Domingo, 6 de abril de 2008 | Hoy
CINE > UNA GUIA PARA NO PERDERSE LO MEJOR DE LA DECIMA EDICION DEL BAFICI
En estas paginas, las argentinas; en las siguientes, nuestra seleccion de la programacion internacional
Ocurrió a fines de los años ’70, en plena dictadura militar: como parte del proyecto de construcción de la represa de Salto Grande, el pueblo de Federación, Entre Ríos, fue destruido y sumergido bajo las aguas. La ciudad entera, con sus habitantes, fue transplantada a lo que se daría en llamar Nueva Federación, no muy lejos de su ubicación original. Los federaenses se adaptaron como pudieron a sus nuevas vidas en barrios de casas fabricadas en serie, idénticas entre sí. Al principio esto implicó la desintegración de su vida social, pero eventualmente el pueblo viviría un boom turístico desatado por la explotación de sus aguas termales y una bonanza económica que continúa al día de hoy.
Caso bizarro, increíble pero real, la historia de Nueva Federación condensa varios de los elementos más significativos del complicado devenir argentino de las últimas décadas. “Conocí la historia de la ciudad en el 2004, cuando fui a descansar, recomendado por unos amigos, y quedé impresionado”, cuenta Néstor Frenkel, director del documental Construcción de una ciudad. “Es una historia que no se ha contado mucho, y me pareció que se vinculaba con temas como la identidad y la memoria. Eran los ‘70, y aunque no quise poner el acento en esto ni hacer una película histórica en un sentido clásico, es algo que está ahí flotando: en esa época, esa gente que hacía desaparecer personas, hace desaparecer un pueblo entero. Después los ‘90, con el estallido de una supuesta prosperidad, y también la angustia y la decadencia. Hay un paralelo con lo que fue pasando en el país”.
Frenkel volvió a Federación varias veces a lo largo de cuatro años, en busca de sus recuerdos y sus increíbles personajes. El documental consigue un raro equilibrio entre un gran sentido del humor y del absurdo –que nunca es burla– y una sensibilidad auténtica para mostrar a aquellos que relatan sus memorias y sus pérdidas con nostalgia y tristeza. Sobre los títulos iniciales, hay un leit motiv musical que remite a la comedia, pero también a la siniestra alegría de las marchitas militares, y a cierta idea anacrónica de pujanza y de progreso. “Lo hicimos todo desde un afecto verdadero, conectándonos en serio. La música tiene que ver con que hay algo de ‘don’t worry be happy’ y ‘lo que pasó pasó’, pero a la vez sabemos que todos siguen agarrados a ese pasado de alguna manera: el que colecciona árboles, el que arma la glorieta, el aficionado al súper 8 que tiene la ciudad original guardada en sus películas caseras”, dice Frenkel. “Por otro lado, el humor es mi arma, mi lenguaje. Es la forma que yo uso para acercarme y para alejarme a la vez. El tiempo transcurrido me permitió alejarme del documental de protesta y buscar sus personajes particulares.” Poco antes de las que serán las primeras exhibiciones públicas de su película, la tercera luego de Vida en Marte y Buscando a Reynols, Frenkel se pregunta: “Lo que no sé es qué sabor quedará al final. Creo que hay algo medio apocalíptico”.
Construcción de una ciudad (Selección Oficial Argentina) se proyecta el miércoles 9 a las 20.15 en el Hoyts 10, el jueves 10 a las 16 en el Hoyts 10 y el viernes 11 a las 21.30 en el Atlas Santa Fe 1.
En el principio fue el viaje. Historias extraordinarias, el tercer largometraje como director de Mariano Llinás, responsable de Balnearios, es un mastodonte de cuatro horas de duración que apuesta a una densidad argumental imposible de sintetizar. Pero si hay algo que lo define, cuenta Llinás, es que sus historias nacieron de una creciente pasión por los viajes. “Desde hace un tiempo vengo viajando de manera obsesiva, haciendo viajes cortos en auto y en ómnibus, me conozco todas las rutas”, explica el realizador. “Así que la película puede ser una oda a la ruta y a la provincia, al viaje por pueblos de llanura. A viajar sin demasiada reflexión: quería que fuera algo muy físico, concreto; que no tuviera ningún tipo de contenido simbólico, psicológico o solemne. Traté de expurgarlo de ciertos contenidos clásicos, como el viaje del héroe, o de transformación personal.” Llinás explica que a sus personajes principales simplemente les suceden cosas en el camino. Y que la película va mutando todo el tiempo, yendo de la road movie al thriller, por ejemplo, con una lógica parecida a la del viaje: a medida que uno va llegando de un lugar a otro, va cambiando su centro de atención. “Queríamos reproducir ese esquema: cierta alegría de la novedad, del tránsito, del movimiento, del imprevisto.”
