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Domingo, 25 de julio de 2010

DVD > LA NUEVA PELíCULA DEL SUCESOR DE ED WOOD

Yo, el peor de todos

El estreno directo a DVD de Far Cry es una excusa para repasar la particular historia de su director, el excéntrico alemán Uwe Boll, considerado el peor realizador de todos los tiempos, especialista en adaptar videojuegos (y arruinarlos), rescatar estrellas extinguidas, e incluso desafiar a sus críticos a pelear mano a mano en un ring de boxeo.

 Por JAVIER ALCACER

A principios del milenio, Sega sufría el fracaso de la consola Dreamcast, su gran apuesta al futuro del videojuego. En plena crisis, que terminaría con la retirada del ex gigante del mercado de las consolas, se tomó la decisión de venderle los derechos cinematográficos de su saga House of The Dead a un tal Uwe Boll, un director y productor alemán nacido en 1965 y doctorado en Literatura por la Universidad de Siegen, quien contaba con una trayectoria a base de películas directo a video en su país y también en EE.UU. Es difícil imaginar que en aquel contexto los ejecutivos de Sega se hayan tomado la molestia de revisar la filmografía de Boll. Después de todo, House of the Dead era uno de esos juegos en los cuales uno sostenía una pistola de plástico y apuntaba a una pantalla en la cual desfilaban zombis de todos los tamaños, colores y formas a los cuales uno tenía que disparar, todo bajo un argumento tan rudimentario como conveniente para agilizar tal empresa. ¿Qué podía salir mal? Antes de su estreno, el director definió a La casa del espanto (título bajo el cual se estrenó en el país la película) como “una especie de Apocalipsis Now! con zombis”. Si hasta entonces las adaptaciones de videojuegos habían acostumbrado a esperar malas películas, pero con cierto nivel de producción, La casa del espanto lo cambió todo: a su lado, Super Mario Bros., la primera película basada en un videojuego, era El ciudadano. “Para expresar lo increíblemente pésima que es esta ‘película de miedo’, uno debería recurrir a lo que los científicos llaman la Estupidez Absoluta, un estado que hasta ahora se pensaba que sólo existía en laboratorios especialmente acondicionados o en los más altos niveles del gobierno”, dijo Entertainment Weekly. El rechazo de los críticos fue superado solamente por el de los fanáticos del cine fantástico. Sin aquel odio, la película y Boll se hubiesen perdido en el limbo de la indiferencia que les espera a los bodrios que depara regularmente la industria. Pero pronto Boll anunció que llevaría al cine Alone in the Dark, una saga clásica de juegos de terror para computadora. Protagonizada por dos estrellas fugaces como Tara Reid y Stephen Dorff y una ya apagada como Christian Slater, a la película le fue todavía peor en cuanto a críticas y taquilla. Nadie podía explicar como hacía Boll para filmar, ni tampoco cómo había hecho para conseguir inversores. El misterio quedó resuelto por el propio director: las leyes alemanas les devolvían a los productores el ciento por ciento de la inversión, la cual se anotaba como una deducción de impuestos, les permitían acceder a préstamos sin intereses y, finalmente, sólo tenían que pagar por las ganancias que generaba la película. Es decir, mientras menor era la ganancia que tenían sus películas, mayor era la de Boll y su productora Boll KG. Lo curioso es que el objetivo de la medida era incentivar una industria del entretenimiento nacional, cosa con la que Boll cumplía: sus películas eran producidas, financiadas y dirigidas por una empresa alemana. Boll seguía filmando, y no sólo adaptaciones sino también proyectos más personales (“con mensaje”, según dijo) como Darfur y Stoic.

Pronto siguieron Bloodrayne y En nombre del rey. La primera adaptaba un videojuego de vampiros y tuvo un presupuesto de 25 millones de dólares y fue protagonizada por Kristanna Loken, Michael Madsen, Ben Kingsley, Udo Kier, Billy Zane y Meat Loaf. Según la guionista Guinevere Turner (la misma de Psicópata americano), Boll la había llamado a su casa y le había pedido a los gritos que le mande cuanto antes el guión. Ante la presión, Turner lo escribió a las apuradas y se lo envió, esperando que él la llamase para corregirlo. Eso nunca pasaría: Boll le dijo que le había encantado y que iban a empezar a producirlo al día siguiente. Turner no podía creerlo. Con la película terminada, uno de los productores la llamó antes del estreno para avisarle que Uwe se había tomado algunas libertades con el texto y que durante el rodaje había dejado improvisar a los actores, que no se preocupara. “Cuando la vi, no podía creerlo. Esa noche en el Mann Chinese Theater, yo era la única persona que reía a carcajadas.” Recaudó apenas 3 millones, pero eso no impidió que Boll dirigiera dos secuelas algún tiempo después. Mientras tanto se multiplicaban los sitios anti-Boll, las campañas para boicotear sus películas y las peticiones para que dejase de filmar.

En nombre del rey, la adaptación del juego de fantasy medieval Dungeon Siege, fue su proyecto más ambicioso: una película épica, de 60 millones de dólares, con ínfulas de trilogía y la presencia de Jason Statham, Ray Liotta, Burt Reynolds, Ron Perlman y Claire Forlani. No llegó a recaudar ni la mitad de su presupuesto. En 2005, la ley en la que se amparaba para producir fue modificada y Boll tuvo que buscar nuevos métodos para seguir filmando. Aprovechó lo que tenía más cerca, es decir, su reputación como el peor director de todos los tiempos, una especie de Ed Wood teutón mezclado con villano de Titanes en el ring. Boll desafió a todos los críticos que habían escrito en contra suyo en los últimos años a enfrentarlo en una pelea de boxeo. En la gira, convenientemente llamada “Raging Boll”, el director viajó por el mundo y ganó las cinco peleas que tuvo contra sus críticos; los videos están disponibles en YouTube y evidencian que el director se tomó muy en serio las peleas. Uno de los críticos a los que Boll derrotó en el ring escribió, después de hablar con él: “Está loco, es un tipo brutal y honesto, alguien que ama el cine, conoce su historia y verdaderamente vive para lo que hace”. Su siguiente película fue Postal, adaptación de un videojuego bastante polémico en el que, por ejemplo, una de las opciones del jugador es rociar de nafta a un peatón y después prenderle fuego; Boll no quiso quedarse atrás e incluyó escenas en las que George W. Bush y Bin Laden corren de la mano por los jardines de la Casa Blanca; u otra en la que unos terroristas suicidas discuten sobre la cantidad de vírgenes que recibirán en el cielo antes de estrellar el avión contra una de las Torres Gemelas. Durante la publicidad de Postal, Boll aprovechó para anunciar que él era el único genio en el negocio del cine y atacar a Steven Spielberg y a Michael Bay, a quien desafió a una pelea “para ver quién es el mejor director”. Aunque su última película, Far Cry (se edita este mes en DVD), ya no tiene la necesidad de ser tediosa para generar rédito, Boll pareciera no poder evitar que sus películas sean un desastre. A este paso es probable que no tarde mucho en romper su propio record de cinco películas entre las peores calificadas de IMDB, la más importante guía de cine de Internet.

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Colmillos de plástico: a la izquierda, la protagonista de Bloodrayne. En las burbujas, extendiendo el dedo medio, el mismísimo Uwe Boll.
 
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