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Domingo, 31 de julio de 2011

> ADIóS A MIRTHA DEFILPO

El secreto de las sombras en los vidrios

 Por Mariano del Mazo

El uso de la primera persona en periodismo me parece impropio si es evitable; en muchos casos revela un narcisismo intolerable, al menos un corrimiento de eje. Aclarado el punto, con la disculpa del caso si cabe, avanzo. La noticia pasó casi inadvertida: murió la poeta Mirtha Defilpo. Era cordobesa y tuvo además un breve y significativo paso por la música de la mano de Litto Nebbia, su pareja por años. Publicó un inconseguible disco propio, Canción para perdedores, y libros de poemas como Después de Darwin, Malezas y Matices. Pero su gran obra, a mi juicio, fue el formidable aporte letrístico en discos de Nebbia.

Cada tanto me junto con algunos pocos amigos de mi barrio de infancia, Florida, en asados larguísimos en los que siempre terminamos hablando de lo mismo: de Luis Alberto Spinetta, de Franco Battiato, de Edmundo Rivero, de Chico Buarque y de Melopea, el disco cumbre de la vasta trayectoria de Nebbia, título que después utilizó para bautizar su quijotesco sello discográfico. Melopea es una maravilla, y mucho tienen que ver los textos oscuros, misteriosos, surrealistas y a la vez barrocos, siempre románticos, que rondan el desamor y la muerte. Nos hemos devanado los sesos analizando la belleza impecable de versos como “Cuidado, Julieta: estás acumulando sombras en los vidrios / de tu ventana sin cancel” y su desolador epílogo, “No sueñes, Julieta: el infortunio sube por tu trenza / y te despeinará / para enlutarte el corazón” (“La ventana sin cancel”, el “hit” del disco, por decirlo de una manera absurda). O: “El viajero me dijo / que la boca se rompe /si uno come palabras / Todo nuevo refugio/ es una antigua trampa” (“La lección del viajero”). O “Memento Mori (recuerda que debes morir)”, único tema cantado por la propia Defilpo y que ahora opera como una melancólica despedida: “Enredándome en las fugas /y sus largos cautiverios / va la muerte en el bolsillo / anticipando recuerdos. Torvo maestro de baile / que será mi carcelero / clausurando con su llave / la cerradura del pecho”.

Nebbia, en tanto, andaba inspiradísimo. En trío con Jorge González (contrabajo) y Néstor Astarita (batería) y las participaciones de Rodolfo Alchourrón (arreglos y dirección de cuerdas) y Rodolfo Mederos (bandoneón), se estaba empezando a alejar del rock por los caminos del nuevo tango (“Los lunes de la humanidad”) y a través de una manera folk y folklórica, entonces fresquita y psicodélica, que se advierte en “La lección del viajero” o en “Gloria y guitarra”.

Sobre el cierre de esta nota envío un mail a Nebbia. Y Nebbia responde, como siempre. “Por favor, no mutiles nada”, dice sobre el texto que adjunta.

Adjunto:

“Mientras duró nuestra relación sentimental, escribimos más de 60 canciones con Mirtha Defilpo. La mayoría están en los álbumes de casi mediados del ’70: Melopea, Fuera del cielo, El vendedor de promesas, Bazar de los milagros, entre otros. Hasta llegamos a grabar un disco a nombre de ambos, cantando ella, que fue publicado en México: Toda canción será plegaria. También produje su único disco solista, Canción para perdedores.

Toda esa etapa de composición la recuerdo con gran afecto. Era muy intrépido lo que hacíamos. Innovar el formato de la canción, y encima dentro del género rock, era muy duro para la época. Muchas veces sus letras fueron criticadas de intelectuales y herméticas. Sólo con el paso del tiempo comencé a encontrar gente que valora sus letras en la música. Mirtha era una poeta extraordinaria y su paso por la canción fue una situación placentera que se dio por el destino de encontrarnos. Desgraciadamente algunos libros, pequeñas ediciones con su poesía, no se encuentran fácilmente. Tampoco fue ella la clase de persona que andaba golpeando puertas para que la publicaran. Era orgullosa y talentosa.

Cuando surgió el álbum Melopea (1974), la idea era que fuera un disco con canciones bastante breves, donde no se repitiera ninguna música ni estrofa literaria. Era un tiempo donde yo estaba encantado con el término melopea, sin saber que venía del latín y que quería decir ‘componer música’. Al año siguiente nos metimos con Fuera del cielo (1975). Aquí a la inversa, desarrollamos las canciones con cuanta música y palabras queríamos. El disco sólo trae cinco canciones, debido a su extensión. Desde allí nos fuimos a una obra larga, que fue El vendedor de promesas (1977).

Cualquier mención que se realice para que se conozca su poesía, es un acto de nobleza y justicia.

Litto Nebbia, 27 de julio de 2011.”

Mirtha Defilpo tenía 66 años. “Muerte de rostro temprano que estragas mi soledad / Canto de cisne en la bruma / rompiente de la orfandad”, escribió cuando todo parecía lejano. Para cuando la muerte llegara Defilpo disponía de un consuelo o de una certeza. “Me ahorrará las preguntas con su respuesta final.” El momento llegó. Otro consuelo: sus versos seguirán siendo vindicados en noches de asados larguísimos, en Florida, como un secreto compartido, un canto de cisne en la bruma.

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