Lo que sí se puede contar es que hay tres historias. “Mejor dicho, tres puntos de partida”, concede Llinás, mientras termina la posproducción de su película y graba la que, dice, será una “voz en off masiva” que ocupará tres cuartos de la narración. “Puntos de partida muy clásicos de la novela de aventuras: el hombre acusado de un asesinato que no cometió; la búsqueda del tesoro –o la vida de una persona a la que de pronto le llegan las señales que tiene que reconstruir para encontrar una fortuna–, y la apuesta, a la manera de las historias de Julio Verne, en la que un grupo de hombres en algún club mantienen una discusión de un tono más o menos científico”. Tres historias como detonantes de viajes, con, como se dijo, Verne, o Stevenson, como modelos posible: “Me interesa la novela de aventuras del siglo XIX, y ver en qué medida era posible que el cine volviese a hacerse cargo de ese tipo de relatos. Truffaut quiso imitar ciertos procedimientos de la novela, como su capacidad de narrar tramas complejas y tiempos largos, de dar mucha información. Cosas que en la literatura son naturales, pero que para el cine llevan mucho más esfuerzo”. Es por eso que Historias extraordinarias promete algún momento muy truffautiano, a la manera de su novelesca Las dos inglesas, como el de la foto de acá arriba, con la actriz Mariana Chaud y los gansos. “La película ocurre en el presente, con alguna zona de novela decimonónica como ésa. Pero además todo tiene un aire medio ochentoso; y eso es porque la provincia de Buenos Aires es así.”
Historias extraordinarias (Selección Oficial Argentina) se proyecta el jueves 17 a las 19.45 en el Hoyts 11, el viernes 18 a las 16.30 en Hoyts 11 y el domingo 20 a las 14 en el Hoyts 8.
La religión como cárcel: una ecuación de ese orden parece regir el relato de Unidad 25, el documental de Alejo Hoijman, que se metió durante seis meses a registrar la vida en el interior del penal evangelista de Olmos, que está considerado todo un modelo de orden, buena conducta y pulcritud. Enterado de su existencia por una nota publicada en Página/12 hace unos años, Hoijman decidió ir conocer en persona el lugar y observar de manera directa el día a día de los internos y el régimen de fe religiosa bajo el cual viven. No cualquiera termina en esta prisión: en general, se trata de reclusos de buen comportamiento que llegan de los pabellones religiosos que existen en casi todas las otras cárceles de Buenos Aires. “Es un caso atípico”, cuenta el director. “Una cárcel de mínima seguridad, un régimen liviano, pero con criminales pesados. Hay de todo: en un mismo pabellón se mezclan violadores con asesinos, tipos con condenas leves y otros con la máxima. No sucede en ninguna otra cárcel. Como sus autoridades están orgullosas de que se trata de un lugar pacífico donde todo funciona bien, me dieron un acceso irrestricto para hacer la película”.
Documental de observación al ciento por ciento, sin testimonios a cámara ni textos explicativos de ningún tipo, Unidad 25 busca algo de la potencia dramática de la ficción al acercarse a un caso en particular, el del convicto Simón Pedro Nobre, para seguirlo desde su ingreso al penal hasta su posible salida. Se trata además de una excepción: Simón, a diferencia de la mayoría de los presos que llegan allí, no está ‘evangelizado’. “Quería seguir a alguien que hubiera llegado sin ser religioso ni conocer el régimen y la disciplina religiosas”, cuenta Hoijman, “quería registrar su conversión o su no conversión, el proceso de adoctrinamiento”.
