MúSICA >TOCA EN BUENOS AIRES GARY CLARK JR.
Hacía tiempo que el mundo no se rendía ante un guitarrista de blues y tuvo que ser la ciudad de Austin, Texas –de donde salió uno de los últimos bluseros venerados, Stevie Ray Vaughn–, la que finalmente produjo un artista que está pasando de ser una gran promesa a un auténtico fenómeno. Y, además, se trata de un guitarrista negro, a diferencia de Joe Bonamassa y John Mayer, los más recientes nombres exitosos del blues. Con su disco debut Blak & Blu, Gary Clark Jr., 28 años, apadrinado por Jimmie Vaughn y Eric Clapton, ya tocó para Obama y Leonardo Di Caprio; ya tocó con Mick Jagger, Alicia Keys, Buddy Guy y Eric Clapton y dentro de unas semanas tocará en Buenos Aires ese blues contaminado por la psicodelia de Hendrix y el soul que escuchó en su infancia texana.
› Por Sergio Marchi
Pese a sus orígenes, tan impuros, tan revueltos y cargados de misterios, el blues continúa siendo un estilo considerado poco menos que sagrado para sus cultores, y no muy interesante para aquellos que se mecen en la corriente de los éxitos de actualidad. Sin embargo, el blues es una de las tantas ramas que componen el mercado de la música, a punto tal que hoy en día tiene su propio ranking, ya escindido de lo que se llama rhythm & blues, su hijo dilecto, al que se lo asocia comercial –y equivocadamente– con la masa del hip-hop. Para clarificar: el blues es una fuerza minoritaria dentro del mercado de la música. Hasta que aparece alguien que amenaza con trascender sus fronteras y elevarse hacia la popularidad, un término que en marketing es denominado “crossover”. No es moneda corriente, pero sucede cada tanto. Los últimos grandes nombres que sacudieron los estratos del blues han sido blancos como Joe Bonamassa y John Mayer; el primero es muy rockero y el segundo ha devenido en artista pop: los dos pueden tocar los blues pero no los representan.
No es un fenómeno que tenga que ver con el color de piel: Stevie Ray Vaughan, el guitarrista texano considerado uno de los mejores alumnos de Hendrix, era blanco y reinó toda la década del 80, hasta su temprana muerte en 1990, a bordo de un helicóptero que se estrelló. Nadie se hubiera atrevido a decir que Vaughan no era un guitarrista de blues. Tampoco habría alma capaz de quitarle ese privilegio a Eric Clapton, inglés y rubio, quien hoy se vuelca un poco más al jazz, pero que ha reemplazado a B. B. King en el hecho de propulsar nuevas figuras del universo blusero. Por eso, no extraña a nadie que haya sido Mr. Clapton el eslabón obligado en el irresistible ascenso de Gary Clark Jr., el nuevo mesías del blues.
Hacía tiempo, quizá desde la edición de Strong Persuader de Robert Cray en 1987, que un guitarrista negro de blues no era tan mentado. Se podría pensar en una hábil campaña de promoción, pero estos recursos suelen guardarse más para artistas que venderán cifras millonarias que para un Gary Clark Jr., cuyo trabajo –en el mejor de los casos– podría ser un buen crossover. Además, esta clase de artistas se sostiene con su música o su talento, o simplemente se cae: un guitarrista de blues que toca mal, por más difusión que tenga, no es viable. Simplemente sería fagocitado por aquel que se supone debería ser su público de base.
Es aquí donde el caso de Gary Clark Jr. se pone interesante; los medios insisten en etiquetarlo como un guitarrista de blues, y una vez que el sector recalcitrante del blues escucha su música, escupe su anatema condenatorio: Gary Clark Jr. no es un guitarrista de blues. Y lo peor de todo... es que tienen razón. Blak and Blu, su álbum editado en octubre que desde entonces no deja la punta del ranking consagrado al blues, no es un disco solamente de blues. Su variedad estilística pulveriza en el acto cualquier pretensión de encasillamiento. Pero los bluseros desconocen esa realidad y lo califican de apóstata. “Si no tocás algo muy cuadrado –explica Gary Clark Jr.–, la Policía del Blues se puede poner un poquito pesada con vos. Los otros días alguien me comentaba que a la gente le gusta mantenerte donde te encontró. No tengo ningún problema con sacudir ese concepto.”
