Camino negro
Bandas Forever Delayed –el disco de grandes éxitos que milagrosamente acaba de editarse en la Argentina– repasa los once tumultuosos años de carrera de Manic Street Preachers, la banda de galeses que prefirieron las anfetaminas al éxtasis, exaltaron el suicidio, cultivaron el anacronismo del punk político, escupieron contra el mundo indie, se rieron de la muerte de Lennon, deleitaron a Fidel Castro y ahora, aburguesados por la madurez y el éxito, siguen reivindicando su “basura proletaria vestidos de dandies”.
Por Mariana Enriquez
¿Quiénes son los Manic Street Preachers? Una banda que acusa y (se) responsabiliza. Una banda derrotista, terrorista, melancólica, deprimente. Escucharlos está lejos de ser una experiencia placentera, porque obligan a pensar y a sentirse culpable. Una banda contradictoria que proclama que su pelea es vana, que fracasaron antes de empezar. Una banda que quiso abarcarlo todo y que escribió canciones sobre anorexia, genocidio, dictaduras, Patrick Bateman, autodestrucción, vanidad, bancos, Elián (el niño balsero cubano), el activista negro Paul Robeson, los animales que enloquecen en los zoológicos, la automutilación, Willem de Kooning, glamour, la corrección política, las revoluciones fallidas. Una banda que exige dedicación militante, imposible de apreciar sin convertirse en un fan ni decodificar su historia y sus citas, referentes, obsesiones, en los que la música suele ser lo menos importante. Más sencillo es armar un rompecabezas eligiendo temas y citas y siguiendo el recorrido de Forever Delayed, el disco de grandes éxitos que sacaron después de once años de carrera y que, milagrosamente, acaba de editarse en Argentina.
Track 1: A Design for Life
Los Manic Street Preachers –James Dean Bradfield (voz), Sean Moore (batería), Nicky Wire (bajo) y Richey Edwards (guitarra)– nacieron y se criaron en Blackwood, un ex pueblo minero del sur de Gales que en 1984, después del cierre de doce minas gracias a las políticas de la Thatcher, tenía un 80 por ciento de desempleo. Todos los integrantes de la banda sufrieron la resistencia y el posterior desempleo de sus familias en los ‘80, lo que los radicalizó políticamente. Tan muerto está Blackwood que ni siquiera tiene un cine. Los cuatro amigos empezaron a contrarrestar el aburrimiento consumiendo todos los bienes culturales que podían: desde las películas de Coppola hasta La sociedad del espectáculo de Guy Debord, pasando por Malcolm Lowry, Philip Larkin, e.e.cummings, los Rolling Stones y The Clash.
El éxito más importante de Manic Street Preachers fue este tema, “A Design for Life”: un himno de estadio que denunciaba la pérdida de valores de la clase obrera, señalaba el problema del desclasado y se enfrentaba con bandas como Pulp o Blur que, oriundas de la burguesía, tomaban a la clase obrera como tema para –a ojos de los Manic– caricaturizarla. Según Edwards, “uno se da cuenta de que son chicos de clase media porque se visten como pobres. La tradición de la clase obrera siempre fue estar limpio y prolijo. Mi padre y sus amigos, cuando volvían de la mina, sólo querían lavarse, afeitarse, vestirse bien y salir”. La canción rescataba con nostalgia a la clase obrera de la primera mitad del siglo XX y describía cómo después de la era Thatcher lo único que quedó fue nihilismo y rabia. La primera línea –”Las bibliotecas nos dieron poder”– la inspiró una inscripción en una biblioteca pública de Newport, Gales, que dice: “El conocimiento es poder”.