Hoijman y su equipo visitaron la cárcel hasta “pasar a ser parte de su cotidianidad. Nos invitaban a desayunar, almorzar y cenar en las celdas”, lo que les permitió acercarse a situaciones y diálogos de gran intimidad. “Estaban los que nos ignoraban. Pero con los que nos autorizaron a filmarlos, les poníamos un micrófono a la mañana, prendíamos la cámara, y al rato ya se olvidaban de la cámara, y casi hasta de nosotros. En total fueron unas 85 horas de grabaciones”. En cuanto a Simón, que al principio parece incómodo con el lugar al que ha ido a parar, sobre el final lo vemos entonar, quizá hasta fervoroso, las canciones religiosas. ¿Se ha “convertido”? Hoijman dice que recibió distintas impresiones al respecto entre quienes ya vieron la película. “Algunos me dijeron sí, pero para otros está actuando y lo mismo puede decirse sobre muchos de los presos. Y podría ser que Simón esté actuando para poder quedarse; para sobrevivir. Para mí ése es el tema de la película: Unidad 25 es menos un documental sobre la cárcel que sobre cómo se transmiten ciertos sistemas de ideas, y el tipo de transacción que cada uno hace con eso”.
Unidad 25 (Selección Oficial Argentina) se proyecta el domingo 13 a las 21.45 en el Hoyts 12, el lunes 14 a las 17 en el Hoyts 12 y el martes 15 a las 17.45 en el Atlas Santa Fe 2.
La primera imagen de Los paranoicos, la ópera prima de Gabriel Medina, aparece como una alucinación, o como un sueño fumado, protagonizado por un mono en caída libre. Un mono de juguete, un espécimen negro, de goma, con los ojos y la boca bien abiertos en ambigua expresión, que muchos que ronden los 30 años recordarán de sus infancias. El mono-fetiche volverá a aparecer muchas veces en la historia de Luciano Gauna (Daniel Hendler), un aspirante a cineasta retraído, hipocondríaco, frustrado en su vida social, amorosa y vocacional, y con un guión que lleva años escribiendo sin conseguir terminarlo. El mono de goma que convive con él en su departamento y en el que Gauna guarda sus porros puede ser el elemento central de la postal generacional que propone Los paranoicos. “No sé si lo habré logrado, pero quería hacer eso. Un fresco de una generación, los de treinta en la ciudad de Buenos Aires. Angular un espejo y ponerlo sobre los departamentos, los porros, los recitales de los tipos que no saben qué hacer de sus vidas”, dice Medina, porteño clase 1975.
Los paranoicos es una película de personajes. “Trata sobre un tipo que se siente mal, se menosprecia, no sabe para dónde ir. Y que de pronto descubre que el amigo de toda la vida triunfa haciendo lo mismo que él intenta, pero no puede hacer”, dice Medina sobre el protagonista de su película, enumerando características y situaciones que están directamente basadas, agrega, en él mismo. “Es un cobarde que puede salir a flote recién cuando se ve reflejado en la mirada de su amigo. Hay momentos tomados de la vida real y, sonará banal, pero también hay una necesidad de catarsis. Yo expongo mucho de mí en la película.” No es poco decir, teniendo en cuenta que se trata de un personaje que anda por la vida encorvado, cabizbajo, incapaz de mirar a nadie a los ojos, y que sólo parece poder desatarse en soledad, como vemos en una escena para la que Medina hizo a Hendler bailar una canción de Todos Tus Muertos, con la instrucción de desplegarse como si fuera Iggy Pop, o Fidel Nadal en los ‘80. “Para que después, cuando vuelva a meterse para adentro, sepamos que esa furia está ahí, que convive todo el tiempo con él. Es una película sobre un personaje en el momento en que se despierta.”
Comedia semiamarga sobre la dificultad de tomar ciertas decisiones vitales, el guión de Medina (coescrito con Nicolás Gueillburt) se originó en una experiencia propia semejante a la que abruma a Gauna: el trance de no poder completar su primer guión. Pero, durante el mismo proceso de escritura, darse cuenta de que en esas fobias y esas vueltas se alojaba una película mucho más divertida que la que estaba tratando de escribir. Y que, como le espeta un personaje a Gauna, “para dejar de jugar hay que dejar de jugar”. Aunque eso implique dejar atrás a ese simpático mono de goma de nuestras infancias.
Los paranoicos (Selección Oficial Internacional) se proyecta el sábado 12 a las 23.15 en el Hoyts 10, el domingo 13 a las 15 en el Hoyts 10 y el lunes 14 a las 17.45 en el Teatro 25 de Mayo.
