ENTREVISTAS.
Bailando en el Titanic
Revolucionó el rock de los ‘70 con Roxy Music. Después emprendió una carrera solista en la que no sólo cantó sus propias composiciones sino que se erigió como un gran intérprete de canciones viejas. Sus versiones tienden a ser insuperables. Y la imagen que ha construido a lo largo de 30 años es la de un dandy impenitente, frívolo y talentoso. Sin embargo, esta semana viene a tocar a Buenos Aires.
Por Hernán Ferreirós
Como líder de Roxy Music, Bryan Ferry fue una de las figuras más brillantes del rock inglés de los años ‘70. Sinatra surrealista, el frontman era al mismo tiempo crooner y un Elvis marciano, recién bajado de su nave espacial. Sólo Brian Eno –responsable de los “tratamientos sonoros” de los dos primeros discos del grupo–, con su aspecto de sirena travesti, podía competir con él –dicen las malas lenguas que por eso tuvo que irse de Roxy–. Tal como buena parte de los músicos que renovaron la música inglesa, Ferry fue alumno de una escuela de arte. Luego, a diferencia de casi todos, continuó sus estudios como discípulo del gran artista pop Richard Hamilton. Ferry aprendió muy bien las lecciones. En los primeros discos de Roxy Music, cruzó los intereses del arte pop –las celebridades, los productos de consumo masivo, lo camp– con la estética alucinada del glam-rock. Su carrera solista paralela a su rol como líder de Roxy fue el lugar donde dio rienda suelta a su gusto por la música americana. Con una imagen aún más sofisticada que en el grupo –aunque en los últimos años de la banda ambas se fusionaron–, desde These Foolish Things (1973) Ferry editó discos que alternaban covers de standars –la de Ferry suele ser la versión definitiva, o al menos la más imaginativa, de cada tema que elige– con composiciones propias. Su imagen fue el origen de la sofisticación de los new romantics, que nunca llegaron a ser más que un pálido reflejo de su elegancia. Tras la separación de Roxy, y ya purgado el elemento kitsch de sus canciones, su carrera solista fue la continuación perfecta del sendero abierto por el insuperable último disco de la banda, Avalon (1982). Si uno viviera como James Bond, no debería escuchar otra cosa que Boys and Girls (1985) y Bete Noire (1987). Luego de algunos discos anodinos a principios de los ‘90, Ferry regresó con dos proyectos sensacionales: el excelente As Time Goes By (1999), en el que grabó versiones de grandes canciones de los años ‘30 y ‘40, y Frantic (2002), su último disco, una especie de back-to-basics en el que vuelve a sonar casi tan rockero como en los ‘70, aunque con la experiencia de tres décadas de carrera encima –y sin un gramo de hastío. El disco es extraordinario, además, porque contiene su primera composición junto a Brian Eno; es su colaboración más cercana desde Roxy Music y permite fantasear con cómo hubiera sonado el grupo de haber seguido juntos. Este es el disco que, junto con una banda de once músicos, presentará este martes en Buenos Aires. Ninguna excusa, salvo que la casa de alquiler se haya quedado sin smokings, es válida para no estar allí.
Frantic es su disco más rockero desde los años ‘70. ¿Por qué decidió alejarse de la hipersofisticación de álbumes anteriores?
–Cuando empecé a trabajar en este álbum, decidí que quería hacer algo que fuera muy distinto del disco de canciones de los años ‘30 (As Time Goes By) que acababa de grabar. Ese álbum tenía montones de arreglos de cuerdas, de vientos. Esta vez intenté hacer un disco más orgánico, más cercano al rock & roll básico. Fue muy interesante trabajar en este proyecto. Casi todos los tracks que grabamos fueron tocados en vivo con la banda completa en el estudio. Este es un proceso muy distinto a mi manera habitual de trabajar. Pienso que funcionó, que logramos una aproximación mucho más directa a la canción.
Tal como su debut solista, este disco comienza con un cover de Bob Dylan (“It’s All Over Now, Baby Blue”). ¿Qué es lo que más lo atrae de sus canciones?
–Soy un gran admirador de su trabajo, especialmente los primeros discos. Sus canciones tienen letras maravillosas, conjuran imágenes muy fuertes. Como a todo cantante, me gusta interpretar canciones cuyas palabras me atrapen. Creo que sus canciones envejecieron muy bien, aún suenan actuales. Siento un gran afecto por la obra de Dylan y considero que, en este caso, las dos canciones que elegí contribuyeron al tono de lo que yo estaba intentando lograr: un disco con un sonido más crudo y básico.
¿Alguna vez se encontró con él?
–No, nunca lo conocí personalmente. Pero (el ex Eurythmic) Dave Stewart, que colaboró conmigo en algunas de las canciones de este álbum, trabajó con Dylan y lo conoce muy bien. Estoy seguro de que es alguien muy agradable. Eso es lo que me dice Dave, al menos.
