Domingo, 16 de enero de 2011 | Hoy
MúSICA > POR FIN SE EDITA AFROCUBISM, CON MúSICOS DE CUBA Y MALI
Hace 14 años, la industria musical recibió un éxito inesperado: Buena Vista Social Club, el disco grabado por Ry Cooder con olvidados artistas cubanos, que conquistó el mundo y le cambió el sentido a la expresión world music. Pero la historia es más complicada. Producido por el británico Nick Gold, en realidad Buena Vista Social Club es el disco que se hizo porque no pudo hacerse el que estaba planeado: una grabación con músicos cubanos y de Mali, el país africano que tiene una riquísima tradición musical. Por problemas burocráticos, los africanos nunca llegaron a La Habana. El disco conjunto recién se pudo hacer ahora: se llama Afrocubism y cierra por fin la historia.
Por Martín Pérez
Primero sonó la guitarra del cubano Elíades Ochoa, iniciando el clásico ritmo circular de la guajira, acompañada por el bajo de José Angel Martínez y la percusión de Jorge Maturell, integrantes de su grupo, el Cuarteto Patria. Enseguida encontró un lugar dentro de ese ritmo el sonido del ngoni, un antecesor del banjo, a cargo del maestro maliense Bassekou Kouyate. Luego Ochoa cantó en castellano los primeros versos originales del tema, se escuchó el primer solo del balafon –una suerte de marimba– de Lassana Diabaté y Kasse Mady Diabaté respondió con una estrofa en su idioma. En aquella jornada de grabación de fines del 2008, el productor británico Nick Gold asegura que sintió un escalofrío que le atravesó todo el cuerpo. Porque después de doce años de espera, finalmente músicos de Cuba y de Mali estaban reunidos en un mismo estudio de grabación, tal como lo había imaginado antes de viajar por primera vez a La Habana, con dos proyectos por delante. Según cuenta la leyenda, uno se realizó tal como estaba planeado. Pero fue el otro, el que nunca llegó a buen término, el que justamente abrió la puerta para un fenómeno llamado Buena Vista Social Club, que nunca se planeó, sino que simplemente sucedió.
Pese a que aquel éxito –que cambió para siempre su vida, el destino de su sello World Circuit, la carrera de los músicos involucrados en la grabación y también el concepto de world music dentro de la industria discográfica– lo mantuvo ocupado durante más de una década, Gold asegura que jamás se olvidó del disco que nunca se concretó. La mejor prueba es que el primer tema intentado en esa jornada inicial de una semana de grabación en los estudios Sonoland de Madrid fue la guajira “Al vaivén de mi carreta”, que originalmente formaba parte de aquel proyecto fallido. “Es un tema muy especial para mí, porque formaba parte de la primera grabación de música cubana que llegó a mis manos”, asegura el productor británico, refiriéndose a una de las últimas grabaciones del autor del tema, el mítico Ñico Saquito, también conocido como El Guarachero de Oriente o Compay Gato, que terminó su carrera cantando en La Bodeguita del Medio. Gold editó finalmente aquella cinta –en la que participa un joven Elíades Ochoa– en su sello, como homenaje al fallecimiento de su autor en 1982, bajo el título de Goodbye Mr. Cat.
Antes de empezar a grabar en Madrid, según cuenta Gold, los músicos hicieron un pequeño ensayo y el cantante Kasse Mady Diabaté preguntó por el significado de los versos de la canción. Diabaté conocía el tema, pero siempre lo había cantado por fonética, ya que –como el resto de los músicos de Mali– no sabe hablar castellano. “Elíades se lo explicó, Kasse pensó por no más de cinco minutos, y ya tuvo lista su propia letra y línea melódica. Entonces fue Elíades el que preguntó qué era lo que cantaba Kasse. Pero esa fue la única explicación que hizo falta para grabar la versión”, relata Gold, que confiesa que su momento preferido del tema es cuando la guitarra eléctrica de Djimady Tounkara se cruza con la acústica de Elíades. “Ahí fue cuando cualquier duda que podía tener sobre el proyecto se evaporó”, confiesa el productor del flamante Afrocubism, un disco que, con su edición a fines del año pasado –y la subsiguiente minigira de presentación que llevó al grupo por España, Gran Bretaña y Nueva York–, finalmente completó una historia que había quedado inconclusa desde que Gold, junto a Ry Cooder y Elíades Ochoa, se enteraron de que los músicos de Mali que estaban esperando en La Habana jamás llegarían, y se pusieron a pensar cómo utilizar las horas de estudio que tenían reservadas.