Una de las grandes revelaciones de esta edición va a ser sin duda Intimidades de Shakespeare y Victor Hugo, de la estudiante de cine mexicana Yulene Olaizola, que se inicia en el largometraje a los 24 años, con un documental de bajo presupuesto pero un pulso y una precisión narrativas enormes. Ese título tan llamativo alude a dos calles del DF mexicano, pero también a la obra de un personaje enigmático cuya imagen nos es casi enteramente escamoteada a lo largo de la película: un tal Jorge Riosse, a quien la abuela de la directora recuerda con el profundo afecto y la amistad que forjó con él durante los ocho años en que lo alojó en su casa de huéspedes. De los datos biográficos de Riosse se nos va informando en pequeñas dosis, que fue abandonado por su madre de muy chico, luego recuperado por ella y su nuevo matrimonio pero jamás integrado a la familia; que fue un marginal (y un homosexual en tiempos especialmente difíciles para proclamarlo en la calle) y un autodidacta con una profunda vocación artística–volcada principalmente en la música y en la pintura. E, incluso, que puede haber tenido bastante que ver con una serie de asesinatos de mujeres que se detuvo a la par de la accidentada muerte de Riosse, y que nunca llegaron a resolverse. Una historia de misterio narrada de manera emocionante con las armas de un relato familiar, del recuerdo íntimo, y hasta de la reconstrucción de algo parecido a la memoria amorosa.
Intimidades.... integra la Selección Oficial Internacional, que este año viene superpoblada de pequeñas obras maestras: las citas obligadas son Profit Motive and the Whispering Wind, recorrido por cuatro siglos de luchas sociales y políticas de EE.UU.; Andalucía, sobre un argelino en Francia; y dos historias con niños: la malaya Flower in the Pocket y la mexicana Cochochi.
Recreación de un día en la vida de las mujeres guerrilleras de Sendero Luminoso que fueron capturadas y encerradas en el penal de Canto Grande (Perú), La trinchera luminosa del presidente Gonzalo es una rareza entre rarezas. Para empezar, por su carácter mismo de “recreación”: una suerte de falso documental pergeñado por un realizador ultra-independiente norteamericano, Jim Finn, que ha declarado su fascinación por la propaganda comunista de la guerra fría. La trinchera cuenta ese único día desde las marchas del amanecer hasta los cantos fervorosos de la noche: una jornada completa de riguroso, feroz adoctrinamiento, y un grupo de mujeres que parecen estar convencidas de que el encierro no ha cambiado nada para ellas, de que la cárcel es solo un frente de batalla más de la Guerra Popular maoísta. Mediante este procedimiento algo lunático–pero estudiado, que se basa en textos maoístas y senderistas verdaderos–, Finn narra el fanatismo y sus rituales, en una ambientación que remite a los años ‘80 y ‘90 pero con una innegable resonancia actual.
La restrospectiva de Jim Finn incluye también un compilado de sus cortometrajes (sobre un gerbo que funciona como metáfora del capitalismo, las elecciones presidenciales de 1980 y el primer karaoke marxista), su mediometraje La lotería y sus largos The Juche Idea (inspirado en la historia real del secuestro de un cineasta surcoreano, destinado a reactivar la industria) e Interkosmos, especulación sobre un demente plan alemán para la conquista del espacio.
Con Joe Strummer: The Future Is Unwritten, Julian Temple (La gran estafa del rock’n’roll) plasma un retrato del líder de los Clash y deja constancia de su influencia en toda una generación de músicos del grito primal. Hacia el final de la vida de Strummer (1952-2002), Temple había forjado con él cierta amistad que le dio acceso a materiales raros–escritos, testimonios de amigos y hasta fotos y películas familiares– del autoproclamado Señor de la Guerra punkrock. A través de ellos –y de recursos inusuales y encantadores, como la animación de dibujos y garabatos que Strummer dejó en sus anotadores, o fragmentos de una versión televisiva de 1984, usados para marcar un paralelo con el mundo y las ideas orwellianas– este documental traza un relato poderoso, salvaje, que va de la infancia (sus años escolares, que lo avergonzaban) al final con los Mescaleros y la pasión del músico por el fogón de campamento como un espacio ideal para el encuentro cultural (un tema que se continúa en Glastonbury, otro de los films programados en el Foco Temple de este Bafici). Y no nos ahorra los aspectos menos felices de su personaje, ni sus contradicciones. “Eran parte de él, y servían de inspiración para su música”, dice Temple. “Además, no quería que Joe se levantara de su tumba y me estrangulara por mostrarlo demasiado perfecto”.
Joe Strummer: The Future... forma parte del Foco Julian Temple, pero también de la amplia programación de películas musicales de esta edición del festival, donde se verán–los títulos son bastante elocuentes– Patti Smith: Dream of Life; Tom Petty and the Heartbreakers: Running Down a Dream (¡dirigido por Peter Bogdanovich!); Berlin (Lou Reed por Julian Schnabel); Too Tough To Die: a Tribute to Joey Ramone; CSNY / Déja vù (por el propio Neil Young), entre muchas otras.