Track 2: Motorcycle Emptiness
“Hablo con Dios pero el Cielo está vacío” (Sylvia Plath)
Richey Edwards era el guitarrista decorativo, el que no sabía tocar pero sabía cómo lograr que una guitarra luciera letal. Su función en la banda, sin embargo, era esencial; era su Ministro de Propaganda: el que escribía las letras, componía los collages y elegía los slogans para las remeras, desde “La ansiedad es libertad” de Kierkegaard hasta “Somos nada y queremos ser todo” del joven Marx. Graduado en Historia Política de la Universidad de Swansea, Edwards definió a la banda como “flores que se pudren en los jardines de los ricos” y dio un golpe publicitario insólito: después de una entrevista con el periodista Steve Lamacq, a quien había intentado en vano convencer de que las intenciones de la banda eran buenas, tomó una gillette y se tajeó un brazo en profundidad. 4Real (“deverdad”). La foto, que salió publicada con todo el rojo sangriento de rigor en “New Musical Express”, lo catapultó al museo de la historia del rock. Los Manics no habían editado aún su primer disco. Extremista, cerebro, dueño de una pasmosa belleza, Richey Edwards apenas comía, se automutilaba, sufría depresiones e insomnio y fue el mejor letrista de su generación. Era capaz de articular el aburrimiento y el dolor, el sonido y la furia. “Motorcycle Emptiness” es una crítica a los sueños superficiales que vende la sociedad de consumo. También es un homenaje a La Ley de la Calle de Francis Ford Coppola, una de las películas favoritas de la banda.
Track 3: If You Tolerate This, Your Children Will Be Next
“Los grandes artistas no tienen país” (Alfred de Musset)
Los MSP prometieron no escribir nunca una canción de amor. Cumplieron parcialmente, aunque manteniendo el sentido de aquella declaración. En vano intentaron unir rock y política y superar la contradicción de propalar un discurso de barricada a través de una multinacional. Tenían estrategias: el détournement de los situacionistas, por ejemplo. Tenían argumentos: “Todas las rebeliones ya han sido cooptadas por las corporaciones”, decía Richey Edwards. “Somos prostitutos gustosos: estamos dispuestos a vendernos para que nuestra música llegue a más gente. La ética del sello independiente es absurda: allí sólo hay corrupción a menor escala”, decía James Dean Bradfield. Entonces decidieron exponer las contradicciones en vez de ocultarlas. Pero como entendían que la lucha estaba perdida antes de empezar, nunca fueron optimistas con respecto a la militancia: fueron melancólicos. “No creo que ninguna banda sea peligrosa. La música nunca va a crear algo nuevo o revolucionario. No manda a los jóvenes a las calles con armas”, decía Richey Edwards. La Guerra Civil Española, a la que se refiere esta canción, es un ejemplo al que vuelve una y otra vez Nicky Wire. “Es una crítica a nosotros mismos, a toda nuestra generación inútil. En aquellos tiempos, la gente salía de sus casas y se unía a las Brigadas Internacionales para derrotar al fascismo. Ahora nada puede sacarnos de frente al televisor. George Orwell fue a la guerra. Hoy Douglas Coupland no lo haría. Yo tampoco.” La canción, que cita “Homenaje a Cataluña” de Orwell, dice en su primera estrofa: “Si puedo matar conejos puedo matar fascistas”, slogan de un granjero galés que se unió a las Brigadas Internacionales.
Track 4: La Tristesse Durera
(Scream to a Sigh)
El título proviene de la nota de suicidio de Vincent Van Gogh. La obsesión de MSP por el suicidio es evidente en sus ídolos: Monroe, Plath, Dylan Thomas, Bobby Sands, Van Gogh. Sobre todo Van Gogh, otro artista que se mutilaba y sufrió varias hospitalizaciones psiquiátricas como las que sufrió Richey Edwards en 1994, primero en un hospital estatal, más tarde en la carísima clínica privada The Priory. Edwards, sin embargo, era el primero en despreciar el mito del “artista loco”: “Las clínicas están llenas de amas de casa y plomeros. Decir que es natural que un poeta esté loco es pura mierda. La locura no elige. Es romántico pensar ‘Soy un escritor torturado’, pero las instituciones mentales no están llenas de músicos de rock. Están llenas de gente común”.