Como siempre, el nuevo disco está cargado de referencias a la cultura popular. Ahora que usted mismo es un icono pop, ¿continúa sintiendo la misma fascinación por las estrellas y el cine?
–Sí, claro. Siempre fui un gran fanático del cine, todavía lo soy. Especialmente de las películas clásicas. El cine viejo me gusta mucho más. Supongo que se debe a que esas películas tenían diálogos excelentes, y desde el punto de vista visual, eran más hermosas: la puesta en escena tenía mucho más estilo, la fotografía era más bella. Uno de los tracks del disco está inspirado en El ciudadano (“San Simeon”). Otro, es un homenaje a Marilyn Monroe (“Goddess of love”).
Usted estudió con el artista pop Richard Hamilton. ¿Considera que estas elecciones son parte de su influencia sobre su música?
–Es posible. Marilyn Monroe es uno de los iconos de nuestra cultura y gente como Andy Warhol o el mismo Hamilton estaban fascinados por ella. Las celebridades y la fama son uno de los temas centrales del arte pop. Durante muchos años, Marilyn fue la mujer más glamorosa y famosa del mundo. Y obviamente proyecta una imagen muy fuerte que captó la atención de muchos artistas.
La ciencia-ficción fue central para el glam-rock. Su canción “Hiroshima” toma elementos del film Blade Runner y la literatura ciberpunk. ¿Es un lector de ciencia-ficción?
–Sí, siempre me gustó, sobre todo cuando era adolescente. Recientemente, lo que me más me interesó fueron las novelas de William Gibson; considero que es un escritor excelente. Cuando estaba escribiendo “Hiroshima” sus conceptos me vinieron a la mente. También Blade Runner, que es una película muy intensa. Intento correrme de la canción de amor tradicional e incorporar otros elementos, como referencias a la tecnología, que vuelven el resultado más interesante, al menos para mí.
¿Qué está leyendo actualmente?
–Me gustan las biografías. En este momento estoy leyendo una de Neil Young, que es un músico que siempre me gustó mucho. Es fascinante para mí leer sobre cómo hace otra gente del mundo de la música para llevar adelante sus vidas. Es un gran escape.
Muchas veces hizo referencia a que nació el mismo día que T.S. Eliot, ¿hay alguna influencia de sus poemas en sus letras?
–Espero que sí. Algunas veces uno encuentra artistas, escritores o músicos que lo tocan de cerca y se siente identificado con todo lo que hacen. Algunas personas consideran que Eliot es un poco arduo; yo creo que sus poemas son maravillosos y que invocan imágenes sobrecogedoras. Me encanta La Tierra Baldía. Siempre que necesito poesía vuelvo a Eliot.
Aunque usted y su música son distintivamente ingleses, cuando versiona canciones son casi siempre de autores norteamericanos. ¿Prefiere la música norteamericana?
–Creo que sí, sobre todo porque siempre fui un gran fan del jazz y el rhythm & blues. La primera música que escuché seriamente en mi vida fue el blues norteamericano. Laidbelly (de quien Ferry hace “Goodbye Irene” en este disco) fue uno de los héroes de mi adolescencia. Muchas veces pensé en hacer un álbum de roots blues, pero me encanta ese estilo de música tan simple. De chico, toda mi educación musical fue norteamericana: escuchaba jazz, R&B. Cuando llegaron los Beatles, eso cambió un poco. La música inglesa se volvió interesante, empezaron a aparecer ideas novedosas. Creo que soy afortunado porque me interesan muchos tipos de música distintos. Pero sobre todo, me cautiva la calidad de la escritura de una canción.
A pesar de su interés por la música negra, y de que declaró que Dr. Dre es uno de sus artistas favoritos, su música parece haber dado la espalda al hip hop y a los cambios que el hip hop produjo en la música actual...
–El hip hop es un mundo aparte. Ingresar a él es entrar al mundo del sampling y la programación. Productores como Dr. Dre y Timbaland son insuperables en lo que hacen. Creo que sería fantástico trabajar con ellos. Pero no conozco a nadie en Inglaterra que esté siquiera cerca de su nivel. Inglaterra parece ser mejor produciendo grupos de guitarras y, muy ocasionalmente, algún grupo pop que suena bien. Hay un grupo de chicas llamado Sugababes que hicieron un disco pop el año pasado que me gustó mucho.
Aunque Brian Eno colaboró con usted en Mamouna (1994), este disco es su colaboración más cercana desde que Eno se alejó de Roxy Music, ¿cómo fue el reencuentro?
–Como usted dice, hace mucho tiempo que estamos en contacto. Brian es alguien maravilloso para tener como colaborador, una persona repleta de ideas. Pasé un gran momento trabajando con él en las canciones que hicimos juntos en este disco. Me gustaría volver pronto a entrar con él a un estudio.
¿Por qué se fue él de Roxy?