En How Ohio Pulled It Off, tres estudiantes de cine investigan las últimas elecciones presidenciales norteamericanas; las del 2004, las que perdió John Kerry por un margen mínimo que sorprendió y despertó las suspicacias de muchos. Su objetivo principal: indagar el probable fraude que tuvo lugar en la ciudad en esa ocasión (como ocurrió en Florida en las elecciones previas, convirtiéndose en el estado por cuyo cuestionado margen republicano Bush alcanzó la primera presidencia). Los realizadores Charla Baker, Matthew Krauss y Mariana Quiroga (argentina de origen, criada en Venezuela) recogen testimonios sobre el virtual desempadronamiento de muchos votantes –especialmente en las zonas negras y menos republicanas de la ciudad– y las numerosas denuncias sobre inconsistencias “técnicas” en el sistema electrónico de sufragio (hubo quienes llegaron a asegurar que vieron cómo su voto cambiada en pantalla delante de sus propios, incrédulos ojos). Presentada por primera vez hace un par de meses en el festival de Sundance, la película llega con un timing preciso; es decir, con vistas al regreso de los norteamericanos a las urnas en noviembre de este mismo año. “Hay que mantenerse alerta”, dijeron los directores en una entrevista reciente”. “Si es cierto que los republicanos ya se robaron las elecciones dos veces, podrían volver a hacerlo”.
How Ohio Pulled It Off integra la sección Democracias, junto con las imperdibles Io non sono un moderato (Dario Fo contra Berlusconi), de Andrea Nobile; y Citizen Havel, seguimiento de la irresistible figura de Václav Havel a lo largo de ¡dos! mandatos como presidente de la República Checa.
El hallazgo del documental En el infierno del Chaco –recién recuperado y restaurado por APROCINAIN y Filmoteca Buenos Aires, con la gestión del presidente de la Cinemateca de Paraguay– constituye un pequeño paso adelante (dentro de la ardua tarea de la reconstrucción de la Historia) y a la vez un gran salto para la re-constitución del acervo audiovisual latinoamericano, cuyos fragmentos siguen dispersos. En el infierno del Chaco documenta la guerra entre Paraguay y Bolivia por el Chaco boreal, desatada en julio de 1932. La noticia del conflicto disparó el rápido reflejo de un camarógrafo y director de fotografía legendario del primer cine argentino, Roque Funes (1897-1981), quien viajó con su cámara para seguir al ejército paraguayo durante los primeros tramos de la guerra. Poco después volvió, editó, y estrenó su material antes de fin de año. “Nadie puede darse una cuenta cabal de lo que es aquello. Los combates suceden dejando un tendal de cuerpos despedazados y un ambiente rarificado por la podredumbre de los cadáveres en rápida descomposición”, declaró Funes a su regreso a Buenos Aires, según una entrevista citada por el historiador Fernando Martín Peña en su texto para el catálogo del Bafici. La proyección de este film promete ser una experiencia única.
En el infierno... se verá en la sección Rescates, en la que también se ha programado Let There Be Light, un documental algo olvidado de John Huston sobre la rehabilitación psiquiátrica de los veteranos de la Segunda Guerra.
Más de tres décadas después de su documental sobre Idi Amin Dada (el presidente genocida de Uganda durante la década del ‘70), Barbet Schroeder (Mi secreto me condena, La virgen de los sicarios) tiene en El abogado del terror otro encuentro cara a cara, sino con el diablo, con uno de sus más raros amigos. La figura de Jacques Vergès, el abogado del criminal nazi Klaus Barbie, del terrorista alemán Carlos el Chacal, y asesor de Milosevic (entre otros personajes infames de la historia del siglo XX a los que ha representado) fascinó a Schroeder, que ve parte de su historia, la de su juventud, reflejada en la propia, y que no alcanza a comprender del todo qué fue lo que pasó después. Como Schroeder, Vergès abrazó primero la causa comunista, y luego la de los argelinos (denostando a los comunistas por no haberse ocupado de ellos); eventualmente desapareció para reemerger convertido en este defensor legal de monstruos políticos. Como abogado, Vergès aplica la estrategia de “la ruptura”, que consiste en aceptar la culpabilidad de sus clientes, y a la vez no reconocerles a los magistrados el derecho a juzgarlos, bajo el argumento de que aquellos gobiernos que suelen exigir a los gritos el respeto por los derechos humanos suelen ser sus más grandes violadores. Su caso testigo: la masacre de argelinos perpetrada por los franceses en 1945, que debería haberlos inhabilitado moralmente para participar en los juicios de Nuremberg. Schroeder observa, no juzga ni interviene, y aprovecha el privilegio de poder registrar con su cámara a semejante figura. Y Vergès ofrece, para quien quiere saberlo, que sí, que defendería a Hitler. “E incluso a Bush”.