“La Tristesse Durera” (“La tristeza durará”) no es una canción sobre locos sino sobre un veterano de guerra paralítico que tuvo que vender su medalla para pagar las facturas de los servicios: un veterano de guerra que se siente “un accesorio de moda/ con toda esa gente que me manda postales/ y espera que me sienta bien”. Es una de las pocas canciones de la historia del rock que se refiere a la ancianidad y la pérdida de dignidad.
Track 5: There By the Grace of God
Cuando la banda se formó, a principios de los ‘90, tenía un plan suicida: triunfar y desintegrarse en el aire, vender más discos que Guns n’Roses y los Sex Pistols y dejar un agujero negro o una lluvia de meteoritos, ser una bisagra cultural, lograr que el rock’n’roll volviera a ser importante. Seis discos y una colección de grandes éxitos después, los Manic Street Preachers siguen juntos, el rock está lejos de ser un peligroso instrumento de cambio y ellos gozan de todos los beneficios de la burguesía rockera, incluida una madurez apacible y respetada. Lo que, en sus términos, es un enorme fracaso. Para algunos fans (y críticos), la banda se convirtió en lo que deseaba combatir. Se justifica Nicky Wire: “Ya no tengo esa ambición de hombre joven. No quiero irme de gira y cambiarle la vida a la gente. No quiero convertir a nadie ni que piensen como yo. Siento que si nos hubiéramos tomado las cosas de una manera diferente, ahora estaríamos sentados acá los cuatro, personas sanas, estables, felices y exitosas”. “Y todas las drogas del mundo/ no podrán salvarnos de nosotros mismos”, escribe en esta canción nueva, ni buena ni mala, predecible, que recuerda a Depeche Mode.
Track 6: You Love Us
“Consideren a todos los críticos inútiles y peligrosos” (Manifiesto Futurista)
Durante sus primeras presentaciones, los MSP eran sistemáticamente atacados a botellazos. Hay que tener en cuenta el contexto: los días del éxtasis, de Madchester y la música house, y aquí llegaba un cuarteto galés tocando punk/heavy político, con un reloj diez años atrasado. Los MSP detestaban todo lo que podía definirse como “alternativo” o “indie”. Decían que sólo respetaban a los populistas (Rolling Stones, Sex Pistols) y al pop. Eran un anacronismo: “una banda anfetamínica en la generación del éxtasis”, como decía el crítico Steven Wells. A diferencia del “tomarse de las manos” que inundaba Inglaterra, los MSP invitaban a cuestionar. Detestaban la originalidad (“Es tan segura y aburrida”, decía Edwards) y detestaban el concepto de “autenticidad”, especialmente del grunge. Nicky Wire decía: “Poder articular lo que realmente sentimos es más importante que la credibilidad”.
Track 9: Kevin Carter
Así como no sabía tocar la guitarra, Richey Edwards tampoco sabía sacar fotos. Pero en sus últimos días “públicos”, antes del gran final, se mostraba siempre con una cámara colgando del cuello: el mismo modelo que usó Dennis Hopper en Apocalypse Now, su película favorita. Era la misma época en que la banda abandonaba el glamour por los uniformes militares, según ellos porque sentían que habían perdido el rumbo y tenían que simbolizar de alguna manera cohesión y disciplina. El impacto visual de MSP fue, en aquellos años del cuarteto, tan o más importante que la música. En Europa acaba de editarse, para acompañar el lanzamiento del disco de grandes éxitos, una colección del fotógrafo japonés Mitch Ikeda, que los acompañó desde el principio.
Kevin Carter era un fotógrafo sudafricano que formaba, junto a un grupo de colegas, un colectivo llamado Bang Bang Club. En 1993 fue a fotografiar la hambruna en Sudán. En el poblado de Ayod, tomó la foto de una bebé moribunda que se arrastraba hacia el único sitio donde había comida, mientras en un cercano segundo plano la esperaba un buitre tres veces más grande que ella. La foto ganó el Pulitzer. Carter fue a recibir el premio a Nueva York pocos días después de que su compañero Ken Ooesterbroek fuera asesinado durante una rebelión en Johannesburgo. En Nueva York, muchos lo criticaron por tomar fotos y no intervenir: le preguntaban por qué no había ayudado a la niña antes de hacer click. El 27 de julio de 1994 Kevin Carter se suicidó dentro de su camioneta.
