en una línea de “derecha”, dirigida al manejo de las fuerzas del bien y que “trabaja” con entidades “evolucionadas” (caboclos, preto velhos, etc.), y una línea de “izquierda”, también llamada quimbanda, que puede trabajar con fuerzas del “mal”, y cuyas entidades, espiritualmente “atrasadas” (exús y pombagiras) están asociadas al infierno católico. De todos modos, esta división puede ser meramente formal, funcionando como una orientación clasificatoria estrictamente ritual y de poca importancia ética.

Las pombagiras y sus compañeros exús, que forman la quimbanda, o la “izquierda” de la umbanda, son espíritus maleducados, impúdicos, agresivos. Dicen palabrotas y dan carcajadas estrepitosas. Pombagira es el espíritu de una mujer que en vida habría sido una prostituta, mujer de bajos principios morales, capaz de dominar a los hombres mediante sus proezas sexuales, amante del lujo, del dinero y de toda suerte de placeres. Las pombagiras usan trajes escandalosos de color rojo y negro, y una rosa roja en su largo cabello moreno, y exhiben formas de prostituta, ora del burdel más miserable ora de elegantes salones de meretricio, juego y perdición. Puede exhibirse también como una gran dama, fina y esmerada, pero siempre una dama de la noche, una cortesana pecadora. A su vez, los exús son espíritus de bandidos, marginales y otros tipos sociales indeseables. Algunos gustan de presentarse con las manos en garras y los pies transformados en cascos de animales satánicos. Visten una larga capa negra con su interior forrado de rojo, y llevan en la mano un tridente de fierro.

Aunque puedan mostrarse elegantes y amigables, esas entidades nunca son enteramente confiables y siempre acaban por revelarse interesadas. Exús y pombagiras enfatizan su naturaleza diabólica (al menos verbalmente) y ponen empeño en demostrar animosidad y desprecio por quien procura obtener auxilio y protección de parte de ellos. Quien se acostumbra, sabe que se trata de un juego teatral.

Sobre todo entre la población urbana pobre, es común apelar a Pombagira para la solución de problemas relacionados a fracasos y deseos de la vida amorosa y la sexualidad, además de otros innúmeros que aparejan situaciones aflictivas.

Estudiar los cultos de Pombagira nos permite entender algo de las aspiraciones y frustraciones de grandes grupos de la población que están muy distantes de un código de ética y moralidad basado en valores de la tradición occidental cristiana. Pues para Pombagira cualquier deseo puede ser atendido: no hay límites para la fantasía humana. Y lo mismo vale para los exús.

En la división del trabajo entre las entidades de quimbanda, Pombagira se ocupa especialmente de los casos de amor, protege a las mujeres que la procuran, y es capaz de propiciar cualquier tipo de unión amorosa o erótica, hétero u homosexual. Se debe obsequiar a Pombagira con cosas que ella usa en el terreiro cuando es incorporada: tejidos sedosos para sus ropas de colores rojo y negro, perfumes, joyas y bijouterie, champagne y otras bebidas, cigarrillos y boquillas, rosas rojas, además de comidas y animales sacrificiales que acostumbramos ver en los despachos dejados en las encrucijadas, playas y otros espacios, dependiendo del trabajo que se haga, siempre a la luz de velas rojas y negras. Para ser amigo o devoto de Pombagira es preciso tener una causa por la cual ella pueda trabajar, pues es el terreno del hechizo aquel en que se fortalece y gana prestigio. Aunque Pombagira no vive sólo de hechizos, ella no viene únicamente a “trabajar”. En sus fiestas, Pombagira viene a divertirse, danzar y ser apreciada y homenajeada, conforme al patrón del culto a los orixás. Un toque de Pombagira siempre tiene un tono de fiesta y diversión, a pesar del clima generalmente sombrío y de las expresiones de trance, ni siempre de buen gusto, que procuran reproducir estereotipos del bajo mundo.

La idea más generalizada acerca de Pombagira es la de que se trata de una entidad muy parecida a los seres humanos. Como mujer, habría tenido una vida pasada que refleja una de las más difíciles condiciones humanas, la prostitución. Habría sido víctima de su destino, como lo somos todos. Nadie creería que sus malos pasos en la vida hayan sido dados por placer, por desvergüenza, por propia voluntad. Al contrario, el coraje de aceptar su condición de prostituta, de bandida y de encarar la vida de frente fue su mayor virtud. Virtud de grandes cualidades, como aquella de las santas. Pecadora y santa, difícil es saber cómo separar una cualidad de otra. Pues fue justamente la triste condición de su vida terrena la que le permitió el conocimiento y el dominio de una de las más difíciles áreas de la vida de las personas comunes, que es la vida sexual y el relacionamiento humano fuera de los patrones de comportamiento aceptados y recomendados socialmente. Así, se cree que Pombagira está dotada de una experiencia de vida real y muy rica que la mayoría de los mortales jamás conoció, y por eso sus consejos y socorros vienen de alguien que es capaz, antes que nada, de comprender los deseos, fantasías, angustias y desesperos ajenos.

En cuanto las religiones cristianas son consideradas represoras y formadoras de sentimientos de culpa y pecado, la afrobrasileras son con frecuencia vistas como religiones liberadoras de la personalidad –no se cree en el pecado ni en la premiación o punición después de la muerte–. Todo ocurre aquí, en esta vida. La vida es buena y debe ser llevada con placer y alegría. No forma parte de su ideario el encubrimiento y aniquilación de las pasiones humanas de toda naturaleza, por más recónditas e innombrables que sean ellas. Es la lucha de los hombres y mujeres que procuran la ayuda de exús y pombagiras para la realización de sus deseos más íntimos. Pombagira representa sin duda una importante valoración de la intimidad de cada uno, pues para Pombagira no existe deseo ilegítimo, ni aspiración inalcanzable, ni fantasía reprobable.

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Pombagiras en cuarto de Exú en templo de Floresta.
 
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