El abogado del terror se da en la sección Trayectorias, pero varios de los mejores documentales políticos pueden encontrarse en otra zona del festival, La Tierra Tiembla, que este año incluye la imprescindible The Dictator Hunter (El cazador de dictatores), sobre el abogado de Human Rights Watch Reed Brody.
Uno de los personajes más importantes e insuficientemente recordados de la lucha por la libertad de expresión en los Estados Unidos a lo largo del siglo XX (de los ‘60 a esta parte), Barney Rosset, es el centro del documental Obscene, de Neil Ortenberg y Daniel O’Connor, que recorre su turbulenta carrera y no menos turbulenta vida personal. Editor de dos publicaciones contraculturales fundamentales de los ‘60, la editorial Grove Press y la revista Evergreen Review, Rosset (Chicago, 1922) desafió con la mayoría de sus proyectos las leyes sobre “obscenidad” vigentes en su país. En 1948 fue productor de un documental pionero sobre el racismo en Norteamérica; a través de Grove Press publicó ediciones populares de El amante de Lady Chatterley, el ¡Aullido! de Ginsberg, Esperando a Godot, y –entre muchos otros títulos y autores– a Kerouac, Malcolm X y Burroughs; obras de la literatura de izquierda europea y latinoamericanos que no tenían espacio en el mercado editorial yanqui (además de parte de los diarios del Che). Al ganar cada demanda judicial que debió enfrentar, abrió una a una las puertas para la publicación de más libros largamente prohibidos, y eventualmente para la distribución de otras obras tabú, como el film erótico (hoy de culto) I’m Curious Yellow. Con testimonios de críticos culturales, redactores y editores (además de entrevistas disponibles al propio Rosset), la película da cuenta de su papel directamente revolucionario, y narra el final de su proyecto cultural, entre ataques oficiales (y los del feminismo), fracasos económicos y demás.
Obscene se da en la sección Personas y Personajes, donde también se ha programado un documental sobre el legendario historietista Will Eisner. Pero el que busque personajes de verdad hipnóticos, no puede perderse Lynch (sobre Lynch, David, el creador de Twin Peaks, sección Cine + Cine) ni Hellman Rider (sobre el director Monte Hellman, en la retrospectiva de Romuald Karmarar).
Y aunque a lo largo de sus diez años de existencia el Bafici se ha consolidado como un espacio para el descubrimiento, para la circulación de grandes promesas y de independientes veteranos pero ocultos y malditos, también tienen cabida unos cuantos nombres reconocidos, a veces actores y directores consagrados que han entrado y salido alternativamente de la industria y del mainstream. Que es un poco el caso de la femme fatale de la oscuridad, la hija del maestro del giallo, actriz, realizadora (y DJ) Asia Argento, presente este año con tres películas de cineastas de largas trayectorias: Go-Go Tales, de Abel Ferrara (inspirado muy directamente en John Cassavetes); Une vieille maîtresse, de Catherine Breillat (la directora de Romance, que esta vez bucea en el terreno de Las relaciones peligrosas de Choderlos de Laclos) y Boarding Gate, de Oliver Assayas (Demonlover). Tres películas desparejas que no van a gustar a todo el mundo pero validadas por la sola presencia de Asia. Tres películas, además, que integran la sección Trayectorias, en la que se apilan los nombres más “célebres” del festival: es acá donde se verán la última del cineasta protestante de Hollywood, Paul Schrader (The Walker, con una actuación imperdible de Woody Harrelson); la remake norteamericana que Michael Haneke hizo de su propia Funny Games (con Naomi Watts); la polémica Redacted–Brian de Palma en Irak–; la esperada I’m Not There–Todd Haynes multiplicando a Dylan por cinco– ; y lo nuevo de Hou Hsiao Hsien, de Ken Loach y, en preestreno, Paranoid Park, la última de Gus Van Sant, cuya ópera prima–Mala Noche– es una de las grandes imperdibles de la sección Rescates.
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