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Domingo, 16 de febrero de 2003

FOTOGRAFíA

Pasión (y depresión) argentina

Apoyada en una convocatoria de más de 35 artistas, Ansia y devoción reúne obras de las más diversas –óleos, fotografías, instalaciones, intervenciones urbanas– que exploran los dos grandes ejes que han atravesado la Argentina de los últimos años: las transformaciones sociales y económicas y la hegemonía de la mitología popular y futbolera en el devocionario colectivo.

 Por Laura Isola

“Cuando pienso en las imbecilidades que realmente uno oyó repetir durante décadas y que incluso tímidamente repitió o no refutó acerca de la relación entre el arte y la política...”, enfatizaba Rodolfo Walsh en un reportaje que le brindaba a Ricardo Piglia en la década del setenta. Y continuaba diciendo: “Pensar que aquí hasta hace poco hubo quien sostenía que el arte y la política no tenía nada que ver, que no podía existir un arte en función de la política, una cosa que formaba una vez más parte de ese inconsciente en la medida en que las estructuras sociales funcionan también como inconscientes; es parte de ese juego destinado a quitarle toda peligrosidad al arte, toda acción sobre la vida, toda influencia real y directa sobre el momento. No concibo hoy el arte sino está relacionado directamente con la política, con la situación del momento que se vive en un país dado, si no está eso, para mí le falta algo para poder ser arte”. Vincular este exasperado y contundente comentario del escritor argentino con la reciente inauguración de la muestra Imágenes del presente. Ansia y devoción, curada por Rodrigo Alonso, no es un capricho. De alguna manera en la selección de artistas y obras que Alonso realizó para dar su versión de las imágenes actuales está presente una larga tradición que discute las vinculaciones entre el arte y la política. En el caso de Walsh, aunque suene radicalmente extremo en su concepción, también deja entrever el mismo debate que no se resuelve en la mera formulación de la dicotomía entre forma o contenido. Porque desde la poco feliz expresión de Jean-Paul Sartre cuando afirmó: “He visto morir de hambre a unos niños. Frente a un niño que se muere, La náusea es algo sin valor”, y la polvareda que levantó en una polémica chispeante (ver “Los otros contra Sartre”, en Entre Sartre y Camus, de Mario Vargas Llosa), hasta reflexiones más apropiadas sobre cómo debe dar cuenta el arte del momento que le corresponde, los nexos entre arte, política y sociedad han sido y, parece seguirán siendo, más que interesantes, sobre todo si se los hace formar parte activa del quehacer artístico. En el texto que Alonso escribió a propósito del proyecto se explica la interpretación de estas imágenes: “Una de las hipótesis de Ansia y devoción es que los artistas no reaccionan a la crisis que desemboca en los sucesos de diciembre del 2001 sino que acompañan con su reflexión, encarnada en obras, el proceso en el que se van gestando algunas de sus causas, en parte por un interés propio, pero también, porque las condiciones del campo artístico propiciaban tal aproximación”.
La muestra que se exhibe en la Fundación Proa es apabullante. No tanto por la novedad, ya que las obras que la integran han sido expuestas en otras ocasiones, sino porque la reunión para este proyecto dimensiona su capital simbólico. Divididas en dos grandes grupos, las obras elegidas se enmarcan, unas bajo el sentido de la palabra ansia y otras bajo el de devoción y recorren dos itinerarios parejos. Las primeras dan cuenta a su manera de los procesos de transformación socioculturales, como la desaparición de la industria nacional, las migraciones, la pérdida del espacio público y la descomposición institucional. En el segundo grupo, la devoción es el paraguas para pensar un conjunto de obras que “reflexionan sobre la instauración o la intensificación de los mitos populares y las formas de la pasión colectiva”. Aquí es bueno notar que ninguno de los dos términos, aunque fuertemente connotados en otros sentidos, no forman parte del campo semántico de la política ni de las ciencias sociales. Esta elección rubrica una tarea que, también, exhibe inteligencia y originalidad.
En cuanto al significado de la palabra ansia, en este contexto se la define en su acepción de congoja o fatiga que causa inquietud o agitación violenta. En el amplio y heterodoxo espectro de los materiales de las obras que funcionan en este ámbito se destacan los óleos de la notable pintora Magdalena Jitrik, que recupera una expresión y casi se podríadecir que una moral en los rostros de la Serie Socialista; la impresión sobre polivinilo de Leonel Luna sobre un Episodio de piquete en los bajíos de Barragán; la caja de La encomienda perfecta, de Pérez Armendáriz y la empresa virtual de Fernando Trigo; pasando por las fotografías, los afiches, los objetos y la performance De mierda, donde Alejandra Bocquel y Carina Ferrari forman, en vivo, frases con la expresión “de mierda” yuxtapuesta, sólo por mencionar algunos de los trabajos.
El devocionario argentino, parecen decir algunos artistas, se reparte entre la religión y el fútbol. En las cajas de madera con los pedidos de ayuda que reparten los niños en los medios de transporte públicos de Horacio Zabala aparecen los iconos religiosos y la evidencia de la pobreza y la marginalidad. También en las fotografías de Martín Weber sobre el Gauchito Gil aparece otro de los costados de la veneración, que funcionan de manera complementaria con las de Cavinato sobre las manifestaciones populares en San Cayetano, donde el fotógrafo cree ver una relación entre religión y política por los modos de ocupación del espacio público. Marcos López hace vestuarios y entrega una imagen que dista del imaginario del mismo deporte mediatizado: no hay cuerpos de musculatura perfecta, no hay sponsors ni periodistas deportivos pidiendo notas. Por su parte, Goldenstein sitúa a los jugadores en la cancha y de ahí su serie La Canchita, entre algunos de los tantos trabajos que integran la multitudinaria muestra.
Para volver a la discusión inicial que en caso de Walsh no implica de ningún modo el abandono del arte, como de alguna manera sugiere Sartre, esta colección de obras intenta suturar el abismo que alguna vez pensó al arte separado de la realidad, tanto en su esfera autónoma como en su acepción de “inútil”.

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