Domingo, 13 de abril de 2008 | Hoy
ARTE > LOS AUTOIDENTIKITS DE LEANDRO BERRA, AHORA EN OPEN DOOR
Hace tres años, el artista argentino Leandro Berra presentó en el Encuentro Internacional de Fotografía de Arlés un trabajo inquietante: el retrato de sí mismo que hacía una persona con el programa informático de creación de identikits de Interpol. Ahora ha realizado la misma experiencia pero con los pacientes del hospital psiquiátrico Domingo Cabred, conocido también como Colonia Open Door, en las afueras de Buenos Aires. El resultado es una sobrecogedora y contundente indagación sobre el yo y la imagen que tiene de sí mismo.
Por Eduardo Febbro, Desde Paris
¿Cómo contarnos a nosotros mismos con lucidez, belleza o crueldad? La obra que el artista argentino Leandro Berra expone en la Galerie Claude Samuel de París sugiere muchas respuestas posibles al intento siempre ambiguo e incompleto de retratar ese otro semejante que somos. Berra había conmocionado a la crítica europea hace tres años con un trabajo expuesto durante los Encuentros Internacionales de Fotografía que se llevan a cabo anualmente en la ciudad de Arlés. En la sección Retratos Berra presentó su obra Autoidentikits. Realizada con un programa informático utilizado por Interpol para la elaboración de identikits, Autoidentikits fue una propuesta inédita en el arte contemporáneo, una confrontación alucinante entre una foto de lo real, uno mismo, y el autorretrato realizado luego por la persona fotografiada. Puestas una junto a la otra, las dos imágenes, es decir, la copia de nuestro rostro efectuada por el objetivo de la cámara y la copia de nosotros mismos según la percepción o la memoria que tenemos de nuestros rasgos, ofrecían un constaste en el que transitaba la ambigua identidad. Leandro Berra prolongó esa experiencia con otra exposición donde ya no era un individuo aislado, solo, quien intentaba armarse a sí mismo sino una familia entera. Berra proponía a cada uno de los hijos componer el identikit de sus padres y luego tomaba la foto de la familia reunida; la obra final es la foto de toda la familia rodeada de los identikits. El desafío y la potencia de la obra están en ese tránsito entre lo casi real y lo casi soñado, proyectado.
El trabajo que ahora expone la Galerie Claude Samuel llega aún mucho más lejos. Los individuos fotografiados y autorretratados con el mismo principio son internos del hospital psiquiátrico Domingo Cabred, conocido también como Colonia Open Door, situado en las afueras de Buenos Aires. “Cuando alguien hace su propio retrato robot se está contando a sí mismo con imágenes, en un universo distinto al del lenguaje”, explica Leandro Berra. ¿Pero qué ocurre cuando esa “narración” proviene de internos de un hospital psiquiátrico donde, por principio terapéutico, las imágenes de uno mismo están proscriptas? La respuesta es la apuesta de Berra. El artista, acompañado por el equipo médico, propuso a los pacientes que realizaran su autorretrato eligiendo los rasgos entre los miles de ojos, pestañas, cabellos, orejas o narices que posee el programa informático. Las sesiones de esa experiencia fueron a la vez grabadas en video. Lo que se expone es cómo los pacientes se ven o cómo ven el mundo que los circunda a través de sus autorretratos. Está, por ejemplo, el autorretrato de Ceferino que se representó solo con sus ojos porque no podía componer el resto. El autorretrato de Javier tuvo, por ejemplo, un efecto terapéutico que entró en interacción con la propia dolencia del paciente, la esquizofrenia. El diagnóstico de Javier decía que su esquizofrenia estaba acompañada por problemas de laringe y que ello le imposibilitaba hablar. Todo el personal médico de Open Door confirmó que Javier no decía una palabra. Pero a la mañana siguiente de que Javier realizara su autoidentikit, Leandro Berra lo encontró llegando al hospital y lo saludó con un “Buen día Javier, ¿cómo le va?”. Javier contestó: “Muy bien gracias, ¿y usted?”.
Berra explica que cuando nos “narramos” con imágenes lo que hacemos es ir a buscar “las historias con las que creemos ser”. El trabajo en el ámbito de un centro psiquiátrico le permitió a Berra dejar constancia de la manera en que se ven quienes están de un lado y otro de las puertas de un manicomio. “Para los pacientes de Open Door ellos mismos han sido una fuente tal de dolor que se conforman con crear simplemente una imagen.”
El galerista Claude Samuel expone los retratos y la filmación de las sesiones. Los pacientes responden a la reconstrucción de sus propios rasgos con atención, entusiasmo y una angustia a menudo reflejada en el resultado final. De la misma manera que había ocurrido antes con la serie Autoidentikits, resulta imposible escapar al interrogante al que somete la obra: si el otro se ve así, ¿cómo me veré yo mismo? ¿Cómo seré capaz de aunar en un conjunto coherente las piezas de mi identidad? ¿Cuál será la diferencia entre este autorretrato realizado por el interno de un centro psiquiátrico y el que puedo hacer yo mismo con mi estatuto de ser libre, normalizado?
Leandro Berra completa con esta exposición una trayectoria iniciada en París y prolongada tanto en la Argentina como en Europa. No debe haber otro artista contemporáneo que haya explorado con tanta innovación y pluralidad el tema del otro que Borges declinó de tantas maneras. En 1989, Leandro Berra montó en una estación de subte de la Línea A de Buenos Aires la muestra Esculturas furtivas. En 1993 y 2003 realizó dos exposiciones y una performance en el Centro Recoleta, al mismo tiempo que su obra era expuesta en prestigiosas galerías de París y en la Maison de L’Amérique Latine. Los Encuentros Internacionales de Fotografía de Arlés marcaron el punto central de su trabajo sobre la dualidad, el otro, las representaciones de uno mismo y lo furtivo y permanente de nuestra identidad. La forma en que nos vemos a nosotros mismos y a los demás regula nuestra relación con el mundo. Leandro Berra intercepta esa automirada y la propulsa a una dimensión no discursiva, a un relato en imágenes de nuestro espejo interior. Lejos de ser un instrumento de autoanálisis los autorretratos son, a su manera, la obra de arte que nuestro narcisismo o nuestras imperfecciones creen que somos. La exposición sobre Open Door abre también un campo de observación inagotable hacia la puerta cerrada de lo que llamamos locura o enfermedad mental. Sobrecogedores, crueles, contundentes, bellos al extremo, los autorretratos de Open Door nos interpelan y nos desestabilizan. La enigmática cuestión del otro y de uno mismo queda a la vez irresuelta y explícita en esta obra potente y única como la singularidad de nuestros rasgos, siempre los mismos, siempre diferentes, nunca iguales a lo que queremos.
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