Dom 17.03.2013
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HUMOR A VELA

Tras una larga experiencia como director de arte de films de otros (como La antena y El último Elvis) y casi quince años después de su ópera prima como director (Hotel Room, 1998, codirigido a cuatro manos con el catalán Cesc Gay), Daniel Gimelberg acaba de estrenar su primera película como director solista, Antes. Protagonizada por Nahuel Viale, Guadalupe Docampo, Nahuel Pérez Biscayart, Verónica Llinás, Romina Richi y Carlos Portaluppi, Antes todavía puede verse en los cines Monumental (de la calle Lavalle), Hoyts Unicenter, Village Avellaneda y Pilar y Showcase Haedo.

› Por Daniel Gimelberg

Tengo con El joven Frankenstein una relación de larga data. Cuando era chico, mis viejos me llevaban de la mano al cine todos los sábados por la noche, en una salida que incluía una cena generalmente compuesta de pizza y coca en algunos de los restaurantes cercanos al cine. Es en uno de esos cines de barrio en los que por primera vez vi el poster de la película dirigida por quien un tiempo más tarde sería mi venerado y admirado Mel Brooks. Recuerdo muy bien mi decepción cuando mi viejo no accedió ni remotamente a que la viéramos. A él no le gustaban nada las “películas de terror” ni admitía que yo las viese. Eso sin contar con que yo tenía unos 6 o 7 años.

Así que no fue sino hasta algunos años más tarde que pude llegar a ver la que a partir de ese momento pasó a ser una de mis películas favoritas. La larga espera se debió a que en ese momento, unos años antes del VHS, las películas se veían en el cine, por la tele cuando las reponían, o no se veían. Y claro, ya para ese entonces sabía que no era una película de terror, sino una de las mejores comedias jamás filmadas. Supongo que la habré visto en VHS, ya no recuerdo.

El joven Frankenstein tiene muchas escenas memorables, prácticamente todas. La presentación del personaje de Gene Wilder en el aula, la presentación de Marty Feldman en la estación de tren, la presentación de Frau Blucher (Cloris Leachman) con los caballos relinchando, que se repite a lo largo de toda la película, y muchas más a partir de ahí.

Pero casi ninguna me hace reír tanto como la escena de la biblioteca. Cada vez que la veo, y ahora que la vuelvo a ver. Es una perfecta coreografía de a tres: Gene Wilder, Teri Garr y la misma biblioteca detrás de la cual se oculta la entrada al laboratorio del abuelo del personaje de Wilder, el laboratorio del barón Victor Frankenstein o Frankonsteen, como su nieto se empeña en que su apellido sea recordado.

El concepto es simple: el Dr. Frankonsteen (nieto) y su asistente Inga descubren una biblioteca empotrada en una pared que tiene un mecanismo secreto. Intentan abrirla. Siempre hay un aparato. Prueban sacando determinado libro y saltando hacia atrás por si acaso, pero nada sucede. El doctor le pide a Inga una vela para ver mejor mientras se pega a la biblioteca e intenta escuchar unos ruidos que vienen de atrás del mueble. Al sacar la vela se acciona el mecanismo y la biblioteca gira velozmente sobre su eje, llevándose a Gene Wilder al otro lado del muro. Del lado de Inga, quien todavía sostiene la vela en su mano, sólo queda una pared de madera. La biblioteca y el doctor han desaparecido. Inga, que no aparenta ser muy ingeniosa, no sabe qué hacer. Desde el otro lado, el doctor le ordena a su asistente pausadamente pero con firmeza que vuelva a poner la vela en el candelabro. Inga lo hace y la biblioteca vuelve a girar muy velozmente, pero sigue de largo y vuelve a quedar la pared de madera del lado de la habitación. Fugazmente pudimos ver pasar al doctor agarrado a la biblioteca con una expresión de pánico que sólo Gene Wilder puede hacer. Un instante más tarde, desde el otro lado de la entrada secreta, el doctor tiene otra idea que le vuelve a expresar cuidadosamente a Inga: mientras ella saca la vela, él intentará bloquear con su cuerpo la entrada.

En este momento hay un pequeño suspenso. Al igual que en las verdaderas películas de terror, cuando se produce un suspenso previo al grito, momento que se carga de tensión porque el espectador sabe lo que va a suceder, el grito surge como una descarga cuando la acción sucede. Acá sucede lo mismo con la carcajada. Un suspenso cómico.

Inga retira la vela, la biblioteca gira (cada vez más rápido) y el doctor pega una vuelta absurda para ponerse en la “mejor” posición para trabar la pesada trampa giratoria. Se mueve rápido, dando una vuelta con sus pies con cierta pericia. Pero no logra poner el cuerpo de lleno en medio de la biblioteca y la pared. Dejamos de verlo un instante antes de que la biblioteca haga impacto contra su cara a toda velocidad. Inga cierra los ojos. No vemos el impacto, pero por el ruido nos imaginamos un fuerte golpe. Y es ahí cuando la risa contenida deviene en carcajada. Inevitable. Y es siempre igual. Hasta ahora mismo, que tengo que parar de escribir para reírme con ganas. Y el remate viene, una vez más, por sonido, mientras vemos la expresión pasmada de Inga. Con una voz totalmente deteriorada y quebrada que nos hacen imaginar el golpe que recibió, el doctor le pide que no ponga la vela de vuelta. Ahora vemos su cara aplastada tras la biblioteca y la risa se prolonga. La orden es que ella empuje con todas sus fuerzas del otro lado de la biblioteca giratoria para liberar al doctor. Inga obedece, toma carrera y empuja. Logra dar vuelta el aparato, el doctor queda del lado de la habitación, pero ahora es Inga quien quedó del otro lado.

El remate y la circularidad de la escena cierran cuando Inga le pide con una entonación parecida a la de él... que ponga la vela de vuelta en el candelabro. Magistral.

El joven Frankenstein

(Young Frankenstein, Mel Brooks, 1974)

Con guión de Brooks (Nueva York, 1926) y de su protagonista Gene Wilder, Young Frankenstein fue una exitosa y afectuosa parodia del cine de terror clásico de la Universal que inició su ciclo en los ‘30 (con Bela Lugosi y Boris Karloff). La mayoría de las piezas del laboratorio que aparecen en el film son las mismas que fueron usadas en la película Frankenstein de 1931, de James Whale; diseñadas por Ken Strickfaden. Para reflejar más eficazmente la atmósfera de aquellas viejas películas, Brooks filmó en blanco y negro, una elección improbable ya para su época. Además de Wilder (como el Dr. Frederick Frankenstein), Peter Boyle (como la criatura) y Marty Feldman (como Igor), la coprotagonizaron Madeline Kahn (Elizabeth), Cloris Leachman (Frau Blücher), Teri Garr (Inga), Kenneth Mars, y Gene Hackman como un monje anacoreta ciego. En 2006 se la adaptó como musical en Broadway, igual que otro gran film de Brooks, The Producers (acá conocido como Con un fracaso millonario).

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