Dom 17.03.2013
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FOTOGRAFíA > JUAN HEIN EN LA FOTOGALERíA DEL SAN MARTíN

La música y el tiempo

De padre danés, nacido y criado en la Argentina, pero radicado en tierra paterna desde el 2006, Juan Hein encontró en el espectacular festival de rock de la ciudad de Roskilde una grieta por la que adentrarse en esa trastienda que es más un momento que un espacio, en el que la juventud deja de serlo por un segundo. Y en esas fotos que trajo de vuelta, junto a un hijo, ofrece esos instantes –a veces reflexivos, otros inconscientes, siempre melancólicos– como cuadros de un paisaje ya dejado atrás, pero todavía habitado.

› Por Angel Berlanga

Cuando uno ve el conjunto de fotos que componen UNG!, la muestra que acaba de montar Juan Hein en el San Martín, conecta en simultáneo un arco de distancias entre melancolía y energía, un ida y vuelta en el tiempo que puede latir o chisporrotear entre la quietud que propone un retrato o una naturaleza muerta (restos de cosas desparramadas en el suelo) y lo que se vislumbra en los alrededores de esa pausa, algo antes o después. Incide en la extraña combinación de sensaciones saber que las fotografías fueron tomadas por este fotógrafo porteño en Roskilde, el descomunal festival rockero que dura una semana y se monta a mitad de año en la ciudad homónima, ubicada a treinta y cinco kilómetros al oeste de Copenhague. Porque en complemento con los millones de imágenes “características” que inspira Roskilde, estrellas de rock, multitudes fervorosas, carreras en pelotas, fiesta y descontrol, Hein ofrece en UNG! (joven, en danés) una pausa, un bache en el volumen, una brevísima suspensión de la euforia: rincones del alma diferidos y poco alumbrados, las huellas en las panorámicas desiertas.

“Yo venía trabajando con rock y festivales desde hace bastante, con coberturas para revistas como Rolling Stone –cuenta Hein ante su muestra–. Hace siete años, cuando me fui a vivir a Dinamarca, empecé a cubrir éste. Y tres años atrás, más o menos, tomé conciencia de que quería usar este contexto y esta excusa para desarrollar un proyecto con una mirada un poco más reflexiva sobre eso, y también con cierta distancia y capacidad de abstracción. Una mirada que no pasara exclusivamente por lo más llamativo o informativo que produjera Roskilde, que fuera más de contemplación sobre esas personas y escenas, que tuviera incluso alguna especie de referencia casi pictórica en las imágenes.” Hein prefiere no dar señal concreta de qué cuadros, qué autores, pero al rato, cuando se refiere a un muchacho de rulos que esboza apenas una de las pocas sonrisas que pueden verse en la muestra, aparece un apunte: “Me hace pensar en la magnificencia de los héroes de la cultura italiana –explica–. La imagen–icono de UNG!, para mí, tiene como un eco con la idea de la virgen, con esos rayos que le salen”. Hein se refiere, ahora, a una chica rubia, pelo lacio y camisa de jean entreabierta, detenida en la perspectiva de unos cables eléctricos que en la imagen se conectan, entrada y salida, con su cabeza. “Creo que el proceso es dejarse emocionar y embellecer por una pintura, un dibujo, una fotografía, una película, y que luego eso empiece a funcionar dentro de uno de una manera casi inconsciente –explica–. Cuando llega el momento de estas fotos, y sobre todo de los retratos, hay algo que va muy rápido y que yo, al mismo tiempo, trato de controlar y de que no tenga control, que sea también algo que venga del intestino, que tenga nervio. Luego aparecen esos reflejos: que el pibe tenga algo de héroe grecorromano, o que esta chica parezca la virgen. Eso funcionó en mí. Y espero que también funcione en el que vea la muestra sin tener que saberlo.”