Según el propio Nick Gold le contó a Radar en un párrafo inédito de una entrevista realizada una década atrás, la historia de lo que terminaría siendo Afrocubism comenzó durante una grabación londinense del grupo cubano Sierra Maestra, liderado por Juan de Marcos González. “Cuando estábamos trabajando en el estudio le pregunté si no podíamos hacer un tributo a la música de Arsenio Rodríguez. Así fue como nos dimos cuenta de que compartíamos gustos musicales y empezamos a hablar de otros músicos de esa misma época. Marcos me dijo que muchos aún estaban vivos, y me propuso que viajásemos a Cuba para hacer un proyecto con una gran banda inspirada en la música de los ’50. Así fue como salió el disco Afro-Cuban All Stars”, explicó. Pero como buen dueño de una compañía pequeña, Gold pensó que, ya que iban a viajar a La Habana, podían aprovechar el viaje para llevar a cabo otro proyecto. Como a Marcos le gustaba también la música de Mali que editaban en World Circuit, Gold recordó que había otra música cubana, la guajira, que venía de Santiago de Cuba, que era popular tanto en Mali como en Senegal. Así que imaginaron como algo muy natural intentar un proyecto que uniese músicos de uno y otro continente. “Estuvimos meses pensando en los músicos que íbamos a invitar a Cuba y buscando repertorio”, recordó entonces Gold, que a último momento también invitó a Ry Cooder (“Ya había tocado con Ali Farka Toure, que era de Mali, y yo por entonces no tenía mucha experiencia como productor”, explicó) a la cita en La Habana, y el resto de la historia terminó siendo bastante conocida.
Cuando hoy le preguntan por las razones por las cuales los músicos de Mali nunca llegaron a La Habana, Gold repite la única historia que sabe: que enviaron sus pasaportes por correo a la embajada cubana en Sri Lanka para el visado y nunca regresaron a tiempo a sus manos. Pero los periodistas británicos presentes a mediados del año pasado en el debut de Afrocubism en el festival La Mar de Músicas –que se realiza en la ciudad de Cartagena, cerca de Murcia, en la España mediterránea–, con acceso directo tanto a Gold como a los artistas africanos, se permitieron en sus crónicas poner un manto de dudas a la versión oficial y mencionaron la posibilidad de que los músicos simplemente decidieron evitarse el viaje ante la aparición de una oferta más lucrativa y mucho más cercana. Pero no menos probable es que, cuando se dieron cuenta del fenómeno mundial que se formó alrededor del disco del que no formaron parte, hayan lamentado la decisión durante el resto de su vida. “Cuando me enteré del éxito de Buena Vista Social Club tuve envidia y me dolió: yo debí haber estado ahí”, le confesó Kouyate al periodista Ben Sisario, del New York Times, cuando Afrocubism dio su recital en noviembre en el Town Hall. “Pero no había nada que pudiese hacer al respecto. Así que sólo puedo felicitar a Nick Gold, porque nunca abandonó el proyecto original.”
Lo que demoró tanto su concreción, según confiesa Gold, fue el éxito del disco que se grabó en vez de ése, que dio lugar a decenas de otros discos, protagonizados por cada uno de los músicos que terminaron formando parte del Buena Vista. “Es impresionante la cantidad de discos, y todos de estilos diferentes, que terminamos grabando a partir de un solo álbum”, se sorprendía el británico en aquella entrevista publicada en Radar. Aunque ninguno de los músicos llegó al punto de golpear su puerta exigiendo grabar aquel disco que no fue, Gold también cuenta ahora que cada vez que se cruzaba con ellos, la pregunta era siempre la misma: ¿cuándo vamos a hacer ese disco? “Para nosotros, cuando nos enteramos de que los músicos africanos no iban a llegar, aquella grabación fue un fracaso”, explicó recientemente Ochoa, que terminó participando del Buena Vista, tanto como guitarrista así como voz cantante del tema más representativo del disco, “Chan chan”. “Aún estoy esperando, después de todos estos años, encontrarme con esos africanos para hacer ese disco”, le confesó Ochoa al periodista escocés Jan Fairley, del periódico The Scotsman, en 2005, durante el Festival de la Trova de Santiago de Cuba, luego de pasar por el cementerio donde ya estaban enterrados Compay Segundo, Rubén González e Ibrahim Ferrer, a los que tres años después iría a hacerles compañía Cachaíto López.