Track 10. Tsunami
“Ante nosotros se erige el ayer” (Ted Hughes)
Nicky y Richey eran inseparables. Muchos –en especial los fans– quieren ver en su intensa amistad una historia de amor. Es posible. Si la relación sólo pertenece al terreno de la fantasía, hay que decir que la alimentaron con videos homoeróticos, fotos donde aparecían tomados de la mano y anécdotas en las que Nicky recordaba despertar con “el sabor del vodka en los labios” después de haber pasado la noche junto a Richey. Lo cierto es que esa intimidad de mejores amigos, esa complicidad y exclusividad tan adolescente, se rompió cuando Nicky Wire se casó con su novia de siempre y Richey se sintió abandonado. Cuando eran felices, se hacían llamar “The Glamour Twins”, los Gemelos Glamorosos. Después, cuando fue Nicky el que se quedó solo, tuvo que cargar con la pesada tarea de suplantar a Richey, el letrista genial, y poner las palabras en las canciones.
“Tsunami” está dedicada a Jean y Jennifer Gibbons, conocidas como “Las Gemelas Silenciosas”. Eran dos hermanas del oeste de Gales que dejaron de hablar con el mundo exterior a los ocho años y sólo se comunicaban entre ellas con un lenguaje secreto. Cometieron varios robos, fueron encarceladas juntas y desde la celda escribieron un libro de poesía, September Poems. Cuando la hermana Jean murió, Jennifer pudo volver a comunicarse, liberada del silencio. “Tsunami”, en japonés, es el nombre de un violento oleaje subterráneo producido por un terremoto.
Track 11. The Masses
Against the Classes
“La vida sólo puede ser comprendida hacia atrás, pero debe ser vivida hacia adelante” (Sören Kierkegaard)
El single llevaba la bandera de Cuba en la tapa, pero sin la estrella. Poco después, en febrero del 2001, los MSP desembarcaban en la isla pagando todos los gastos y dando un recital gratis en el teatro Karl Marx para una multitud de jóvenes estupefactos que asistían a un evento histórico: la primera banda de rock occidental que pisaba Cuba desde la Revolución. Castro estuvo con la banda antes del concierto. Los músicos lo previnieron: iba a haber mucho ruido. “¿Más que en la guerra?”, sonrió Fidel. El patriarca aplaudió de pie las canciones “Baby Elian”. Al otro día, después de una bulliciosa fiesta, muy temprano y sin respeto a la resaca, se los llevó a Santa Clara, a visitar la tumba del recientemente repatriado Che Guevara. Compartieron una comida con embajadores y escucharon un largo discurso de Fidel, que abría una escuela de Trabajo Social en Santa Clara. Se los veía entre confundidos y extasiados. Hoy, muchos jóvenes en La Habana se pasean con las remeras que MSP repartieron a modo de merchandising y ruegan a los turistas que les consigan los discos, inhallables en Cuba. En la tierra natal, la aventura se vivió como un golpe publicitario carísimo, que encima salió mal: ni el disco ni el documental sobre la visita a la isla vendieron bien. A los Manic poco les importó. Hoy, la foto del grupo –con la leyenda “grupo británico de rock”– se puede ver en el Hall de la Fama del Hotel Nacional de La Habana, cuya pared comparten con Frank Sinatra y Harry Belafonte.