Si bien esa declaración del guitarrista puede parecer un poco arrogante, uno de los encantos de Gary Clark Jr. es ser muy respetuoso con los que lo precedieron. Y sabe que les rendirá mejores honores haciendo su propio camino que imitándolos nota por nota.
Blues local
Gary Clark Jr. es un auténtico producto de la cultura de la ciudad de Austin, Texas, cuya cantidad de lugares donde se toca música supera a cualquier otra ciudad de los Estados Unidos, con la excepción, tal vez (nunca se ha hecho un censo al respecto), de Nueva Orleans. El estilo más reconocido de la ciudad es el blues local, que tiene un sabor especial: Stevie Ray Vaughan y su hermano Jimmie Vaughan, fundador de The Fabulous Thunderbirds, son productos autóctonos al igual que Eric Johnson, Charlie Sexton y Doyle Bramhall II, entre otros músicos de blues. Pero Austin es un lugar de lo más diverso: Roky Ericksson, de 13th Floor Elevators, genial grupo de la psicodelia americana, también nació allí, al igual que Jimmie Dale Gilmore, Christopher Cross, Joe Ely y los Meat Puppets.
“Si uno camina por la calle sexta de Austin –señala Clark Jr.– va a escuchar bandas de pop, bandas de rock, reggae, soul, hip-hop y country. Yo simplemente absorbí todo eso.” La primera educación de Gary vino a través de sus padres, que poseían una increíble colección de discos de soul que incluían nombres como los de Marvin Gaye, Aretha Franklin y Al Green, para comenzar. Sin embargo, el pequeño se atrincheró detrás de dos títulos que son los que alimentaron su esencia y le enseñaron a tocar la guitarra: Texas Flood, álbum debut de Stevie Ray Vaughan, y The Ultimate Experience, un compilado de Jimi Hendrix. El trazado Hendrix-Vaughan es claro y preciso (blues de raíz con distorsión y psicodelia astral), pero no delimita el personal estilo de Gary Clark Jr., que también se ha formado con el soul, y por lo que se escucha en su disco, también con sus mejores derivados como Prince, tal vez algo de Lenny Kravitz, y mucho hip-hop. Gary Clark no rapea, pero su reputación actual lo ha llevado a contar con amigos que lo hacen por él, tal como Nas, que participa en un remix de “Bright Lights”, una hipnótica canción que fue la llave para destrabar la complicada cerradura de la industria de la música.
“Antes de que termine la noche, vas a conocer mi nombre”, canta Clark con convicción reforzada por sus impenetrables gafas negras. Es el día de su explosión pero todavía nadie sabe lo que sucederá. Jimmie Vaughan fue el integrante de la “Mafia de Austin”, que le puso un brazo en el hombro al jovencito de 14 años que lo conquistó, y cuando lo vio a punto de caramelo se lo recomendó a otro “padrino”, Eric Clapton, quien lo incluyó en la grilla del festival Crossroads en su tercera edición de 2010. Todavía es temprano en Chicago y Gary Clark Jr. se sube al escenario del Crossroads con otro padrino de Austin, una suerte de tutor puesto para reforzar sus filas y asegurar que en esa tarde todo salga bien: Doyle Bramhall II, mano izquierda de Clapton en su banda. El público es masivo, bien predispuesto, pero altamente especializado. Gary Clark Jr. arranca su set con “Bright Lights” en una larga y potente versión. La canción gusta, el público se deja llevar, pero el solo es el momento determinante; cuando Gary Clark termina el primero de dos, se encuentra envuelto en aplausos. Al culminar el segundo, todo el mundo coincide en que será una estrella y lo manifiesta mediante una ovación.