Tres series se observan en la treintena de fotografías que componen la muestra. Hay una primera, en blanco y negro, en formato chico, que remite a cierta antigüedad y deterioro en la imagen, en la que puede verse a una drag queen, las piernas de una chica con un tatuaje de Brad Pitt, y a Neil Young en plena canción, el único personaje público en el conjunto. En la segunda vertiente hay paisajes y escenas que remiten, casi siempre, a restos y desechos: una composición con objetos abandonados, una fila de retretes, lo que queda de una carpa, desarticulada y blanca como una cigüeña triturada. Luego, los retratos. “Para mí el proyecto tiene tres temas que se van cruzando: la identidad, la transición y la alienación –dice Hein–. En los retratos estoy tratando de buscar un momento distinto del que uno puede esperar en un recital de rock, en una acampada que es una gran fiesta, un momento mucho más indefinido, en el que esa persona se encuentra conmigo y yo también hago un comentario de lo poco que percibo. Creo que ahí se está descubriendo algo, y ahí se conjugan un poco los tres temas. Los paisajes y las escenas también reflexionan sobre eso. Me interesó tener un registro dentro de esa euforia, sacarlos apenas dos minutos de esa fiesta, que realmente es muy divertida, hay muy buena música, y en general es muy excitante. Estos chicos andan alrededor de los 20 años, veintipico, y están concentrados en pasarla bien. Al fin y al cabo, era preguntar a partir de esta excusa y de este contexto qué estamos haciendo acá, más allá del festival. Me parece interesante que el arte haga estas preguntas, qué estamos haciendo acá, para qué. Y eso puede ser muchas cosas, porque al fin y al cabo es un poco la vida, los días, el tiempo.”

Roskilde Festival convocó el año pasado a 120.000 personas; tocaron, entre decenas de artistas, Bruce Springsteen, The Cure y Björk. En otras ediciones estuvieron Radiohead, Dylan, Bowie y unos cuantos más. Es uno de los festivales más importantes de Europa: se hace desde 1971. Ese año nació Hein, que luego de formarse, aquí, en 2006 se radicó en Copenhague. “Mi padre es danés, entonces siempre tuve una relación importante con esa referencia, a través suyo: mi viejo me lo transmitió como ‘el gran país’”, explica. Allí le surgió la chance de ingresar en el Programa de Fotografía Documental en la Escuela de Periodismo de Arhus. Allí, también, ha montado muestras, da talleres, incursiona en el cine (ha hecho dos cortos y está trabajando en su primer largometraje) y cría a su hijo, Astor, un año, que ronda ante las imágenes de UNG!, por la galería del San Martín. Dice Hein que el nacimiento de su hijo está absolutamente vinculado con la idea que motorizó la muestra: parar a la juventud un momento, salir de la fiesta. “A tal punto que en el último festival, con Astor a punto de nacer, era muy raro estar ahí –dice–. No es que me esté quitando juventud, pero me está poniendo en otro lugar de la vida. Me llena de energía, pero también me pide un montón. Y eso está conectado con otra manera de vivir el festival y de mirar las cosas.” Dice Hein que sumó la foto de Neil Young por su apellido, que comulga con el nombre de la muestra, y también por un par de contrastes: es el único viejo y, a diferencia de la quietud de los jóvenes, está gritando. ¿Se ubica equidistante, Hein, entre Young y la muchachada? “Claramente –asevera–. Yo soy una persona joven, pero no soy esos jóvenes. Hay una especie de reflexión también sobre el paso del tiempo en mi propia vida.” Hay una foto en UNG!, extraordinaria, que sintetiza eso. Es un relieve en la tierra, extraño: en principio puede parecer una toma aérea, un registro geológico, sobre una superficie grande; pero vista de cerca se revela un caudal de huellas en el barro, desierto, todavía maleable: suele llover mucho en Roskilde. Melancolía y energía, ahí: y el tiempo.

UNG! Hasta el 5 de mayo.

Fotogalería Banco Ciudad

Teatro San Martín

Avenida Corrientes 1530

Entrada libre y gratuita

El 4 de abril, a las 19, Hein ofrecerá una charla y recorrerá la muestra junto al público.

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