Track 14. Everything Must Go
Es el título, y la canción principal, del primer disco sin Richey. La tapa, minimalista, lejos de los excesos visuales, de los collages, de la histeria, era de un azul claro, y la banda aparecía sin maquillaje. Bajo el título, un paréntesis vacío. “Si necesitan una explicación –dice la letra–, todo debe seguir. Espero que puedan perdonarnos.” La prensa, anonadada ante las cartas de fans filosuicidas que plagaban sus escritorios, les preguntaba si eran conscientes del daño que habíancausado. El disco, editado en 1996, fue celebrado como el mejor. Lo es. “La vida ha sido miserable para los MSP últimamente”, escribía Mark Sutherland para NME. “La verdad es que, como un futbolista que se rompe una pierna y debe dejar de jugar por un año, quizá no puedan recuperar su impacto original, o su emocionante gloria. Pueden haberse asentado y convertido en la mejor banda del mundo, algo tan trivial como eso. Hicieron un disco provocativo, desafiante, hermoso, que nos va a deleitar más que ningún otro este año. Un disco soberbio, que quizá vuelva a poner de moda la inteligencia.”
Track 15. Faster
“Si su plegaria es escuchada, llegará un día de terrible venganza, y el amo clamará en vano por piedad” (Solomon Northup, 1854)
El 1º de febrero de 1995, Richey Edwards le dejó a MSP un presente griego: su desaparición los convertiría por fin en una banda masiva. Ahora bien: tendrían que vivir con su ausencia, con ese mito rockero que les servía en bandeja, que venerarían, sin duda, si le hubiera pasado a otra banda. Ese día, MSP debían partir a una gira promocional hacia Estados Unidos. Richey debía bajar al lobby del hotel y embarcar hacia el avión, pero no apareció. Teniendo en cuenta sus tendencias autodestructivas, Bradfield decidió tirar la puerta de su habitación abajo. Adentró encontró una caja con la imagen de Bugs Bunny y en su interior libros, videos de los films Equus (basada en la pieza de Peter Shaffer) y Naked de Mike Leigh, una nota para una amiga de Richey que decía “Te quiero”, Prozac, la valija llena de ropa. Comprobaron que Richey había tomado el auto a la madrugada y había manejado hasta su departamento en Gales. Allí encontraron más Prozac, el pasaporte y su tarjeta de crédito. El 16 de febrero apareció el auto a las orillas del río Severn, vacío, sin batería, con fotos de Richey y su familia y casetes, entre ellos In Utero de Nirvana. Se lo dio por desaparecido. Muchos sospecharon que se había arrojado al río. Todas las pistas sobre su paradero resultaron falsas. Hasta que este año, después de siete de ausencia, la ley británica lo dio por muerto. El cuerpo jamás apareció.
En la última entrevista, concedida a un periodista japonés, Edwards aparecía rapado y con el mismo modelo de zapatillas Converse que usaba Kurt Cobain cuando se voló la cabeza en Seattle. Ian Curtis, el cantante de Joy Division, también se había rapado antes de suicidarse, un día antes de salir de gira por Estados Unidos. Richey tenía 27 años, la misma edad que Jimi Hendrix, Janis Joplin, Kurt Cobain y Brian Jones cuando murieron. Semanas antes, Richey se paseó y se dejó fotografiar con toda su ropa mamarracheada con citas de Rimbaud. Días antes le regaló a una amiga Novela con cocaína de M. Ageyev, un supuesto autor ruso que alcanzó el éxito con su libro en los años ‘30 pero desapareció por completo cuando quisieron homenajearlo, y nunca volvió a ser visto. Taylor Parkes, de Melody Maker, escribió: “Nirvana hablaba de certezas, los Manics, en cambio, siempre hablaron de ambigüedades. Por eso es tan horriblemente apropiado que Kurt se haya pegado un tiro y Richey haya desaparecido”.
Faster puede traducirse como “más rápido”, pero también como “el que ayuna”: es el tema más “Richey” que los MSP se permitieron incluir en el disco. Quizá, para contar su historia, tendrían que haber elegido más canciones del vitriólico álbum al que pertenece, The Holy Bible, una suerte de Juicio Final a la Humanidad que Richey pergeñó con letras brutales. Para muchos está claro que quieren distanciarse de Richey. Para otros, más comprensivos, está claro que no quieren colgarse de la leyenda. La canción abre con un sampler de la voz de John Hurt diciendo en la película 1984: “Odio la pureza, odio la bondad. No quiero que exista la virtud en ninguna parte. Quiero que todo se corrompa”.