El éxito de aquella tarde avispó a los gerentes de repertorio de Warner, que, espoleados por Clapton, salieron al encuentro de Gary Clark Jr., lapicera en mano y contrato en portafolios. No fue solamente Clapton el que insufló entusiasmo sino el mismísimo Rob Cavallo, actual chairman de Warner Bros. Records (fue un productor de muchísimo éxito con Green Day y My Chemical Romance), que produjo en persona el debut de Clark Jr. para su compañía, junto con su confiable Mike Elizondo, que además de producir tocó el bajo, y aclaró que “lejos de someter a un artista como Gary a tener que ponerse los auriculares y experimentar una situación poco natural, decidí taponar el estudio de amplificadores, subirlos al máximo y sacar el sonido desde ahí”. La táctica dio resultado: Blak and Blu suena vivo, carnoso, ruidoso, sucio y, por momentos, descontrolado. De todos modos, hay que tener en cuenta que Gary Clark es un artista pulcro y meticuloso que sabe sacarle partido al volumen, al fuzz y a la distorsión. No se trata de un acróbata de seis cuerdas, sino de un guitarrista que prefiere los solos de notas lentas pero cargados de un sonido capaz de cobrar vida propia y contar una buena historia. Y ésa es la gran diferencia: menos es más.
Escalera al cielo
En su ascenso, mientras su reputación sólo estaba basada en un EP previo al álbum (Bright Lights, considerado como uno de los mejores discos del 2011 por la revista Rolling Stone), Gary Clark Jr. encontró una aliada inesperada en la difusión de su obra. En un evento benéfico, Alicia Keys interpela al periodista que la interroga, micrófono en mano en la entrada, y le dice: “¿Sabés quién la está rompiendo? Gary Clark Jr. Metete en Internet, googlealo, y apurate antes de que sea tarde. La va a gastar”. Alicia tocó esa noche con Gary como invitado y el moreno texano estuvo a la altura de la recomendación con un sobrio pero sentido solo en una interpretación de “While My Guitar Gently Weeps”, de The Beatles. A continuación, Alicia devolvió gentilezas tocando “Bright Lights”.
Poco después, en febrero de 2012, Gary Clark fue invitado a tocar en la mismísima Casa Blanca, en el marco del ciclo In Performance at the White House; Red, Black and Blue. La introducción de la presentadora fue de lo más calurosa: “Electrificó a más de 100 mil personas en su show del Festival Crossroads”. Gary Clark no movió ni un músculo pese a tener en la primera fila a Barack Obama; en cambio lo deleitó con una exquisita versión a lo Hendrix de “Catfish Blues”. En YouTube se lo puede ver al primer mandatario de Estados Unidos sacudiendo la cabeza al compás, en un headbanging lento y presidencial. “Es un placer tener a alguien joven tocando los blues –le dijo más tarde Obama, estrechando su mano–, pero no les cuentes a los otros que te dije esto porque se van a poner celosos.” Esa misma noche, varias zapadas más tarde, compartió el escenario con Jeff Beck, Buddy Guy y Mick Jagger, a quien el joven de 28 años no le pasó inadvertido, pese a su educada moderación frente a las extrovertidas guitarras de Beck y Guy. A fin de año, Gary Clark Jr. fue invitado a tocar con The Rolling Stones en sus shows americanos, junto con John Mayer.
Otro cruce con la realeza lo llevó a ser el número principal del último cumpleaños de Leonardo Di Caprio, uno de sus fans más conocidos. Mientras el actor le acercaba a Gary una copita de champagne para que aclarase su garganta, pensaba: “¡Guau! Es como en los videos de Jay-Z (otro de sus admiradores); aquí están todos los actores y actrices de Hollywood”. Pese a tanta alabanza, este guitarrista de Austin no deja de reconocer sus orígenes e intentar la difícil tarea de representar a los blues, pero en el 2013. “No creo que pudiera estar haciendo lo que hago si no viniera de Austin. Es la diversidad sonora de la ciudad lo que me modeló. Tener gente tan respetada en el ámbito de la cultura apoyándote en lo que hacés es muy importante, no me tomo eso a la ligera. Pero mi formación se la debo a Austin”, equilibra Clark con la intención de plantar los pies en su tierra, y mantener a raya a todos aquellos que lo anuncian como el Salvador del blues. “Esa es mucha presión para una sola persona –se ataja–, pero poder mostrar en mis shows las raíces de aquellos que estuvieron antes que yo, es una gran responsabilidad.”
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Gary Clark Jr. toca el 5 de abril en Teatro
Vorterix, Federico Lacroze y Alvarez Thomas. Entrada: $ 200.
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