–Se fue en 1973, después del disco For Your Pleasure. Su partida se debió a los típicos conflictos que la gente tiene cuando trabaja muy de cerca en un grupo. Fue una situación típica de conflicto de intereses en la que una persona quiere hacer una cosa y la otra, algo completamente distinto. Para mí era sólo cuestión de tiempo que Brian empezara a volcar sus conceptos en sus propios discos. Y no le va nada mal haciéndolo. Yo seguí con Roxy por otros ocho años y luego no volví a hacer nada con la banda hasta hace poco, cuando hicimos el tour de regreso.
¿Y por qué Eno no fue parte de esa gira de regreso?
–Teníamos esa posición cubierta por mi violinista (Lucy Wilkins), que además toca el sintetizador. Ella viene en este tour y estará en Buenos Aires. En la gira de Roxy Music, ella ocupaba el rol de Eddie Jobson y también el de Brian Eno. En Roxy, Brian sólo tocaba el sintetizador. Eddie, que ocupó su lugar, tocaba el violín y el sintetizador. Yo sentí que sería mejor tener a alguien que pudiera hacer las dos cosas. Además, a Brian no le gusta salir de gira. Es un animal de estudio.
En Bete Noire (1987) usted grabó junto al Sexteto Mayor, ¿le gusta el tango?
–Sí. Ahora que voy a Buenos Aires me gustaría tener el tiempo para ver un espectáculo de tango. Me gusta mucho el tango, me gusta que sea algo muy apasionado y, al mismo tiempo, muy estilizado. Es una combinación rara y tiene una imagen extraordinaria. Y es muy popular en todo el mundo. La gente de todos lados tiene interés en verlo. Yo vi Tango Argentino, por ejemplo. Y también varias veces al Sexteto Mayor, aun antes de invitarlos a tocar conmigo.
¿Cómo entró en contacto con ellos?
–Fue en Los Angeles. Yo los había visto en Nueva York. Cuando estaba en medio de las sesiones de grabación de Bete Noire descubrí que estaban tocando en un teatro y fui a verlos e invitarlos a grabar en el disco. Trabajar con ellos fue una experiencia extraordinaria. Son músicos excelentes, tocan con una gran vitalidad y muchísimo sentimiento.
Usted suele realizar muchos covers, ¿cuál es su opinión acerca de los covers de otros de sus canciones?
–No hubo muchos buenos. Creo que no tuve mucha suerte en ese aspecto. Tal vez mis canciones sean muy idiosincráticas. Grace Jones hizo un buen cover de “Love is the drug”, pero fue hace mucho tiempo. Sería fantástico que alguien hiciera una gran versión de una de mis canciones, pero todavía estoy esperando.
¿Qué canciones que nunca haya versionado le gustaría cantar? –¡Hay tantas! Todavía hay montones de canciones de los años ‘30 que me gustaría hacer. También hay un montón de canciones de Bob Dylan que podría versionar. O de Neil Young. Me gusta mucho una canción de Shania Twain, “You’re still the one”. Esa sería una muy buena canción para cantar.
Usted dijo que coleccionaba guitarristas. En efecto, trabajó con guitarristas legendarios, desde Phil Manzanera y Chris Spedding –que viene a Buenos Aires– a Johnny Marr (The Smiths). En su último disco hay nueve guitarristas distintos –incluido Jhonny Greenwood, de Radiohead–, ¿por qué son tan importantes para usted?
–Bueno, la guitarra es el principal instrumento del rock. Y yo no puedo tocarla realmente, mi instrumento es el piano. Por eso, siempre traté de rodearme de buenos guitarristas. Tuve mucha suerte al conocer a Phil Manzanera, que es alguien muy interesado en experimentar con su instrumento. Por el mismo motivo, fue muy estimulante trabajar con Johnny Greenwood, que tiene una aproximación similar a Phil a la guitarra. En el tour están Chris Spedding y Mike Green, dos de los mejores guitarristas de Inglaterra. Ellos son la espina dorsal de mi banda. Es toda una experiencia estar en el escenario con músicos tan poderosos.
Usted es una de las presencias más sofisticadas del rock, ¿no teme que una imagen tan atildada llegue a convertirse con el paso del tiempo en una autoparodia?
–Espero que no. Trato de hacer aquello que me gusta y que me hace sentir bien en cada momento. También considero que siempre busqué ampliar mi campo de intereses a fin de mantener la actualidad de mi trabajo. Además de escribir mis canciones, puedo arreglar las de otras personas. Creo que eso hizo mi carrera mucho más interesante, especialmente para mí. Cada vez que estoy por grabar un disco me pregunto: “¿Qué puedo hacer que no haya intentado antes, o cuáles de las cosas que hice antes puedo llevar un poco más lejos?”. Siempre hay algo nuevo para hacer. Voy a empezar a trabajar en mi nuevo disco en abril. No tengo una idea previa de qué es lo que quiero, porque lo que más interesa es intentar captar algo del espíritu del momento. Intento ser leal a lo que siento. Es lo que hice siempre y lo que voy a seguir haciendo.