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Domingo, 25 de abril de 2010

DVD > MALA NOCHE, LA PRIMERA PELICULA DE GUS VAN SANT

Amor a la mexicana

Basada en el libro Walt Curtis, un poeta beatnik tardío de Portland, en 1985 Gus Van Sant filmó Mala noche, una película sobre un triángulo amoroso entre dos inmigrantes ilegales mexicanos y un joven empleado norteamericano, en la que ya se despliega la sensibilidad y las obsesiones que lo convertirían en uno de los directores más significativos de los últimos 25 años. Pero además, esta suerte de Lado A de Mi mundo privado muestra una crudeza y una ternura juvenil que ha ido perdiendo y que su primera edición en dvd en Argentina recupera.

 Por Mariana Enriquez

Walt atiende una modesta licorería en una calle bastante brava de Portland, Oregon. Por la puerta de su negocio quieren entrar linyeras con su carrito de supermercado, borrachos varios y jovencitos mexicanos indocumentados, entre otros callejeros. Uno de esos chicos enloquece a Walt, que es pobre y atractivo, y usa un piloto rotoso que vuela tras de él cuando recorre las veredas húmedas bajo el cielo perpetuamente nublado del Pacífico Norte. El chico se llama Juancito-Johnny, y es como un Mick Jagger moreno. Puede tener 17 años, a lo mejor un poco menos, quizá más; imposible saberlo porque apenas habla unas palabras de inglés y acaba de cruzar la frontera de manera ilegal, así que no está exactamente dispuesto a contar detalles de su vida. Tiene un amigo que se llama Roberto que es un poco menos arisco. A Walt le gustan los dos. De Johnny está enamorado, pero Johnny es esquivo y no quiere acostarse con él; Roberto sí quiere, porque aunque Walt es apenas un empleado, después de todo es un gringo que cuenta con los lujos del techo y la comida, y Roberto está dispuesto a pagar el precio, que no es tan alto porque Walt es divertido, le presta el auto, rezonga sin violencia cuando lo penetra con demasiada violencia (“me duele el culo, creo que estaba usando su pija como un arma”, piensa al otro día mientras camina tras la “mala noche” con su amante mexicano), lo invita a su casa si se queda sin habitación para la noche y hasta lo cuida cuando está enfermo.

Este triángulo protagoniza Mala noche, la primera película de Gus Van Sant, que se hizo en 1985 por unos 25 mil dólares y en 16 mm, cinco años antes de que Gregg Arakki y Todd Haynes, entre otros, inauguraran el queer cinema de los años ‘90. En blanco y negro, con subtítulos en partes, y una banda de sonido que incluye rancheras, corridos, “Gracias a la vida” de Violeta Parra y hasta la muy argentina “Balderrama”, es la más gay de las películas de Van Sant: la única que tiene una escena de sexo explícito, la única que habla hacia adentro de la comunidad exponiendo contradicciones y explotaciones con gran simpleza y sin bajada de línea. Walt, el protagonista (interpretado por Tim Streeter, un actor muy carismático que jamás hizo otro película), no es un teórico queer: es un gay que se enamora de estos dos preciosos inmigrantes ilegales (Johnny interpretado por Doug Cooeyate y Roberto por Ray Monge) y que se cuestiona estar “comprándolos” pero al mismo tiempo se admite desbordante de deseo y desesperación, así que su conciencia culposa se evapora no bien ve los bucles y el torso delgado y firme de Johnny. Los jóvenes lo someten a pequeñas humillaciones, porque se saben usados y les molesta depender de Walt: le chocan el auto, le cortan la cara, lo vuelven un poco loco. Pero todo se resuelve en escenas de camaradería y risas –excepto cuando aparece la violencia, que es externa a la relación de los tres chicos y está relacionada con Migraciones y la policía–; Mala noche reflexiona sobre la clase, el género, las diferencias culturales pero no levanta el dedo ni se golpea el pecho: es un momento en las vidas de estos chicos que se necesitan, se usan y también se divierten.

Mala noche se vio en Argentina en funciones especiales, en ciclos, incluso por Canal 7; pero se editó por primera vez en DVD hace unas semanas. Y es una maravilla descubrir que ya están allí las obsesiones de Van Sant, menos estilizadas: esos cielos surcados por nubes a toda velocidad, los jóvenes hermosos, lejanos, deseados, las calles de Portland, las vidas marginales. Mala noche es la contraparte cruda de Mi mundo privado, otra película sobre taxi boys de Portland pero cuidada, literaria, con actores famosos en los protagónicos, la traición casi arltiana como recurso narrativo, citas a Shakespeare y música de The Pogues. Juntas casi forman un doble programa. Van Sant, desde entonces, se volvería cada vez más cuidadoso y refinado, pero en esta desprolija ópera prima asoman los elementos que lo convertirían en uno de los directores más importantes de los Estados Unidos. Incluso, en Mala noche, hay momentos de despreocupada ternura que sería fantástico ver recuperados en el cine tan hermoso y controlado del actual Van Sant.

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