La oportunidad de cumplir con la deuda llegó finalmente aquella semana de fines del 2008, cuando dos de los protagonistas de aquel encuentro fallido en La Habana coincidieron con su tiempo libre en una misma ciudad. “Cuando me enteré de que tanto Bassekou como Elíades tenían una semana libre al mismo tiempo en Madrid, pensé que era algo ideal, porque era territorio neutral”, le explicó Gold a Jan Fairley, que estuvo presente en el debut en La Mar de Músicas. Porque así nadie iba a sentir que tenía que liderar el proyecto, y la pequeña guerra de egos que Gold empezaba a sentir con cada año que pasaba sin concretarlo podía evitarse. “Con cada año que pasaba, tenía cada vez menos ganas de enfrentarme a eso. Pero cuando sucedió esta casualidad, pensé que tal vez era algo que tenía que suceder.” Así que decidió hacer viajar a Madrid al tercer músico que debió formar parte del proyecto original, Djelimady Tounkara, protagonista de la época en que Mali era presidida por el socialista Modibo Keita –y la música cubana era activamente promocionada en el país– tanto como de la resistencia posterior al golpe de Estado de 1968, que destruyó aquella cultura y prohibió los ritmos foráneos, encarnada en la mítica Rail Band de Bamako, que integraron también leyendas como Salif Kaita y Mory Kanté. “Con la Rail Band creamos algo nuevo, y yo formé parte de eso”, asegura Tounkara, que llegó a Madrid junto a Kassé Mady, Lassana y el consagrado Toumani Diabaté, el mago del kora, un instrumento africano que es una curiosa mezcla entre arpa y laúd.
Aunque la idea inicial era simplemente que los músicos se conocieran en el estudio, y dejar grabadas algunas ideas que deberían completar posteriormente tal vez en Bamako o en La Habana, cuenta Gold que todos se sorprendieron cuando en apenas una semana dejaron listo casi todo el disco. “Sólo le pedí previamente a cada músico que trajera algunos temas listos para compartir con los demás, pero nunca pensé que todo fluiría de manera tan sencilla”, confesó el británico, que asegura que el resultado final tiene más música de Mali que la idea original. Con “Al vaivén de mi carreta” oficiando de nuevo “Chan Chan”, Afrocubism es más un disco de Cuarteto Patria de Ochoa acompañando a varias estrellas de la música africana que un auténtico disco de mestizaje musical. “Lo que sucedió es que, como en Buena Vista Social Club éramos todos cubanos, nos conocíamos mucho, y todos sabíamos lo que el otro iba a hacer. Aquí, en cambio, hubo que trabajar bastante”, aseguró Ochoa. Pero la fluidez de aquel encuentro madrileño se termina notando en el disco, donde la magia de dos ricas culturas musicales cruzándose casi sin esfuerzo está ahí, a la vista, en todos los temas. “Sólo los puristas y los críticos tildan a esta clase de cruces como artificiales. Pero a los buenos músicos, en cambio, les gusta tocar con otros músicos”, asegura Gold, que no se ha puesto a pensar en lo que hubiese sucedido si los músicos africanos hubiesen llegado a La Habana aquella vez. “Es imposible decir lo que hubiese sucedido”, le aseguró al periodista Steve Hochman. “Pero creo que los músicos de Mali están más preparados ahora que lo que estaban entonces. Su experiencia ha crecido masivamente en los últimos 14 años. Y lo mismo sucedió con la mía. Así que tal vez estábamos más listos para hacerlo ahora.”
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