Domingo, 23 de mayo de 2010 | Hoy
LOS TALENTOS, UNA HISTORIA DE INICIACIóN PARA LAS TABLAS
Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob son amigos de verdad, desde la adolescencia. Hace tiempo, desde un taller de dramaturgia dirigido por Javier Daulte que compartieron, tenían ganas de contar la historia de Lucas, Ignacio y Pedro, amigos también, los extraños adolescentes de Los talentos, chicos algo altivos que componen sonetos y se visten como adultos, pero se desarman cuando aparece una bella mujercita que los arranca de su precocidad y los deja con isabelinos endebles y sin saber qué hacer con las manos.
Por Mercedes Halfon
Dos chicos de esa edad en que la barba es una pelusa gris esperan la llegada de un tercer amigo, en su casa. Por alguna razón este tercer amigo es dueño o inquilino de un bello departamento estilo francés donde estos adolescentes pasan el rato, como si el exterior fuera apenas un espejismo insignificante. Tienen puesta camisa y pantalón de vestir, y entre las bocanadas de humo de sus pipas, y los sorbitos que dan a un vino caro, practican un sofisticado entretenimiento: escribir, alternadamente, los versos de un soneto en una pizarra. Pero no se trata de un relajado pasatiempo artístico, sino de un reto que juegan muy concentrados, y cronometran con un extraño aparatejo manual. La escena –que se inicia con un clavicordio de fondo– recuerda vagamente a Los excéntricos Tenenbaum de Wes Anderson; aunque estos chicos hablan de un modo que sólo podría ser contemporáneo y local:
“–Pará: tercetos. Ahora sí hay que definir una rima nueva.
–Definí vos, te toca a vos.
–¿Isabelino?
–Isabelino son tres cuartetos y un dístico, no hay tercetos.
–Y bueno, hacemos un cuarteto más y después el dístico.
–Ya no se puede, los tres cuartetos tienen que ser serventesios con rima independiente. Pensá, Lucas.
–Bueno, boludo.
–Aparte isabelino en castellano es una mierda. Poné la más clásica, la de Quevedo.”
¿Quiénes son los chicos de Los talentos? Uno podría preguntarse, ¿es posible encontrar otros así en la realidad? Difícil, por eso la obra se vuelve interesante. La rareza de estos casi niños con exceso de intelectualidad atrae. Es que si bien en los últimos años se han sucedido centenares de obras (y películas, y poemas, y bandas de rock) con adolescentes, obras que de algún modo llevaban sus problemáticas a escena, la forma en que Los talentos lo hace es radicalmente distinta. Los intentos de otras obras con jóvenes haciendo de más jóvenes aún pasaban por copiar la estética teen para así lograr un lenguaje teatral desaliñado o naïf. Querían, por así decir, “robar” la tan requerida “onda” de los adolescentes. En Los talentos sucede lo contrario porque sus protagonistas carecen de toda onda, deliberadamente abominan de prácticas adolescentes como ir a bailar, tener una forma moderna de vestirse, escuchar rock, etc. Los adolescentes de Los talentos, sin ser unos freaks o unos nerds desembozados, nos meten de lleno en un nudo emocional mucho más tierno. La compleja, inhibida y estrafalaria edad en que las amistades son pura dependencia y dominación, cuando el nacimiento de una inclinación artística puede ser tortuoso en su absoluta incomprensión, y cuando tener grandes ideas es inviable en la práctica; porque todavía no se sabe cómo lidiar con todo eso, porque todavía los varones tienen esa pelusa gris, y porque en cualquier situación de sociabilidad sólo pensarán en cómo pararse y qué hacer con las manos.
Para contar la historia de Lucas, Ignacio y Pedro, Los talentos inventa una estética propia con un lenguaje teatral erudito. Es una obra de texto, a pesar de las increíblemente livianas y verdaderas actuaciones de Julián Larquier, Julián Tello y Pablo Sigal. La dramaturgia a cargo de Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob construye esa intensa relación. Es un dúo que, aunque se conoce desde –justamente– la adolescencia, debuta en codirigir una pieza. Mendilaharzu fue el balsero de Historias extraordinarias, y es un asiduo coequiper de Mariano Llinás. Jakob un actor que ha transitado en muchísimas obras del off, y en cine, también en Historias extraordinarias. Juntos fueron hace diez años a un taller de dramaturgia con Javier Daulte, donde Mendilaharzu comenzó esta historia. El material luego fue abandonado. El cuenta: “El problema era que en ese entonces todavía me parecía demasiado a esos personajes, y me resultaba imposible volverlos material para una dramaturgia. Podía hacerlos hablar, estar ahí, ser graciosos, pero no someterlos a un plan, a una narración. Me acuerdo que Daulte me dijo que tenía que abandonar ese material y que en algún momento, cuando pudiera escribirlo, lo iba a retomar”. Así fue. Y tal vez porque la obra trata tanto acerca de la amistad, decidió retomarlo junto a Walter Jakob, amigo suyo de toda la vida, y testigo de la gestación de ese mundito de varones literatos.
Lucas, Ignacio y Pedro hacen sonetos y miles de planes más. Inesperadamente llega la hermana de este último –la hermosa Carolina Martín Ferro– y su delicado castillo de conocimientos comienza a temblar. Es que su cofradía sólo es posible a espaldas del afuera. Como un mundo hecho de vapor que apenas se abra la puerta de calle se disipará.
Los talentos es una obra de teatro de iniciación. Hay películas de iniciación y novelas de iniciación, pero historias teatrales, no tantas. Tal vez porque la condensación del tiempo que el teatro necesita –por lo menos el contemporáneo– impide ese descubrimiento o paso a la adultez que se lleva a cabo a partir de innumerables peripecias. Dice Walter Jakob: “Muchas veces con Agustín nos sentimos tentados de imaginar que al final de la obra, cuando Lucas enjuga sus lágrimas, va hacia su cuaderno y toma notas para completar su poema, nace al mundo de la poesía. Pero esta idea quizá sea un poco romántica, quizá sea como decir: ahora que tiene una herida, una primera gran decepción, está preparado para convertirse en un artista. También creemos que la imagen final es la que mejor explica cómo fue escrita esta obra: Lucas escribiendo e Ignacio haciendo brainstorming para estimularlo”. En Los talentos entonces, la peripecia no es tanto la de los reveses del amor, sino la de la química de la amistad. De ahí parecieran nacer todas las historias.
Los talentos se puede ver los sábados a las 23.15, y los domingos de mayo a las 17.30, en Elkafka Espacio Teatral. Lambaré 866. Reservas 4862-5439. Entrada $40.
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