Track 16. Little Baby Nothing
“El cromosoma masculino es un cromosoma femenino incompleto. En otras palabras, el macho es un aborto caminante. La masculinidad es una enfermedad deficiente y los machos son retardados emocionales” (Valerie Solanas)
Desde el principio, los MSP decidieron objetivarse como una boy band, como Take That, como Mambrú. La sensualidad es inherente al rock, pensaban, pero había que agregarle la explotación del pop, quitarle autenticidad, convertirse en producto. “Nuestra primera ofensa es ser hermosos”, decían, enfrentándose con el machismo de los valles galeses. Buceando en contradicciones, tocaban música de chicos blancos heterosexuales (un heavy metal/punk blando) y se vestían como muñecas. “Basura proletaria vestida como dandies” definían los críticos. “Todo el rock es homosexual”, contestaban ellos.
La explotación y la prostitución son los temas de esta canción que Bradfield canta a dúo con Traci Lords, la estrella porno norteamericana que se hizo famosa porque el grueso de sus películas triple X, hoy inconseguibles, se rodaron cuando ella era menor de edad. La canción termina con el dúo gritando: “El rock’n’roll es nuestra epifanía: cultura, alienación, aburrimiento y desesperación”.
Track 19. The Everlasting
“Quizá mis mejores días se hayan ido, pero no los quiero de vuelta, no ahora, con el fuego dentro mío” (Samuel Beckett)
La madurez es dramática para cualquier banda de rock. Para los MSP, era algo más. Era traumática. Era como si nunca hubieran pensado que pasarían del estadio adolescente. Después de la desaparición de Richey se convirtieron en los mimados de la prensa y la crítica y recibieron
Brit Awards y otros premios. Esa no era la idea original, pero había que lidiar con la realidad. Líricamente, Wire tomó el atajo de la melancolía y se dedicó casi exclusivamente a Gales, tras años de renegar y descreer de todo patriotismo. Durante la gira 96/97, las pantallas proyectaron el poema “The Boys of Summer” de Dylan Thomas antes de cada show. “Cuando sos joven querés escapar de casa”, dijo. “Cuando madurás, empezás a preguntarte de qué querías escapar, y tratar de entenderlo.” Encerrado en su casa, mirando televisión y lidiando con un desorden obsesivo-compulsivo que lo empujaba a limpiar las habitaciones varias veces por día, tuvo que enfrentarse con el pasado. Y escribió en este tema: “Ya no creo más en lo que creía/ Acciones patéticas por una causa sin valor/ Al principio, cuando estábamos ganando/ Cuando nuestras sonrisas eran genuinas”. Los fans volvieron a enarbolar la acusación de traición. Pero al principio, cuando estaban ganando, Nicky ya había dicho: “Somos la única banda que se reserva el derecho a contradecirse. Olvidemos la noción de contradicción cuando se habla de bandas. Todo el mundo se equivoca, todo el mundo te decepciona. No hay nada que traicionar”.
Track 20. Motown Junk
La primera canción del grupo: la que contenía todos los sueños y el agridulce cierre del disco, con tanto sabor a derrota. El sampler que abre dice: “Revolución, revolución...”, y adentro la canción comete el parricidio: “Me reí cuando mataron a Lennon”, escupe Bradfield. La consigna era destrozarlo todo. Ya no había nada que perder, ya todas las revoluciones habían fracasado. Pero hay una urgencia en la canción –un punk rock urgente influenciado por The Clash– que sugiere que los jovencitos que cantan no creen para nada en esa derrota que predican. Que tienen esperanza. El tema termina diciendo: “Vivimos en un infierno urbano/ Destruimos el rock’n’roll”.